13. Sabiduría de Hermanas

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Si bien había muchos recuerdos que Allyson prefería olvidar por cuestiones de, ya saben, no inducir el llanto por las noches mientras trataba de dormir, algunos se quedaban como pines, marcados y resaltando en la mal pintada pizarra que era su vida.

Uno de ellos, era el cómo notó a partir de cierta edad que su hermana mayor, Jessica, era popular no sólo entre las chicas, sino entre los muchachos.

Debía tener unos 12 años cuando recordó uno en particular, ojeando hacía la habitación de la entonces capitana de las animadoras de Hopewell High; aquella escena lucía casi como una especie de ritual religioso, un ungimiento de una delicada figura femenina adolescente: desde el aroma a perfume fino que brotaba desde el cuarto; todos los detalles de su atuendo: el vestido perfecto, los zapatos ideales, accesorios impecables, y ni hablar del cuidado con el que se aplicaba su maquillaje, terminando luciendo como una estrella de Hollywood, incluso Allyson recordó un momento en que un niño le pidió tomarse una foto, suponiendo que debía tratarse de una actriz famosa.

Ella tenía un largo camino recorrido en las cuestiones de las relaciones y el amor, mientras que el conocimiento de la menor de las hermanas Martin se limitaba a canciones de amor coreanas, fanfics de cuestionable credibilidad, y videos de TikTok de #relationshipgoals.

Así que quizá valdría la pena aprovechar sus conocimientos cuando se encontraba de visita de la universidad, en Ottawa; un viaje en tren de más de cuatro horas, a un mundo que se sentía tan lejano en algunas formas, que se sentía como si Jessica se encontraba de visita desde otra dimensión.

—¡Hola, mi niña! —la madre, Colleen, saludó tan pronto como vio a su hija mayor en la puerta de su casa, y sin dudas, la abrazó—. ¿Cómo te encuentras? ¿Qué tal tu viaje?

—¡De maravilla mamá! Y todo bien: muy bonito el vagón de tren, sin problemas.

—¡Pasa hija, pasa!

No deben de ser grandes detectives (o quizá sí: no sé a qué se dediquen ustedes que leen esto), para darse cuenta, de una simple mirada, que el tratamiento hacía Jessica es un tanto diferente, para usar términos sutiles.

Allyson lo sabía, y lo supo desde muy temprana edad, porque en toda pequeña oportunidad o detalle, Jessie parecía ser una versión superior de cualquier cosa que Allye era o podía llegar o soñar a ser.

¿Acaso la hermana menor aparecía en el cuadro de honor? La mayor era la número uno en promedio de su generación. ¿Una era penosa para hablar en público y tenía que luchar constantemente contra la ansiedad social? La otra era tan segura de sí misma y con tal soltura de personalidad que participaba en el noticiero escolar frente a la cámara como si llevara años de experiencia en periodismo televisivo. Y ni hablar de comparar la experiencia de ambas con las animadoras de Hopewell High por razones que recordar una vez más sería aparte de redundante, innecesariamente cruel.

Y no eran solo los logros: había algo en las esencias de las dos, Jessica y Colleen; una afinidad natural que Allyson no podía emular.

La menor de las hermanas Martin era más bien como su padre.

Pero eso de momento, no es muy relevante.

Jessica tendría unos días libres por un fin de semana largo, así que aprovecho para alejarse de las tareas y los libros aunque sea por breves momentos, y regresar al calor de hogar, dónde la recibió la completa entrega devota de una mujer que más que madre, lucía como fanática religiosa de un credo llamado Hermanamayorismo, escuchando cada anécdota, cada historia como si fuera revelación divina.

—...pero a pesar de todo, pasé ese parcial con una calificación perfecta Y pude entrar a las animadoras de la uni: su equipo es increíble, estoy emocionada de ser parte de ellas —narró la mayor de las hermanas en la mesa durante la cena, sonando menos como una persona real, y más cómo un político presumiendo avances de su administración.

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