30. ¡Me Gusta Jake!

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Una repentina reunión entre cierta rubia y cierta morena sirvió para relajar ambas partes, hacerlas entrar en confianza, y quizá incluso hasta otorgarse entre sí un muy necesitado sentido de liberación para una, y de estabilidad para la otra

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Una repentina reunión entre cierta rubia y cierta morena sirvió para relajar ambas partes, hacerlas entrar en confianza, y quizá incluso hasta otorgarse entre sí un muy necesitado sentido de liberación para una, y de estabilidad para la otra.

—Sé que no debería decirlo porque yo fui quién realizó esta obra de arte —Sarah comentó, mientras sostenía un espejo frente a su amiga—, ¡pero quedaste DI-VI-NA!

Es risible lo conservador que fue el cambio de imagen, pero cuando has estado encallada por tanto tiempo, un paso se siente como bajar de una montaña corriendo a toda velocidad: unos pocos mechones rosados que engalanaban su cola de caballo. Solo eso aceleró el corazón de Allyson, —y solo eso bastaba para provocar la ira de su madre—, pero entre lo ocurrido en el concurso de talentos, y el salvaguardar el secreto de su hermana, al final se dijo, "¿Y qué carajos importa?"

—¿Lo dices en serio? —la rubia adornada comentó, girando un poco su rostro para ver cómo lucían esos nuevos colores.

—Querida, eres tan... ¡PRECIOSA! —con sus morena manos, Sarah buscó las de su amiga—. Debería dibujarte como una de mis chicas francesas.

—Desnuda no me vas a ver, pero aprecio el gesto.

—¡Vale, exageré, lo sé! —Sarah dijo entre cortas risas—. Pero deberías darte crédito. MUCHO más crédito, no me extraña para nada que él haya caído rendido a tus pies.

La excéntrica anfitriona se tapó la boca lo más rápido que pudo tras haber dejado volar esas palabras: ella sabía muy bien lo que Jake sentí a como Allyson, y lo último que deseaba era complicar todo revelando un secreto más: a la pobre le pisotearon el corazón una vez, y una vez es más que suficiente.

Las buenas noticias, es que cuando están enojados, los toros solo pueden pensar en rojo, y Allyson solo podía seguir pensando y asumiendo todo de una sola persona.

—Basta de bromas Sarah: lo de Ryan... fue solo una ilusión. Un espejismo incluso —la rubia se lamentó—. ¿Rendido a mis pies? ¡Ja! Como idiota fui su perrita faldera y el tipo ni siquiera me consideró como algo serio, ¿qué tan denso debe de tener alguien el craneo para que no le entre a la idea eso?

—Eh... ¿te refieres a Ryan con eso último?

Allyson suspiró.

—De hecho... me refiero a mí.

—¿Sientes algo por él todavía? —inquirió Sarah.

—Ahí es dónde no sé quién es más idiota: si él o yo.

La morena suspiró, y aunque estaba lejos de ser una gurú de las relaciones, algo buscó en sus experiencias para alentar a su amiga decaída de espíritus.

—El amor, el cariño, todos esos sentimientos no son un switch —dijo—. No los puedes encender y apagar al gusto, ni menos desconectar. No es racional porque el amor por definición no es racional: es salvaje, idiota, estúpido y humillante, y a ti te tocó justo eso, como nos toca a todas y todos.

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