39. El Terror

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Lo que comenzó como un curioso evento al principio del semestre, se había tornado en un caso de misterio, ¿Heather, la reina abeja del instituto, fue atacada por segunda vez? ¿En su propia casa? ¿Por una completa desconocida? ¿Cuándo su novio se la pasó a solas en un rincón oscuro y alejado de las vistas de todos?

El chisme era más jugoso que la producción citrícola entera de California.

Y Allyson estaba al centro de la historia, pero nadie parecía saberlo, y en lo que a ella respecta, eso en definitiva era el mejor resultado posible.

"¿Oíste acaso lo que pasó?", la rubia escuchó en los pasillos, con muchos de sus compañeros de clases, chicos de todos grados, y hasta algunos maestros regurgitar el rumor, y conforme se habría paso ese lunes de clases, nuestra protagonista solidificó una revelación primordial en su mente.

—¿Qué estas personas no tienen vida? —se dijo, evitando contacto visual con otros—. ¿O no ven noticias? ¿Guerras, hambrunas, devastación ambiental, y todo de lo que hablan fue de lo ocurrido en la tonta fiesta de Heather Novak?

Vale, pero la segunda revelación era que al parecer nadie la reconoció... y sin embargo, persistía un impulso, una ansiedad fuera de su control: la que otros podían, el algún momento, verla más allá de los ojos, y hasta el núcleo del alma, y de ahí podrían escudriñar en lo que realmente ocurrió.

Pero siempre y cuando mantuviera la cabeza baja y fría, existía la esperanza (o quizá la ilusión) del control.

—¡Hola Allye! —de la nada pareció emerger Sarah en su saludo matutino.

—¡SOLO OBEDECÍA ÓRDENES! —la rubia exclamó.

—¿Que solo obedecías ordenes? —la morena parafraseó—. Chica, sé que no eres así, pero creo que tu abuela te ha estado pegando malos hábitos.

—Lo lamento —dijo Allyson bajando el volumen de su voz—, pero es que siento que en cualquier momento algo traerá a colación lo de... ya sabes...

—¿Lo de las guerras, hambruna y devastación ambiental?

—¡Es lo que digo yo pero aparentemente Hopewell no tiene problemas serios de los cuales preocuparse más allá del incidente en lo de Heather!

—Mira, sí sirve de algo, no creo que alguien te haya reconocido.

—¡Eso espero yo! ¡Pero es como ir a confesión! ¿Entiendes, no?

—No —recalcó Sarah—. No existe eso en mi religión... y ahora que lo pienso, ¿no eras luterana? ¿Que lo de la confesión no es algo meramente católico?

—¡El punto es que se siente horrible escuchar esos rumores sabiendo que fui yo quien los provocó... otra vez!

Aquello se sentía como una retorcida maldición: imagina el ser la imagen de la estudiante perfecta durante más de una década, y en un semestre, que todo se caiga a pedazos.

—Tampoco debe ayudar el cómo van las cosas en casa —sugirió Sarah.

—Lo curioso es que con mamá, eso se puso raro, pero no de la forma en la que crees.

—¿Pues en qué forma fue?

—Mamá... mamá fue... agradable.

Sarah llevaba un semanas escuchando historias de la horrible bestia dragón que subyugaba con crueldad a la pobre princesa del castillo de las Martin, así que la costumbre fue el escuchar sobre el ardor sádico que era el compartir paredes y techo.

Pero esa mañana, fue casi lo opuesto en su totalidad: el autoritario tono de Colleen se había ido, y Allyson le habló de cómo de pronto, la madre sonaba con un humilde y hasta temeroso lamento gentil.

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora