27. El Más Feliz de los Finales

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Se le atribuye a Benjamin Franklin el dicho de que solo hay dos cosas inevitables en esta vida: la muerte y los impuestos. Y ambos dependen de los plazos, y todos estos llegan, sin importar si es la fecha de una elección, o el día de un gran examen para el cual de seguro no has estudiado (sí: te hablo a ti).

En el caso de Allyson, se trataba finalmente, el momento, el instante preciso en que su obra, la letra que compuso a lado de Ryan, se haría pública al fin.

—Entonces, ¿lista? —el músico preguntó antes de ser llamado al escenario.

—No —respondió con toda honestidad la quinceañera—. No en absoluto, pero... ya estamos aquí: ya es más difícil devolverse que seguir.

—Ahora, para cerrar una noche de música, magia, danza y cristalazos en los estacionamientos de los cuales no se puede culpar a la escuela —el director anunció al público—, a continuación, viene el último acto de la noche: divos y cebolleras, les pido por favor que le otorguen el más fuerte de los aplausos a Ryan Logan, quién interpretará una canción escrita por Ryan T. Logan y Allyson S. Martin, titulada...

Y Ryan se dirigió al centro del escenario, conectó la bocina de su equipo y una pequeña computadora con arreglos adicionales, y en lo que alistaba los detalles de su número, Allyson le veía tras bambalinas, con ojos de esperanza y sus manos en posición cual si estuviera rezando.

—Ya va tu chico —Sarah se le acercó.

—Démosle algo de tiempo —la rubia contestó—, y ahí veremos si realmente le puedo decir "mi chico".

—¿Y te preocupa el cómo le va a ir?

—Me preocupan muchas cosas pero supongo que eso debe estar en algún lugar del medio de mi top 1000 personal.

—¿Algo más en tu mente?

—¿Algo más? —Allyson resopló—. Hay mucho más en mi mente. Hay tantas, demasiadas, que siento que mi cabeza va a explotar.

—¿Aviso a seguridad para que empiecen a evacuar el edificio?

Con Sarah, no se sabía jamás con claridad si entendía la hipérbole, o solo te estaba dando por tu lado, pero realmente no hacía diferencia alguna: lo hecho, hecho estaba en distintos flancos, y solo quedaba afrontar las consecuencias.

—Antes de empezar —Ryan se dirigió a la audiencia presente, tomando el micrófono en una de sus manos—, quiero agradecer a todos ustedes: les guste o no les guste, el tener sus oídos por un momento es un tesoro. Y claro, agradezco a mi co-autora —enfocó por un momento su mirada hacía el costado del escenario desde dónde Allyson le veía—, que sin ella, esto no hubiera sido posible... Allyson, gracias... totales.

Un pequeño aplauso siguió tales palabras, y tras cerrar los ojos un par de segundos para concentrarse, el músico comenzó su actuación, con unos gentiles toques de guitarra.

—Qué curioso es nuestro andar / y cómo juntos llegamos a estar / coincidencias sin sentido / de aquello que no está permitido...

Con tan solo las primeras palabras, los fragmentos iniciales de los versos, Allyson se encontró abrumada. Casi deseaba alejar su mirada, o de plano, solo echarse a correr. ¿Por verguenza? Puede que se tratase de un asunto relacionado, pero no exactamente. Los logros de la rubia siempre habían sido de cierta naturaleza: el ser la mejor en algo que se puede memorizar, como las notas escolares, o su patético e infame intento de entrar al club de animadoras solo porque era lo esperado de su persona.

Esto, por otro lado, era diferente: crear algo nuevo, original. Existían claro, temas que se pueden aprender, como métrica, teoría musical, pero esto involucra el convertir algo de la imaginación y traspasarlo al mundo real: el tomar lo que se escucha en la cabeza, y ponerlo disponible a la escucha de todos.

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora