Sarah no se encontraba bien, y no me refiero solo a que diga sus encantadoras incoherencias. Eso, para ella, es lo esperado, y lo extraño sería si no las dijera.
Las señales de su malestar estaban en la seriedad con la que hablaba de asuntos que no tenían sentido, o no podían ser. Ella requería ayuda, hablar con alguien, y las redes de apoyo que ofrecían las amistades no eran suficientes en esta ocasión.
Así que, aquella mañana, Sarah se presentó después de clases en la oficina de la señorita Jefferson; no era quizá la mejor de las ayudas posibles, pero a falta de otros recursos, estos tendrían que ser suficientes, contar para algo. "Algo", al final de cuentas, sigue siendo mejor que "poco", o "nada".
Batallaron, claro que sí: la labor de hacer que acepte asistir ahí no fue sencilla, y las discusiones se pusieron feas e hirientes, pero Allyson y Jake no renunciaron al respecto: su amiga simplemente no podía seguir así, y aunque les doliera lo que les dijo, les dolía más el pensar qué podría pasar si es que su locura siguiera desatada y sin control alguno.
Y en el fondo, y como es costumbre con estos muchachos, también no tan al fondo, la morena entendió que a pesar de todo, lo único que deseaban era su bienestar.
—Estaremos aquí afuera esperando, Sarah —la amiga rubia le comentó.
—¿Lo prometen?
—¿Adónde más tenemos que ir? —agregó Jake—. ¿A hacer la tarea?
Sarah sonrió; instantes así se habían vuelto tan escasos como si se tratase de una sequía emocional, pero el verlos, el sentirlos todavía le daban un poco de fuerza e impulso para poder seguir adelante.
—Muchas gracias por esto —la morena susurró—. No han sido momentos fáciles...
—Lo entendemos reina, lo entendemos —Allyson declaró tras un abrazo al que Jake se unió también.
Sarah, con puños apretados y hacía abajo, tomando aire, y cerrando sus ojos por unos cuantos segundos, casi queriendo arrepentirse, finalmente se decantó por escuchar el consejo de sus amigos, y actuar acorde a sus deseos.
—Bien muchachos —les comentó —. Deséenme suerte. Deséenos suerte —añadió mientras acarició con brevedad su vientre.
—Sarah, tienes que entender que...
—¡Jake, no digas nada malo o vas a asustar al bebé!
—...nada Sarah —el joven finalmente comentó—. Suerte también a ti.
—Mazel Tov —Allyson remató de último momento.
Sarah les sonrió, y con más calma en su pulso y latidos, abrió la puerta de la oficina e ingresó a esta.
—Saludos —la morena dijo con extraña timidez de su parte.
—¡Oh, señorita Greenberg! ¿No es así? —la señorita Jefferson, en su escritorio, examinando un par de expedientes, le dijo—. Un placer verla por aquí: por favor, tome asiento.
—Gracias...
Y por unos momentos, silencio. Nada más que silencio, nada menos que silencio. Y a veces ocasiones así de incómodos nos suelen pasar, son parte de la experiencia humana, y por más excéntrica que Sarah sea, ella no estaba inmune a experimentar asuntos así.
Pero lo que no esperaba era que la señorita Jefferson no parecía tener prisa en hacerla hablar; así pasaron varios minutos, y la adolescente era la que se estaba impacientando más, mientras que la académica no hacía más que seguir enfocando sus ojos en archivos y papeleo.
Inclusive parecía estar tarareando alguna canción.
—Eh, ¿señorita Jefferson? —Sarah finalmente abrió el diálogo entre las dos tras varios minutos.
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Un Club Entre Dos
Roman pour AdolescentsAllyson es en muchos sentidos una estudiante perfecta, y se espera mucho de ella de parte de su familia y de su escuela. Por eso sorprende a más de uno cuando termina en detención por, para ponerlo en términos sutiles, romperle el hocico a la capita...