49. Luces De Diciembre

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Parecía un plan romántico perfecto: ¿qué mejor que pasar el tiempo en una pista de hielo durante las vacaciones de invierno? El ver ese páramo gélido iluminado por las luces decembrinas le dotaba de una sensación especial que casi te hacía ignorar las temperaturas bajo cero.

Y lo extraño es que, con todo y su enfermizo carácter, Will era de hecho un patinador decente: era como un albatros del hielo; torpe en tierra firme a paso normal, ¿pero con cuchillas y sobre tierra congelada? De pronto se convertía en Patrick Chan.

—Todo está bien, todo saldrá a pedir de boca —el rubio se dijo, caminando de lado a lado, a un costado de la pista de patinaje, esperando que su cita saliera de los vestidores—. Está helado, pero es Toronto en invierno, ¿qué espera? ¿Un resort en las Antillas Holandesas? Además, a Sarah parece gustarle, y espero que le guste su regalo, no es mucho, pero... ugh, ¿hace más frío aquí que al empezar? Cualquiera pensaría que ocho tres suéteres serían suficientes...

Will hubiera pasado el resto de la velada a un grado de neurosis digno de Woody Allen, de no ser porque finalmente Sarah fue a su encuentro.

—¡Estoy lista! —la morena exclamó a acompañarle.

Si el rubio apenas tenía aliento, el poco que conservaba casi se le fue por completo al ver esa visión: esa doncella hebrea de una piel color canela suave, labios gruesos, y un traje de patinadora entallado en negro y una falda transparentada que resaltaba cada curva de su morena piel.

—¿Y... qué te parece mi conjunto? —Sarah inquirió con timidez.

—Y pensaba que el uniforme de animadora te quedaba bien, pero esto... ¿cómo quieres que le pongamos al niño que te dejaré en el vientre?

—¡WILL! —Sarah exclamó horrorizada—. ¡No puedo creer que me digas algo así!

—Lo siento.

—¡YA DIJIMOS QUE ALLYSON JADEN SI ES NIÑA, Y JAKE ALBERT SI ES NIÑO! ¡No sé cuántas veces lo hemos conversado ya!

—Lo lamento Sarah —Will declaró—, creo que el verte siempre me deja sin memoria, sin palabras, y sin... eh... ¿me disculpas un momento? —el rubio se excusó en lo que buscó su dosis de salbutamol para combatir el asma.

—¿Aliento?

—Solo un minuto —el muchacho pidió después de aspirar su medicamento—. Sí, creo que estaré bien y... oye, Sarah, ¿puedo hacerte una pregunta sobre... eso que tienes? —señaló en dirección al pecho de la jovencita.

—Son naturales, Will: estoy muy chiquita para ponerme debajo de un quirófano.

—No, eso me ha quedado muy en claro —el rubio aseveró—, pero quiero decir, ese dije, es una especie de vela de ocho brazos, es muy bonito.

—Oh... g-gracias Will.

—¿Puedo darte tu regalo de Navidad? —el adolescente preguntó—. Te prometo que sí es de hecho un regalo físico, no es un eufemismo para tener sexo o algo así.

—¿Regalo de qué?

—De Navidad, no sabía qué darte, espero que te guste, y...

—N-no, está bien Will, pero primero, ¿podemos ir a la pista?

—¿Eh? Claro Sarah, pero...

—Vamos por favor —la morena ordenó.

Will acató el pedido, pero algo había cambiado en las expresiones de su cita: su andar lleno de infecciosa alegría se volvió más cerrado y cortante.

—Antes que nada —el rubio indicó, al ver a Sarah aproximarse al borde de la pista—, ¿sí sabes patinar, no es así?

—Con todo respeto, pelos amarillos, creo que puedo manejar esto del moverme en el hielo.

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora