34. ¿No Has Visto Chicas Pesadas?

565 87 75
                                    

Uno de los eventos más importantes de la temporada en Hopewell desde hace algunos años, —aparte de cuando se daban a conocer los resultados de paternidad de varios alumnos—, es la fiesta de Halloween en la casa de la familia Novak: se trataba de una reunión de los bellos, los ricos, los populares, lo más cercano a la Gala del Met para el clasemediero barrio y lo mejorcito (según escaladores sociales) del vecindario.

No invitan a todos, ¿pero adivinen quiénes sí poseían un pase libre?

—Muy bien señoritas, aquí las tengo —Heather indicó a su equipo, después de la práctica del día, sacando un sobre de su casillero, con todas las demás chicas (o casi todas), rodeando a la capitana con enorme sentido de exaltación y expectativa—, las recibí de la imprenta esta mañana: las invitaciones a la fiesta de Halloween en mi casa, este sábado, y ya saben lo que conlleva.

—No, no tengo idea —Sarah pensó, pero igual manifestó una sonrisa en su rostro para no desentonar demasiado con el resto de la escuadra.

—Como miembros del equipo de yo dirijo, todas tienen derecho a una invitación, incluyendo aquellas que no son tan buenas como para ser titulares, y toda invitación es un plus one, así que tienen derecho de llevar a alguien con ustedes, así que si una desea traer a la fiesta a ese chico especial, esta es su oportunidad —explicó a ese grupo que ponía tanta atención como si les estuviera dando la receta para sacar 100 en todos los examenes sin estudiar—. No hay tema para los disfraces, pero tampoco hagan que la policía las arreste por exposición indecente, ¿de acuerdo?

Y en breve, comenzó a repartir las invitaciones.

Sí, era un pedazo de papel, pero inclusive para eso hay niveles, y Sarah conocía sobre materiales de arte: la calidad del material era palpable desde el momento en que sintió el documento en sus manos, y el diseño con colores que emulaban los de el uniforme de animadoras, con el blanco como el principal y detalles en bordes negros y dorados. No se trataba de un trabajo improvisado, claro le quedó.

Ese fue el primer pensamiento en la cabeza de la morena.

El segundo, era sobre el poder de la invitación en sí.

—¿Disculpa? —Sarah alzó su mano.

—¿Si, novata? —Heather le contestó.

—¿Puedo invitar a quién sea de verdad?

—Mil disculpas querida, porque obviamente fue mi culpa —la capitana declaró con un falso sentido de humildad—, dado que al parecer, la frase "tienen derecho a llevar a alguien con ustedes" se presta a malas interpretaciones.

—Pero, quiero decir, ¿puede ser alguien que digamos... sea un poco antisocial?

—¿Antisocial? ¿Piensas llevar a alguien del equipo de ajedrez?

—No exactamente...

—Pues miren, dado que esto evidentemente necesita aclararse —comentó en lo que le dio una mirada a las chicas del equipo—, pueden llevar a cualquiera, CUALQUIERA: futbolista, gimnasta, del club de robótica, del club de degustación de repostería pakistaní, ¡es libre! ¿Entendido?

—¡Entendido! —la cuadrilla repitió como tropas a su sargento.

Fue innecesariamente cruel, pero Sarah debía estar segura, pues tenía en mente a un invitado solamente, y pudiese que esa fiesta fuera su oportunidad de ser ella en turno la que cometiera una gran tontería en nombre del amor.

Y era algo que prometía ser una disrupción de la relativa normalidad en Hopewell High, dónde la Noche de Brujas se celebraba con una burlona tranquilidad (porque en esa escuela, cualquier asunto que no involucre luchas de territorio por parte de diferentes mafias, era visto con humor) y cachondez (porque, en palabras de un clásico del séptimo arte, "es la noche en que una chica puede vestirse como una completa zorra y nadie puede decir algo al respecto), y que dejaba en la mente de un chico solo una pregunta que haría al día siguiente...

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora