De algún modo, la combinación de músico rockero que amenizaba fiestas por 40 dólares y un par de cervezas, y la chica más popular de una escuela que está a nada de ser considerada penitenciaría provincial.
Se había logrado la hazaña... pero lo curioso con las relaciones, es que una vez llegada a la meta, empieza otra carrera, el evento principal, el desafío verdadero: la relación.
—Ya llegué al restaurante —escribió Ryan en su teléfono, lo mejor bien vestido que un muchacho de 17 puede aspirar: bañado, peinado, y con una camisa planchada, a las afueras de un elegante establecimiento francés del centro de la ciudad—, ¿estás cerca?
Envió el mensaje a Heather; aquel sábado se llevó a cabo su primera cita romántica y formal: habían empezado a pasar tiempo durante la semana hábil, compartiendo tiempo entre clase y clase en los pasillos, a la hora del almuerzo, y en una breve escolta cuando él la encaminaba hasta llegar al hogar de ella.
Pero el momento para realmente demostrar que él puede darle algo más que compañía elemental había arribado.
Ryan acudía con un ramo de rosas en su mano; eran de un tono índigo, no muy fácil de obtener, pero sabía que aquel era el color favorito de Heather. A pesar de lo que uno pudiera pensar, él sabía escuchar, —siempre y cuando le dejes claras las cosas, me refiero, a diferencia de cierta quinceañera rubia—.
El músico revisó en su teléfono la hora: su cita llevaba quince minutos de retraso, y se empezó a impacientar. Incluso se cuestionó un par de cosas, ¿por qué no fue por ella a su casa? ¿O por qué al menos no le pagó el taxi, el uber, o de perdido la bicicleta?
Y es que, él de hecho se ofreció, pero Heather es una chica muy atareada con muchas actividades y vida social muy dinámica: ella misma fue la que le sugirió que se vieran ya en el restaurante, después de todo, ella estaría cerca de la zona por esa hora. De ser completamente materialista no se le podía acusar.
—¿Pero y si era una trampa? —Ryan se preguntó—. ¿Y si era solo una prueba... y la fallé?
Qué pesadilla: tanto esfuerzo, y todo para arruinarlo en un sábado cualquiera.
Ryan vio de nuevo su pantalla: notó la leyenda escribiendo en el mensajero, y con esa pequeña señal de vida, su corazón se aceleró; de una depresión cardiaca, a un sin parar de arritmia.
Y esperó varios segundos.
Y siguió esperando.
Pero al final, ningún mensaje se materializó. Y algo que también se materializó, fue un prematuro sentimiento de pérdida: de saberse derrotado, cual si todo por lo que luchaste terminó en un saludo y buenas intenciones antes de ser tirado sin consideración al bote de basura más cercano.
—Debí suponerlo —se dijo en pensamientos—. Heather... es una chica especial, ¿por qué querría perder el tiempo con alguien como yo? —se preguntó, notando su reflejo en los cristales exteriores del restaurante.
De pronto, otra realidad cobraba sentido: lo que parecieran hechos concretos, se volvieron señales de ingenuidad. Heather estaba por encima de él, a otro nivel, se decía. ¿Cómo siquiera supuso que le daría la oportunidad solo por componer una canción? ¿Qué importaba si era una "carta de amor"? Después de todo, aunque te escribieran una, tenemos el derecho de aceptarla o rechazarla.
Tampoco ayudaba a su sentido de seguridad (o falta de ella) el que Ryan no tenía muchos amigos con quien pasar el tiempo, y menos con chicas. Quizá las únicas mujeres con las que había compartido experiencias eran su tía, y claro, Allyson.
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Un Club Entre Dos
Teen FictionAllyson es en muchos sentidos una estudiante perfecta, y se espera mucho de ella de parte de su familia y de su escuela. Por eso sorprende a más de uno cuando termina en detención por, para ponerlo en términos sutiles, romperle el hocico a la capita...