❄️Especial: el nacimiento de los gemelos🔥

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   —Eiji, ya sé que estás volviendo a Tokio, pero vuelve aquí por favor.
—¿Qué pasó?
—Mis padres... Quieren quitarme a mi hijo... —reprimí un grito, pero el dolor y el miedo desaparecieron por un segundo en cuanto sentí mis pantalones mojados—. Ay no... No, no, no. No ahora...
—Cálmate *____________*, ¿qué ocurre?
—Acabo de romper fuente, el bebé está por nacer —respondí con lágrimas en los ojos.

  De todos los momentos, ¿tenía que ser ahora? Mire el suelo cubierto con el líquido amniótico, creando un charco alrededor de mis pies. Me retorcía por las contracciones, intenté llamar a una ambulancia, pero sentía que apenas respiraba, necesitaba gritar más que hablar. Supongo que alguno de los vecinos se alarmó y corrió hasta mi puerta. Oí golpes en la puerta y como buscaban derribarla, yo apenas me movía, solo miraba al suelo, sudando a mares y controlando mi respiración lo mejor posible.
Cuando derrumbaron la puerta, vi a unos paramédicos con camillas. Los reconocí de la universidad, eran graduados recientemente que usaron mi embarazo como tesis académica. Acercaron la camilla hasta donde me encontraba, me recosté en ella y me trasladaron hacia la ambulancia. Cada 7 minutos (literalmente, mantenía el control por mi reloj), apretaba las sábanas debajo de mi, en búsqueda de desviar el dolor.
Era demasiado pronto, apenas si había pasado 3 meses desde que me enteré que estoy embarazada. Si, mi vientre había crecido de maneras inexplicables para cualquier profesional, sin embargo, era demasiado extraño que estuviese de trabajo de parto. ¡No estoy lista mentalmente para que mi hijo nazca! "Por favor, bebé, ¿no podrías esperar unas semanas mas?" En mi mente, pensé que mi hijo me daría un respiro, pero una contracción me demostró lo contrario.

Los paramédicos me indicaban que buscase enfocarme en mi respiración, para no pensar en el dolor abdominal. Fácil para ellos decirlo, jamás tendrán que experimentar un dolor como este. Comenzaba a envidiar un poco a los hombres, para ellos es más sencillo hacer comentarios sobre las mujeres sin sufrirlos en carne propia. La ambulancia llegó a la entrada de emergencias y comenzaron a controlar mis signos vitales y las de mi hijo. Oía al médico decir que me dejasen en una habitación para mí, apartada en el ala de maternidad y que contactasen a mi obstetra de cabecera.
En cuanto me traspasaron a la camilla del hospital, me pusieron los monitoreos fetales con el eco Doppler. Veía la cinta marcar los latidos del bebé y, en mi cabeza, recreando la clase de ginecología que presencié por motus propio, eso significaba que mi hijo estaba bien. Además, me sería de ayuda para saber sobre las contracciones. Miré el reloj, al notar que nadie había ingresado (ni mi primo o un médico) para revisar mi estado. Me enderecé con cierta dificultad, al mismo tiempo que una contracción me invadía todo el vientre.
Busqué el momento para levantarme de la camilla, cuando por fin uno de los enfermeros de turno entró por la puerta y me indicó que permaneciese en la camilla hasta que un médico viniera a revisarme. Yo quería mandarlo al demonio cuando sentí otra contracción, a la fuerza tuve que volver a la camilla. Fue entonces cuando mi médico de cabecera entró y observó todo los análisis que me realizaron en el lugar y ni bien llegué al hospital. Sin decirme una palabra, me indicó que caminase un poco para acelerar mi dilatación y se fue sin más.

—¿Por qué tienen que tratarnos así? —sobé mi vientre, mientras lloraba en silencio—. Perdón porque te haya tocado una mamá tan joven e idiota, mi amor —de repente, oí que mi celular comenzaba a sonar, me apresuré en contestar y vi que era mi primo—. ¡Eiji! No sabes lo feliz que me hace poder hablar con alguien.
—Me gustaría verte, ya estoy llegando a la estación de Okayama —oía su conversación, al mismo tiempo que lidiaba con las contracciones—. ¿Dónde estás? ¿Cómo viene mi sobrino?
—Aún no nace, el médico piensa que debería entrar en labor de parto en las próximas horas —la voz comenzaba a entrecortarse por el llanto—. O eso creo, no me dicen nada Eijiro. Tengo miedo.
—Okay... Okay... Lo sé, recuerda respirar —intenté respirar, igualando lo que oía por medio del teléfono—. El tren está a punto de llegar a la estación. Aguanta y resiste hasta que llegue.
—Está bien —respondí. Al cortar la comunicación, otra contracción me quitó los pensamientos por unos segundos—. Ya entendí, no tengo porqué estar triste. Después de todo, podré conocerte al fin una vez que termine todo esto.

¿Estás dispuesto a darlo todo cómo padre? (Todoroki Shoto x TN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora