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Las semanas fueron pasando y con ella llegó noviembre, incluso ya estamos a mitad de mes, todavía me sorprende que tan rápido han pasado los meses, ahora mismo estamos en exposiciones y exámenes, así que mi vida social se reduce a cero, más porque sólo soy universidad, tareas, exámenes, exposiciones y trabajo, no tengo espacio para más nada, lo insólito es que a penas es el segundo semestre, resoplo y pego la cara a la mesa, mientras escucho a la profesora de Lenguaje y Pensamiento II hablar.

-Ustedes los americanos si se quejan rápido – dice Ángelo y volteo a verlo mientras sonríe –
- Y ustedes los italianos mal chistosos – digo con sarcasmo y unos segundos después me siento bien mientras nos reímos –
- Ya casi salimos, cálmate – dice y niego –

Efectivamente unos minutos después salimos y lo miro sorprendida, mi amigo sólo sonríe orgulloso de que todo salió como él dijo, niego mientras arreglamos nuestras cosas, agarro mi morral y lo pongo en mi hombro para salir detrás de Ángelo quien me cuenta sobre un chico que conoció y le gusta mucho, me alegro por él y caminamos hasta la cafetería, en el camino me tropiezo sin querer con alguien y cuando me giro a ver era ella, desde aquella noche no nos hablamos más, a pesar que va a mi casa, a pesar que a veces voy a su casa, a pesar de todo y ahora tenía su mano en mi cadera para no caerme mientras sus ojos verdes están tan intensos como cuando está molesta.

-Disculpe profesora – digo alejándome y me quedo mirándola a los ojos –
- No se preocupe señorita Montero – dice y voltea a ver a Ángelo – con permiso – dice seria y se va –
- Me odia – dice Ángelo triste y niego –
- Malos entendidos, nada más, ¿café? – pregunto volteando a ver a mi amigo y asiente feliz –

Caminamos hasta llegar a la cafetería y entramos para ir a caja, pedimos dos cafés y después de pagar, esperamos unos minutos mientras Ángelo me va hablando de Mario el chico que conoció hace un par de días, que hoy van a salir y que está muy nervioso, lo miro con tanta ternura. Después que nos dieron los cafés fuimos por una mesa y nos sentamos para seguir platicando.

-Ve con calma Ángelo no lo conoces bien y recuerda que tu estadía aquí es por un año nada más, disfruta de USA – digo y él asiente menos eufórico –
- Tienes razón, prometo ir con calma – nos reímos y seguimos platicando –



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Las horas fueron pasando hasta que ya por fin salimos de clases, me despido de mi amigo y salgo de la facultad, camino el campus hasta llegar al estacionamiento donde me encuentro a Cecilia con Luciano riendo y muy cerca, allí recuerdo algo muy importante y es que aunque ella me dijo que yo le gusto, Cecilia Abbey sigue siendo De Losano, ella sigue casada y yo capaz no paso de un gusto, una fantasía y si le hubiese dado tiempo, un pasatiempo, quizás.

-Maia – dice Luciano cuando voltea la cara y sonrío de lado – ven aquí – pide y miro a todos lados por alguien que me salve pero no ocurre –
- Hola Luciano – saludo acercándome a ellos – profesora – digo y el castaño se ríe –
- No me acostumbro a que la veas así – dice el marido feliz y sonrío asintiendo –
- Hola Maia – saluda Cecilia y volteo a verla, su mirada, aquella mirada triste que me rompe –
- Bueno los dejo, voy a casa – digo y Cecilia sólo asiente –
- Vamos a almorzar, vente – dice Luciano y niego –

Luciano intenta convencerme pero se rinde y finalmente me despido para salir corriendo de ese triángulo de mal gusto, me subo a mi coche y dejo el morral a un lado, respiro profundo y boto todo el aire que mantenía retenido. Me pongo el cinturón de seguridad, prendo el coche y salgo del estacionamiento para ir a casa, prendo la radio y la conecto con mi celular para poner la música aleatoria sonrío cuando comienza la canción de Reik y María Becerra.

Nací para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora