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-¡Bebé! – chilla Layla y abro los brazos mientras se acercaba –
- ¡Mi amor! – exclamo sonriente hasta que me abraza –
- Alaia debe venir en camino – dice la castaña y asiento –
- ¿Yo qué? – preguntan a mis espaldas y me separo de Layla para girarme sonriendo –
- Llegaste – dijo Layla y nos saludamos las tres –
- Hola chicas – saludan Antonio y Horacio al unísono, para luego saludarnos todos –

Caminamos hasta los casilleros para luego agarrar nuestros libros, no entiendo como ya es lunes de nuevo, ya comenzaron los exámenes y me estoy volviendo loca, no quiero más, no puedo más.

-¿Qué harás hoy? – pregunta Horacio y pienso un poco –
- Irme con mi abuela a su trabajo ¿por qué? – pregunto curiosa –
- Quiero hablar contigo – susurra y frunzo el ceño – sobre Antonio – termina y asiento cuando llega la profesora –

Mi profesora amada, Cecilia Abbey, se me había olvidado que tenía clase con ella, suspiro pesadamente y bajo la mirada. Como dije comenzaban los exámenes y abríamos con biología, Cecilia hoy estaba más pesada que nunca, pero quiero creer que es por los exámenes.



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-Dios odio esa materia – dice Layla mientras caminamos hasta el cafetín –
- Que dramática – digo riéndome – Horacio vamos a hablar – digo y asiente para alejarnos de Layla quien espera a los chicos – Dime – digo ya sentados en una mesa lejos de la mesa de los chicos –
- Debes saber que no es secreto que le gustas a Antonio – me quedo seria mientras oigo a Horacio hablar – es nuestro amigo y no quiero que sufra porque sé que amas a alguien más, él también lo sabe pero después de su salida el viernes cree tener fe Maia, nunca quiero que mis amigos sufran como – se detuvo y agarre sus manos –
- Como tú con Layla – finalicé y asintió bajando la mirada – dile la verdad Horacio – digo y niega volviendo a mirarme –
- Jamás Maia – dice tangente y no le sigo la contra por respeto –
- Hablaré con Antonio para aclararle todo – digo y Horacio se levanta y le sigo, entonces me abraza y un rato después volvemos a la mesa donde estaba Layla y se encontraban todos los chicos ya –

Hablamos un rato hasta que sonó el timbre y volvemos a nuestros salones, quedando en hablar con Antonio lo más pronto posible, lo cual aceptó encantado y me sentí mal porque siempre lo voy a ver como un amigo, nada más. Las horas fueron pasando y ya estamos de nuevo en el último recreo mientras nos quejamos y nos reímos, Horacio me hace una seña y entiendo que es el momento.

-¿Antonio vienes? – pregunto levantándome y asiente para levantarse más rápido que un rayo –
- Vamos princesa – responde y trago grueso para caminar hasta salir de la cafetería –

Salimos hasta el patio principal donde busco unos bancos y al ver unos, camino hasta ellos donde me siento y me cruzo de piernas, mientras Antonio se sienta a mi lado y suspiro pesadamente buscando las palabras correctas en este momento.

-No quiero que te ilusiones Antonio con algo que no va a pasar – digo suavemente – si salimos el viernes fue como amigos – agarro su mano y se tensa –
- Yo siempre te he querido Maia – susurra y siento que se rompe mi corazón –
- Y yo te quiero a ti, pero no así Antonio, perdóname – susurro y asiente para soltar mi mano y acercarse a darme un beso en la frente –
- Nunca olvides que te mereces algo muy bonito – susurra y escuchamos el timbre sonar –
- Antonio – susurro pero él sólo se levanta y se va –

Me quedo unos segundos allí sentada asimilando todo, cuando siento una mano en mi hombro y me sobresalto levantándome rápidamente, me giro y la veo allí con sus ojos preocupados, bajo la mirada y me disculpo para irme a clase.

Camino lentamente hasta llegar a mi salón y pido permiso para entrar, agradezco que la profesora que está me adora y así no tengo que quedarme afuera. Sin darnos cuenta paso la hora y finalmente estamos saliendo de clase, me despido de Layla y Horacio para salir corriendo del salón e irme a la salida, en ese proceso me tropiezo con alguien y caigo al suelo quejándome del dolor.

-Lo siento – susurran ayudándome a levantar y niego para mirar a la persona que me tumbo –
- Tranquilo – digo limpiándome y él asiente –
- No se si me conoces pero mucho gusto, Frank – dice y estrechamos nuestras manos –
- Maia, lo siento me voy – digo rápidamente para irme –

Al llegar a la salida finalmente, veo a mi abuela estacionada y sonrío para acercarme, me subo al coche y la abrazo para luego dejarle besos, dejo mi morral atrás y me pongo el cinturón de seguridad mientras mi abuela prende el coche y maneja hasta la casa de los Losano.



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-Amelia adelante, buen día – dice Luciano tan amable siempre – Maia que bueno verte aquí – me saluda y sonrío apenada –
- Hola señor Luciano – saludo y él solo sonríe encantado –
- Maia – gritan y reconozco esa voz –
- Mauricio – chilló feliz y se acerca para abrazarnos –
- Vuelvo temprano para que hablemos – me dice y agarra su bolso deportivo para despedirse de todos e irse –

Me disculpo y sigo a mi abuela hasta la cocina, donde empezamos a limpiar y por más terca que ella fuera esta vez la ayudé más que las veces anteriores, sin darme cuenta las horas iban pasando y con ello escucho la puerta principal, oigo voces afuera pero ignoro para seguir en lo mío hasta que la oigo más cerca y me paralizo como siempre hace su voz en mí.

-Señora Cecilia – digo al girarme y la veo sonriendo maravillada mientras se apoya del umbral y se cruza de brazos –
- Que bueno verte aquí – dice y asiento – ¿no quieres un café? – pregunta y me lo pienso, termino aceptando –

Ella aplaude y camina hasta acercarse a mí para pasar por un lado dejando su perfume impregnado en toda la cocina, suspiro suavemente y cierro los ojos para no arruinar el momento, ella dice algo y sólo la escucho o eso intento, porque tenerla cerca me revoluciona la vida.

-¿Por qué estuvo tan molesta en clase? – pregunto y niega –
- No es eso, es que algunos quieren pasar sin hacer nada – responde y asiento porque es verdad –
- ¿Pero ahora está más tranquila? – pregunto y sonríe mirándome fijamente –
- Muy tranquila – susurra y llega mi abuela – Amelia venga le sirvo una taza de café también – chilla Cecilia haciendo reír a mi abuela y sonrío feliz –

Por alguna razón ni ella ni yo hemos dicho que es mi profesora, tampoco que mi abuela trabaja para ella, es como que ninguna quiere entrar en detalle hacia ese tema y creo que esta bien así, me parece muy bien. Hablamos un rato y nos reímos de un par de cosas mientras que mi abuela nos contaba sus anécdotas haciendo suspirar a la rubia quien me hacía suspirar a mí pero de amor por ella.

Nací para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora