Maia Montero
-¡Buenos días! – dice Layla y veo otro nuevo día –
- Hola – saludo con voz ronca y odiando que el sol me pegue en la cara –
- ¿Vienes a comer? – pregunta y niego, Layla resopla – Cecilia llamó anoche, que te llamará hoy – dice Layla finalmente y me siento de golpe –
- ¿Por qué no me despertaste? – pregunto molesta y me levanto para buscar mi celular –Layla pide que me calme y niego, busco mi celular y me avisa que esta conectado al cargador, voy hasta el para encontrarme sin nada, sólo la hora, uno que otros mensajes y caigo de nuevo en la realidad, todo el mundo supo la verdad, miro a Layla y ella entiende todo.
-Luciano le dijo a Mauricio todo o bueno casi todo, cuando medio oí la conversación salí de la casa para llamarte – aclara Layla para sentarse en la cama y bajo los hombros, me acerco a la cama y me siento a su lado –
- ¿Qué paso luego? – pregunto confundida –
- Mauricio salió como alma que lleva al diablo, obvio no podía dejarlo ir solo, así que me subí con él y manejó hasta aquel edificio, vimos el coche de Cecilia pero él no se percato de tu coche – responde y asiento recordando que no estaban estacionados juntos –
- El mío estaba estacionado adentro del estacionamiento – susurro y ella asiente –
- Agradecí esa parte pero igual estaba aterrada, te escribía pero no te llegaban mis mensajes – dice y miro mi celular – les escribí a los chicos y querían llegar pero todo iba a ser muy raro – comenta Layla y apoyo mi cabeza en su hombro –
- Siento que todo está por acabar – susurro y Layla entrelaza nuestras manos –
- Cecilia te ama Maia – susurra y suspiro suavemente para creer que si podemos intentarlo –Luego de esa pequeña charla y de un largo silencio, voy al baño donde me encierro. Me miro al espejo un rato para aceptar todo esto que está ocurriendo, recordando la mirada de Mauricio, su odio, su dolor y siento mi pecho estrujarse, entonces recordé a Layla y cerré los ojos con fuerzas haciendo así que caiga un par de lágrimas, metí en esto a mi amiga y ahora no sé cuánto arrastre esta marea, abro los ojos y me quito la ropa, abro la llave de la regadera para meterme a duchar.
-Hija – susurra papá mientras salgo de la habitación con una pijama limpia y me abraza fuerte – tu mamá va a estar más tranquila, dale tiempo – susurra papá de nuevo y me aferro más a él –
- Papá yo no quería que ocurriera todo esto, yo sólo la amo demasiado desde – me quedo en silencio y papá se aleja, limpia mis mejillas mientras hipeo –
- Desde la escuela, lo sé – finaliza y sonreímos de lado, me deja un beso en la frente – tu abuela esta abajo – avisa y asiento para buscar con la mirada a Layla – Gracias por estar con mi hija – dice papá al girarse a ver a mi amiga –
- Siempre pa Augusto – dice Layla y reímos para quedarnos sonriendo –Escucho la risa de la abuela y corro hasta las escaleras, bajo rápidamente y me paralizo, ¿Será que se pondrá molesta? Respiro profundo y camino con mucho miedo hasta la cocina, donde me encuentro a mamá con la abuela, ambas notan mi presencia y trago saliva, mamá está seria de nuevo y mi abuela me mira con lástima, necesito tanto a la abuela Maruja en estos momentos, dice mi subconsciente y le doy la razón, mi abuela Amelia se levanta del taburete y se acerca lentamente hasta quedar frente a mí, puedo notar que la edad va pasando factura, su sonrisa ya no tan joven, sus facciones ya no tan juveniles, que hermoso llegar a esa edad, tener vitalidad a pesar que los años no pasen en vanos, mi abuela agarra mi mano y me saca de la cocina para ir lentamente hasta la sala donde nos sentamos en uno de los sofás.
-Supongo que ya sabes todo – digo apenada y siento la mano de mi abuela en la rodilla izquierda –
- No vengo a juzgarte, no soy una perita endulce – dice la abuela y sonrío asintiendo – quiero saber ¿Cómo estás? – es raro asimilar esa pregunta, porque ahora mismo no lo sé –
- Con miedo – susurro mirando a la nada – demasiado aterrada, no quiero perderla abuela y me da miedo porque sé que ella daría todo por sus hijos – me quedo en silencio mientras siento mi pecho estrujarse – y Mauricio obvio no lo tomó bien – finalizo bajando los hombros –
- Recuerdo que cuando iba a su casa después de conocerte, Cecilia no era la misma, sus ojos tenían otro brillo – dice la abuela y volteo a verla – era como si supiera que lo mejor del mundo estaba en su casa y cuando no ibas era como una bestia enjaulada – finaliza y nos reímos – hija el amor no es fácil – susurra y recordé a la abuela Maruja, borro una lágrima apunto de correr –
- Abuela – susurro y la abrazo fuerte –
- Hija si se aman de verdad, deben ser fuertes – susurra la abuela mientras acaricia mi espalda –
- Yo te juro que si me dice que luchemos juntas, lo hago – susurro para alejarme y mi abuela me mira con orgullo –
- Igualita a tu abuelo José, terco y empedernido, pero gracias a eso estás tú ahora aquí queriendo luchar por el amor de tu vida – dice y nos reímos –
- ¿Cómo eran el abuelo y tú? – Pregunto curiosa y con mas tranquilidad –
- Tu abuelo y yo nos conocimos jóvenes, pero papá me quería casar con el hijo del gobernador, tenía miedo apenas iba a tener 17 años, pero el loco de tu abuelo un día antes de la boda me pidió que nos fuéramos – nos reímos y negué asombrada – nos fuimos así que prácticamente quede desheredada – dijo dramática y nos reímos demasiado –
- ¿Y luego? – pregunto para apoyarme del hombro cansado de mi abuela –
- Comenzamos desde cero aquí, en Baltimore. A los 19 años salí embarazada de tu tía Carolina, luego tu tío Arturo y finalmente tu mamá – dice tranquila y feliz – agradecida de la familia que tengo, los hijos y sobre todo los nietos – Finaliza la abuela y me siento bien para verla –
- Abuelita – susurro y ella niega para abrazarme, así nos quedamos un rato y en silencio –
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Nací para amarte
RomanceMaia Mitchell, una joven soñadora y con una vida por delante, estudiante de odontología y con una novia que la hace muy feliz, al menos eso hasta que regresa su pasado, aquel pasado que quiso bloquear por tres años... su profesora, su sueño más boni...