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Las semanas iban pasando y con ellas los meses, ya van dos meses que no volví a pisar la casa de Cecilia Abbey y que tampoco le hablo, muchas personas han notado la distancia entre ambas pero nadie pregunta excepto Layla aún así trato de evadir las respuestas hacía ello.

El problema es que cada día tengo claro mis sentimientos por Cecilia y es que me gusta mucho, me encanta, me fascina, ya no es admiración, que aclaro sí le tengo. Es más allá, es su sonrisa, es su cabello rubio por los hombros, sus ojos verdes iluminados cuando habla con alguien, es su ropa que me fascina, es soñarla, es pensarla, es que la amo en silencio.

-Tierra llamando a Maia – dicen y volteo a ver a Antonio –
- Esa mente está en alguien más que no somos nosotros – dice Layla y la fulmino con la mirada –
- Hey chicos – dice Darío llegando y saludando – hola chiquita – dice y me deja un beso en la frente –
- Hola Darío – saludo suavemente para verlo sentarse al lado de Antonio –
- ¿Qué hablaban? – pregunta sonriente y me pierdo al ver detrás de él a Cecilia –

Hoy esta más hermosa que nunca, un traje negro que va conformado en un pantalón de vestir negro, una camisa manga larga blanca con botones y un blazer negro, suspiro suavemente y un choque de manos me trae de regreso.

-¿Qué ocurre? – pregunto asustada y todos me ven burlones menos Darío que tampoco entiende –
- Ya entendemos donde estaba esa mente – dice Antonio y frunzo el ceño –
- Cállate Antonio – le pide Horacio y el castaño asiente lentamente –
- ¿Te gusta? – pregunto Alaia y Darío volteo a verla, pero yo lo vi a él –

El problema es que hace un mes Darío se me confesó y no tuve el valor de decirle que me gusta alguien más, sin embargo, no pude aceptarlo porque es hacerle daño y no es justo, el merece un amor bonito, duradero y que sobretodo lo amé solo a él, no merece menos.

-Si – respondo seca y Darío suspira bajando los hombros – disculpa – digo suavemente y niega –
- No puedo competir – susurra y se levanta – disculpen chicos – dice y se va –

Me giro a verlo y suspiro apenada, bajando los hombros. Volteo a ver a los chicos quienes están avergonzados y negué para agarrar mi morral y salir de allí, caminé hasta la parte trasera del patio y me senté detrás de las gradas, saqué un cuaderno, me puse los audífonos y comencé a escribir mientras escuchaba música, dejando de pensar en todo lo ocurrido pero sobre todo en ella hasta que siento una mano en mi hombro izquierdo y me sobresalto quitándome los audífonos.

-Hola – susurra con esos ojos verdes arrepentidos y esa voz gruesa pero delicada –
- Hola – susurro arreglando mi cuaderno para guardarlo –
- Sonó el timbre y como no te vi, te busqué – dice y asiento para arreglar mi morral en mi hombro –
- Gracias – digo seca y suspira pesadamente –
- Maia – susurra y la miro atenta – quiero pedirte disculpas – dice finalmente y trago saliva –
- ¿Por qué? – pregunto sería y me mira mordiéndose el labio –
- Por ofenderte – susurra y asiento buscando respuestas pero no hay alguna –
- Está bien profesora – digo y me giro para irme –

Pero no pensé que quizá su toque me mataría un poco cada vez más, Cecilia me agarra de la mano y me gira para pegarme a ella por unos segundos, pero al darse cuenta del acto se aleja como si la quemase o como si tuviera sarna, siento mi corazón romperse y tengo un nudo en la garganta.

-Lo siento – susurra y carraspea – nos vemos en clase Montero – dice más seria y pasa por mi lado –
- Voy profesora – digo sarcástica y camino detrás de ella hasta entras a la escuela –

Caminamos el pasillo en silencio, sólo oyendo retumbar los tacones que ella lleva puestos, la miro de arriba abajo y sólo quiero pegarla a la pared para besarla, pero recuerdo lo ocurrido y se me pasa, llegamos al salón y abre la puerta para dejarme entrar primero, le agradezco y entro para caminar hasta mi puesto, Layla nota mi presencia y frunce el ceño pero más no dice nada y se lo agradezco mucho.





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-Hola abuelita – saludo sonriendo para abrazarla –
- Hasta que vienes conmigo a mi trabajo – sonrío negando y agradeciendo que es miércoles –
- ¿A qué casa vamos? – pregunto subiendo al coche –
- Vamos a casa de los Hernández – asiento recordando que es una familia muy bonita y sonrío –
- Va, vámonos – digo colocando el morral atrás y luego poniéndome el cinturón de seguridad –

Después de una hora en carretera llegamos a la casa de la familia Hernández, ayudé a mi abuela a bajar con sus cosas y caminamos hasta la entrada donde como siempre nos abrió la señora Frida, una mujer muy alegré y bromista, entre risas caminamos hasta la cocina y un rato después comenzamos a limpiar.

Las horas fueron pasando y sin darnos cuenta ya habíamos terminamos, la noche había caído y nos despedimos de los señores para irnos de esa casa, mi abuela me iba contando la historia de como sacó a adelante a sus hijos con mi abuelo y como siempre sonrío maravillada de que mis abuelos estuvieran juntos hasta que mi abuelo falleció, que mis tíos y mi mamá siempre los tuvieron, aún así mi abuela les dio educación, comida y techo gracias a la limpieza mientras que mi abuelo fue gracias a que trabajó como albañil, me siento tan orgullosa de ellos.

Un rato después llegamos a casa y mi abuela esta vez no aceptó quedarse, así que me quité el cinturón de seguridad para agarrar mi morral y me despedí de ella con un abrazo y un beso, me bajé del coche y la vi irse, me giro para caminar hasta la entrada y después de abrir la puerta entro a casa encontrándome a mi papá caminando hasta la cocina y la voz de mamá me hizo sonreír feliz, así que fui a saludarla mientras papá se quejaba que lo vi primero y nos reímos, Eithan llegó también y los cuatro nos quedamos cocinando mientras hablábamos.







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Días después…

-Señorita Montero quédese – dice Cecilia muy seria y temí por mi vida –
- Nos vemos hermosa – dice Layla y asiento mientras Horacio me ve con cara de miedo y le guiño un ojo –

Los chicos iban saliendo del salón después de despedirse de Cecilia, unas se quedaban a preguntar algo y luego se iban, así hasta que nos quedamos solo las dos, la miro atenta mientras me aferro a mi morral y ella se quita los lentes para fijar sus perlas verdes en mí.

-Quiero disculparme contigo y pedirte que vuelvas a casa, Mauricio no deja en paz a Amelia por saber de ti – dijo suavemente pero con aquella voz gruesa que me encanta –
- Está bien, el lunes voy con mi abuela – digo suavemente y asiente sonriendo – ¿Algo más? – pregunto y se me queda viendo fijamente sin ninguna expresión y termina por resoplar –
- Que todo vuelva a ser como antes Maia – susurra y sus ojos se tornan tristes, mientras tanto yo me quedo en silencio ahora porque sí, la extraño tanto pero me dolió todo lo que ha pasado –
- Esta bien Cecilia, no hay problemas – digo suavemente y me acerco a ella para darle un abrazo –

Enreda sus brazos en mis caderas y me siento en casa, la oigo suspirar y nos alejamos lentamente un rato después, sonrío y me despido para finalmente salir del salón, camino hasta la cafetería y nada puede quitarme la sonrisa, camino hasta caja donde pido algo de comer y luego de pagar me entregan mi comida. Me acerco a los chicos y cuando me siento, alzo la mirada y allí la veo toda resplandeciente entrando a la cafetería y suspiro suavemente.

-¿Todo bien con ella? – pregunta Layla y asiento –
- ¿Con quién? – pregunta Darío llegando y me tenso, mi idea era comer pero necesito hablar con Darío, es justo –
- ¿Podemos ir a hablar? – pregunto y asiente, me levanto y me hace señas para salir primero –

Nací para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora