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Maia Montero

Los días fueron pasando y febrero no apunta ser mejor que enero, a excepción que mañana es mi cumpleaños; cada día es más eterno que el otro y la verdad no sé cuando se vaya este dolor tan grande que siento ahora mismo, es como si quisiera torturarme hasta decidir en morirme. Mis amigos cada quién esta en lo suyo, pero al final del día están en mi casa para saber como estoy y los fines de semanas estamos en una discoteca o bar, creo que ya me hubiese suicidado sino fuera por ellos.

Como estoy libre de la universidad, ahora trabajo a tiempo completo, todos los días de 9 de la mañana a 7 de la noche, por las noches bebo hasta más no poder y aunque quisiera decir que ya no lloro, mientras más bebo, más la recuerdo y peor me pongo, aunque estando a solas escondida en mi habitación, agradezco que nadie me vea con lástima como los fines de semanas cuando estoy con mis amigos.

-Buenas tardes ¿Qué desea? – pregunto mirando la pantalla –
- Un latte, por favor – me quedo en shock después de oír esa voz y volteo lentamente para verla allí –
- Son 3.50 dólares – digo un rato después, cuando me repongo –
- Quédate con el vuelto – dice la rubia y asiento –
- Gracias, al lado su café – digo al terminar de pedir la orden –
- Maia – susurra y me doy la vuelta para alejarme de ella, le hago señas a una de mis compañeras y entro a la parte de la cocina para apoyarme de la pared –
- Maldición Maia – digo molesta mientras pongo las manos en mi cara –

Esa gente no me puede torturar toda la vida, ver a Lía es una maldición, todo de ella me recuerda a Cecilia y lo odio con toda mi alma. En cuanto a Emiliana no hemos hablado y creo que esta bien así, Eithan me sigue odiando como si la mamá fuera de él, viro los ojos, mientras que mamá a duras penas me saluda pero es un paso, ya que ni me hablaba, papá en cambio siempre está preocupado por mí y el resto de la familia ni por enterados están, lo supe cuando Alfredo fue a visitarme hace dos noches.

Salgo un rato después y ya Lía no se encuentra, le agradezco a mi compañera y sigo en caja mientras atiendo un par de clientes. Las horas fueron pasando, en mi descanso me escribió Antonio avisando que vendrían por mí, le dije que nos veríamos en casa, ya que traje coche y así no me siento tan sofocada. Después en la tarde seguí en caja hasta que llegó mi compañera de turno y le entregué el turno, fui por mis cosas y salí para despedirme de todos, caminé hasta la salida y finalmente ya había acabado la jornada por hoy, respiro profundo y cierro los ojos agradecida que ya se acabó por hoy, cuando abro los ojos esta ella apoyada en el capó de mi coche, viro los ojos y me cruzo de brazos sin moverme.

-Sé que no quieres verme – alza las manos y asiento para mirar al cielo –
- Descubriste un océano nuevo – digo seca y la oigo reír, me tenso pero a la vez mi corazón se alivia, frunzo el ceño –
- Disculpa por venir, pero si quiero – volteo a verla y ella baja la mirada – hablar contigo – susurra y mi corazón se acelera –
- ¿Disculpa que dijiste? – pregunto haciéndome la loca y alza la mirada para sonreír de lado –

Mis manos comienzan a sudar, Lía se acerca lentamente y con cautela por sí quiero alejarme, una parte de mí si quiere salir corriendo pero otra parte de mí pide que se acerque más, desde la primera vez que la conocí con ella es diferente a las amigas de Cecilia, es como un pequeño imán, pero obvio no como Cecilia, Lía se detiene a unos cuantos pasos y yo quiero salir corriendo.

-¿Nos podemos ver mañana? – pregunta y su voz ronca me hace apretar la mandíbula –
- Mañana cumplo años, no puedo – respondo y me escapo para ir hasta mi coche donde me subo y dejo las cosas a un lado –

Lía me mira cruzada de brazos y aunque quiero realmente escaparme, algo me detiene, me regaño mentalmente y me bajo de nuevo del coche para apoyarme de la puerta del piloto, Lía me mira atenta y niego, busco las fuerzas suficientes para saber que decir pero nada me ayuda.

-El domingo, a las 7 de la noche al salir del café y Lía – digo y la rubia me mira atenta – si quieres dile a las chicas – digo y me subo al coche –

Veo sus labios moverse mientras dicen Gracias y sonrío negando para prender el coche, necesito lo más pronto posible alejarme de ella, manejo hasta casa y unos cuarenta minutos después estoy estacionandome frente a ella, veo los coches de Darío, Layla y Antonio, suspiro y saco de mi morral mi carterita de vodka, tomo un trago largo y me quejo por el ardor del líquido.

Guardo la carterita y agarro mi morral, me bajo del coche y le paso seguro, rodeo el coche y camino hasta la entrada, saco la llave de mi morral y abro la puerta, entro y escucho mucho ruido, pero tengo la mente echa un caos, así que solamente subo a mi habitación, donde me encierro, voy al baño y me quito todo para echarme una ducha de agua helada porque la necesito.


-Hola – dicen y me sobresalto al ver a Emiliana en mi cama –
- Hola – saludo temblorosa y ella lo nota –
- No te pongas así, no soy el imbécil de tu hermano, mucho menos el mío – dice y nos reímos –
- Gracias – susurro para calmar mis músculos –
- ¿Si quieres dejo que te vistas y vuelvo? – pregunta y niego –
- Dame un minuto – digo buscando una pijama y asiente –

Regreso al baño y me vuelvo a encerrar, me miro al espejo y me tenso de nuevo ¿Qué tipo de mala jugada es esta? Primero la hermana y ahora la hija, no puedo con esto, no sé si pueda soportarlo, ahora mismo lo menos que necesito es gente que me la recuerde y ahora los veo a todos. Salgo después de vestirme y Emiliana esta viendo la misma foto que Cecilia una vez veía cuando subió a mi habitación, carraspeo y alza la cara, sonríe y siento un puñal en mi corazón, me acerco lentamente y me siento en la cama, ella hace lo mismo.

-Disculpa a mi hermano y tu hermano – susurra Emiliana y volteo a verla sorprendida –
- ¿No me odias? – pregunto titubeante y ella sonríe para negar –
- No puedo odiar a quien hizo feliz a mamá – susurra y agarra mi mano – No sé aún porque mamá se fue pero Maia ella era feliz contigo – dice y otra vez siento las lágrimas nublarme la mirada –
- Yo la amo Emiliana – digo con la voz rota y la rubia me abraza –
- Yo lo sé pequeña – me alejo de golpe y se da cuenta que algo no está bien – Perdón – susurra y niego –
- No, es sólo que… - me quedo en silencio, pensando mirando a la nada – me recordaste a ella – digo vacía y Emiliana sólo suspira –
- ¿Todo bien entre nosotras? – pregunta y volteo a verla, extiende su mano y la estrechamos –
- Al menos sé que contigo todo bien – digo y se ríe para negar –
- Haré que te pida perdón de rodilla, dame tiempo – dice y nos reímos – nos vemos cuñada – se despide y me deja un beso en la sien –
- Nos vemos cuñada – me despido y la veo salir de la habitación –

No puedo odiar a quién hizo feliz a mamá, sus palabras no salen de mi mente, es una mujer increíble igual a su madre, me alegra tanto que sea así. Respiro profundo y unos minutos después suben los chicos quienes me insultan y me rio para abrazarlos a todos, me acuesto y Antonio saca una botella de Ron, me levanto de golpe y se la quito para destaparla, tomo un trago largo y aunque me quejo un poco también me gusta pero Alaia me quita la botella, para luego pasársela a Darío.

-Vamos a ser los primeros en felicitarte – dice Layla y me abraza por el cuello –
- Los amo – digo y todos me lanzan besos –

Pasamos un rato bebiendo y se me olvidó que no comí, pero como tampoco estoy comiendo mucho y si estoy bebiendo más, entonces un día más no hace la diferencia. Efectivamente a medianoche los chicos me abrazaron y felicitaron para avisarme que luego del trabajo vamos a rumbear, me reí aceptando porque ya sabía que iba a pasar, todos se van menos Layla quién decide quedarse conmigo.

-Lía fue hoy al café – digo mientras Layla se cambia la ropa y se pone una pijama –
- ¿La tía de Mauricio? – pregunta y murmuro – ¿Para qué? – pregunta y suspiro –
- Un café y luego al salir para vernos mañana pero le dije que no – respondo y Layla aplaude como foca – pero le dije que sí para el domingo – siento un cojín en mi cara y me quejo – dolió idiota – digo molesta –
- Tú no aprendes – dice derrotada y miro al techo mientras que la castaña apaga la luz, luego siento a Layla acostarse a mi lado –
- Capaz y sí, soy masoquista – respondo y siento su mano en mi abdomen para apoyar su cara en mi pecho – capaz… - susurro pensativa y un rato después nos quedamos dormidas –

Nací para amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora