Capitulo 78-Poder A Tres Bandos

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Aegon llegó al pequeño pueblo costero bajo un cielo plomizo, donde la brisa salada del mar parecía traer consigo una promesa de tormenta. El pueblo era apenas un grupo de casas de piedra, con techos inclinados y chimeneas humeantes. Los habitantes, acostumbrados a los mercenarios que llegaban y partían, miraban con nerviosismo al ejército de Aegon que descendía de las colinas y se dispersaba por la aldea.

En el puerto, los barcos de la Compañía de los Labradores de las Sombras esperaban como leviatanes dormidos. Sus velas negras estaban recogidas y sus figuras de proa talladas con formas intimidantes: serpientes, lobos y dragones. Aegon se detuvo frente al muelle principal, donde Lyman Darry y Marq Piper supervisaban los preparativos.

"¿Todo listo?", preguntó Aegon, su voz resonando con autoridad.

Lyman, con su armadura desgastada y capa marrón, asintió. "Los hombres están cargando provisiones y asegurando las armas. Partiremos en cuanto la marea lo permita".

Marq Piper, con un brillo cínico en sus ojos, se acercó a Aegon. "Nunca pensé que volvería a Poniente con algo más que una espada alquilada, y mucho menos con un rey. ¿Sabes cuántos reyes he visto caer?"

"Los suficientes para saber cuándo apostar por uno que ganará", respondió Aegon sin titubear.

Durante los días en el puerto, Aegon pasó tiempo con los mercenarios. Escuchó sus historias, bebió con ellos y aprendió sus nombres. Se ganó su respeto no con promesas vacías, sino con palabras directas y una mirada que hablaba de una ambición feroz.

Una noche, sentado junto al fuego con Lyman y Lewys Piper, Aegon habló de sus planes. "Rocadragón será nuestra base. Desde allí, haremos que los señores recuerden quién soy. Los Targaryen no nacimos para morir en el exilio".

"¿Y si no te reciben con los brazos abiertos?", preguntó Lewys con escepticismo.

"Entonces haré que lo hagan. Si Poniente me niega mi trono, lo tomaré a la fuerza", respondió Aegon, y la llama del fuego pareció reflejarse en sus ojos.

La marea alta llegó al amanecer, y los barcos zarparon uno por uno. Las velas negras se desplegaron como alas de cuervos, y la flota se deslizó sobre las aguas brumosas hacia Rocadragón. Durante el viaje, Aegon entrenaba con su espada, discutía estrategias con Lyman y Marq, y pasaba largas horas en la proa del barco, mirando hacia el oeste con una mezcla de anhelo y determinación.

"Pronto", se repetía en silencio. "Pronto, todo comenzará".

En la Fortaleza Roja, el rugido distante de los martillos y los yunques llenaba el aire. La ciudad estaba sumida en una frenética actividad. Desde las almenas, Daenerys observaba cómo hombres y mujeres trabajaban sin descanso: carpinteros reforzaban las puertas, herreros forjaban espadas y catapultas, y jóvenes aprendices distribuían flechas y provisiones. Desembarco del Rey se estaba transformando en una fortaleza, y su gente, en soldados improvisados.

Jon se acercó, con Tyrion caminando a su lado. "La ciudad no aguantará un asedio prolongado", dijo Jon, su voz grave. "Nuestros soldados están agotados, los muros son viejos, y la gente está asustada".

"¿Qué sugieres, Jon?", preguntó Daenerys sin apartar la vista del horizonte.

"Esperar", respondió Jon. "Defender lo que podamos, pero evitar una batalla campal. Aegor tiene un gran ejercito, y si atacamos antes de tiempo, perderemos todo".

Tyrion asintió con pesar. "Debemos jugar con lo que tenemos: el terreno, las murallas, y la esperanza que Drogon trae a la gente".

Antes de que Daenerys pudiera responder, la puerta de la sala se abrió de golpe. Sansa Stark entró, su rostro pálido pero determinado.

THE FIRST OF HIS NAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora