Capitulo 85-La Suma Sacerdotisa

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Aegon entró en la sala común del Castillo Negro, donde Kinvara se había instalado temporalmente. La sacerdotisa roja estaba de pie junto al fuego, observando las llamas como si pudieran responder a todas las preguntas del mundo. Su capa roja envolvía su figura, y su semblante era tan sereno como siempre, en un contraste irritante con la intensidad que bullía en el pecho de Aegon.

"Tenemos que hablar," dijo Aegon con firmeza, cruzando la sala con pasos rápidos.

Kinvara no se giró de inmediato. "Siempre estás bienvenido a hacerlo, príncipe," respondió con un tono suave, pero cargado de certeza.

"No me llames príncipe," espetó Aegon, deteniéndose frente a ella. "Dejé ese título atrás cuando tomé el negro. Ahora soy un hermano de la Guardia de la Noche, y no tengo tiempo para tus enigmas."

Kinvara finalmente lo miró, sus ojos brillantes e imperturbables. "¿Entonces qué te trae aquí, Aegon Targaryen? Si no buscas respuestas, ¿qué buscas?"

Aegon apretó los puños, irritado por su actitud. "Busco entender por qué debería escuchar una sola palabra de lo que dices. Tu fe... esta religión de R'hllor... está demasiado segura de sus principios. Siempre es la voluntad del Señor de la Luz, ¿verdad? Pero ¿dónde estaba esa voluntad cuando una sacerdotisa roja quemó viva a la hija de Stannis Baratheon? ¿Dónde estaba cuando las tropas de Stannis desertaron, cuando su mujer se ahorcó, y cuando él mismo fue derrotado y asesinado?"

Kinvara no parpadeó. Su mirada fija parecía estudiar no solo las palabras de Aegon, sino también lo que había detrás de ellas. "Los hombres y las mujeres pueden cometer errores, incluso los servidores del Señor de la Luz. Pero no confundas los errores humanos con la voluntad divina. El fuego ilumina el camino, pero no todos tienen la fuerza para caminar por él sin tropezar."

Aegon soltó una carcajada amarga. "Qué conveniente. Todo es parte de un plan mayor, ¿no? Entonces dime, Kinvara, ¿por qué debería creer en tus palabras? ¿Qué te hace diferente a esa sacerdotisa que condenó a la hija de Stannis?"

Kinvara sonrió ligeramente, inclinando la cabeza. "Porque yo te conozco, Aegon Targaryen. Y tú me conoces. ¿Recuerdas lo que te dije la primera vez que cruzaste las puertas del templo de R'hllor en Volantis?"

Aegon endureció su expresión, pero no respondió.

Kinvara continuó, su voz casi un susurro, como si estuviera recordando un secreto compartido. "Eres un dragón que camina entre sombras. No temas al fuego, porque el fuego eres tú. Pero cuidado con las sombras, porque ellas siempre intentarán devorarte.'"

Aegon desvió la mirada, su mandíbula apretada. No le gustaba recordar ese momento. Había sido un tiempo en el que estaba perdido, buscando desesperadamente una identidad y un propósito.

Kinvara dio un paso más cerca, aunque su tono seguía siendo calmado. "Te irrita porque sabes que hay verdad en mis palabras. Siempre la hubo. El fuego no miente, Aegon. Pero ahora no estoy aquí para hablar del pasado. Estoy aquí porque algo oscuro se acerca. Los hombres que cruzaron el Muro, esos hombres que enfrentaste, son solo el principio. Son piezas de un tablero que no puedes ignorar y si el tablero encuentra esas piezas.."

Aegon la miró, tratando de descifrar sus palabras. "¿Qué estás diciendo? ¿Qué tienen que ver los Thenn con lo que se avecina?"

Kinvara alzó la vista hacia las llamas, como si en ellas pudiera ver el futuro. "Los Thenn son como ramas secas que anuncian un incendio inminente. Si no los detienes ahora, si no cierras la grieta en el hielo, algo mucho peor atravesará el Muro. Algo que no puede ser detenido con espadas de acero común ni con la fuerza de los hombres."

Aegon frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente para entender lo que decía.

"Hablas en acertijos, como siempre," dijo Aegon con frustración. "Pero si estás aquí para advertirnos, dime claramente qué es lo que quieres que haga."

THE FIRST OF HIS NAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora