Happy birthday Craig Tucker

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Craig y Tweek se separaron después del casi accidente, sin intercambiar una palabra. Ambos se quedaron con la imagen del otro grabada en su mente, y con el sentimiento de haber encontrado algo especial. Pero ninguno de los dos sabía cómo actuar, ni qué hacer. Estaban confundidos, asustados, emocionados. Estaban enamorados.

Craig llegó a su casa, donde lo esperaban Clyde y Token. Ellos habían organizado una fiesta sorpresa para celebrar su cumpleaños, pero se dieron cuenta de que algo andaba mal con Craig. Lo vieron más callado y serio de lo normal, y le preguntaron qué le pasaba.

—¿Qué te pasa, Craig? —le preguntó Clyde, preocupado— ¿Te sientes bien?

—Sí, sí, estoy bien —mintió Craig, tratando de sonreír— Solo estoy un poco cansado.

—No nos mientas, Craig —lo regañó Token, con seriedad— Te conocemos desde hace años, y sabemos cuando algo te molesta. ¿Es por el trabajo? ¿Por tu familia? ¿Por alguna chica?

Craig se puso nervioso al escuchar la última pregunta. Recordó al chico de ojos verdes que había visto en el auto, y sintió un cosquilleo en el estómago. Se preguntó si lo volvería a ver, si algún día sabría su nombre, y si le gustaría. Se preguntó si era su destinado.

—No, no es por nada de eso —se apresuró a decir Craig, evitando la mirada de sus amigos— Solo es que... bueno, hoy me pasó algo raro.

—¿Qué cosa rara? —insistió el Alpha castaño, intrigado— Vamos, cuéntanos. Somos tus amigos, puedes confiar en nosotros.

Craig suspiró, y decidió contarles lo que le había pasado. Les habló del casi accidente, del chico rubio, de la sensación que había sentido al verlo.

Les dijo que creía que era su destinado, pero que no sabía nada de él, ni siquiera su nombre. Que estaba confundido, y que no sabía qué hacer.

—Wow, Craig, eso sí que es raro - comentó Clyde, impresionado— Nunca te había visto así por nadie. Parece que ese chico te ha impactado.

—Sí  —admitió Craig, con nerviosismo y las orejas rojas. Agradecía que su cabello largo las cubriera o sería la burla de Clyde por un tiempo—. Pero no sé si lo volveré a ver, ni si él sintió lo mismo que yo. Tal vez solo fue una coincidencia, y no significo nada.

—No digas eso, Craig —le dijo Token, con firmeza—. Si crees que es tu destinado, entonces tienes que ir tras él. No puedes dejar pasar esta oportunidad, puede que sea la única que tengas. Tienes que buscarlo, encontrarlo, hablarle. Tienes que decirle lo que sientes, y averiguar si él siente lo mismo. Tienes que luchar por tu felicidad, amigo.

Craig se quedó pensativo, y se dio cuenta de que Token tenía razón. No podía dejar escapar a ese chico, tenía que intentar algo. Tenía que seguir a su corazón, y arriesgarse. Tenía que encontrar a su destinado.

—Tienes razón, Token —aceptó Craig, con determinación— Voy a buscarlo, voy a encontrarlo, voy a hablarle. Voy a luchar por él. Gracias, por su apoyo. Son los mejores.

—De nada, Craig —le dijeron Clyde y Token, al unísono.

—Estamos aquí para ayudarte. Cuenta con nosotros para lo que necesites —agregó el afroamericano alzando su copa para brindar.

—Gracias, de verdad —tomándolos por sorpresa, los abrazo con fuerza y genuina felicidad. Una muestra de afecto muda y rara viniendo de Craig, dónde les decía que los quería, porque no lo diría en voz alta.

—Nosotros también, te queremos Craig —correspondió Clyde riendo ante el primer y único abrazo que les había dado Craig en toda su vida conociéndose.

—Feliz cumpleaños, amigo.

Craig se sintió feliz de tener unos amigos tan buenos, que lo apoyaban y lo querían. Se olvidó por un momento de sus problemas, y se dispuso a disfrutar de su fiesta. Pero en el fondo de su mente, seguía pensando en el chico de ojos verdes, y en la posibilidad de volver a verlo.

[…]


Tweek también llegó a su casa, donde lo esperaba su padre. Él era el único familiar que le quedaba, ya que su madre había muerto cuando él era pequeño.

Su padre era un hombre severo y exigente, que siempre le presionaba para que fuera el mejor en todo. Le había inculcado la idea de que el trabajo era lo más importante, y que el amor era una distracción.

Le había prohibido buscar a su destinado, y le había amenazado con desheredarlo si lo hacía.

—Hola, padre —lo saludó Tweek, con timidez— Ya estoy en casa

—Hola, hijo —respondió Richard, con frialdad, sin alzar la mirada de algunos papeles que estaba revisando— ¿Cómo te fue en el trabajo?

—Bien, padre —mintió Tweek, tratando de sonar convincente— Todo bajo control.

—Me alegro, hijo —dijo su padre, con orgullo, miradolo por encima de sus lentes— Eres un buen director ejecutivo, y un buen heredero. Has hecho que la empresa sea la más exitosa del país. Estoy orgulloso de ti, hijo.

—Gracias, padre —respondió Tweek en automático, sin emoción— Hago lo que puedo.

—Lo sé, hijo. Y por eso te pido que no hagas nada que pueda arruinar tu carrera, o tu reputación. No te dejes llevar por las emociones, o por las tonterías del destino. No busques a tu destinado, no lo necesitas. Solo necesitas el trabajo, y a mí. ¿Entiendes, hijo? —sentenció Richard volviendo su mirada a los papeles sobre la mesa.

Tweek asintió, pero por dentro se rebeló.

Recordó al chico de ojos azules que había visto en el auto, y sintió un nudo en la garganta. Se preguntó si lo volvería a ver, si sabría su nombre, si le gustaría. Se preguntó si era su destinado.

—Sí, padre, entiendo —aceptó Tweek, con resignación, rodando los ojos irritado—. No buscaré a mi destinado, no lo necesito. Solo necesito el trabajo, y a usted.

—Muy bien, hijo. Esa es la actitud. Eres un buen hijo Tweek, y un buen Gamma como para depender de un simple Beta o de cualquiera —soltó con molestia y desaprobación. Richard ya había olvidado lo que se sentía el tener a tu otra mitad, es comprensible porque perdió a Helen hace mucho tiempo—. Estoy orgulloso de ti, hijo. 

—Hago lo que puedo —repitió Tweek con tristeza en la mirada.

—Lo sé, hijo. Ahora ve a tu habitación, y descansa. Mañana será otro día de trabajo —le recordó Richard a Tweek con indiferencia. Ya no era momento para la charla de padre e hijo.

—Buenas noches, padre —se despidió Tweek, con obediencia.

—Buenas noches, Tweek.

Tweek se fue a su habitación, donde se encerró y se echó a llorar. Se sentía solo, infeliz, y atrapado.

Quería escapar de su padre, de su trabajo, de su vida. Quería buscar a su destinado, quería encontrarlo, quería hablarle. Quería saber si él sentía lo mismo, quería estar con él. Quería ser feliz, Tweek.

Así pasaron los días, Craig y Tweek no se volvieron a ver. Ambos estaban ocupados con sus respectivos trabajos, y no tenían tiempo para nada más.

Ambos pensaban en el otro, y se preguntaban si lo volverían a ver. Ambos se sentían incompletos, y anhelaban algo más. Ambos se querían, pero no lo sabían.

Hasta que un día, el destino los volvió a juntar. Ese día, Craig tenía que entregar un diseño gráfico para una empresa de repostería, que resultó ser la misma donde trabajaba Tweek.

Craig no lo sabía, y fue a la empresa sin saber que allí se encontraría con su destinado. Tweek tampoco lo sabía, y estaba en su oficina sin saber que allí llegaría su destinado.

Craig entró a la empresa, y se dirigió a la recepción. Allí le pidieron que esperara, y que pronto lo atenderían.

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Volví con nueva parte. Espero que les haya gustado si es así déjenme saberlo en los comentarios.

Tweek y Craig (One shorts Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora