El Príncipe y el Profesor

224 12 0
                                    

Número de dado: 1

[…]

Había una vez un príncipe guapo llamado Craig del linaje Tucker, vivía en un castillo junto al mar. A pesar de su nobleza y riqueza, Craig tenía un problema: no sabía leer español.

A sus 18 años, había intentado aprender por sí mismo, pero las palabras en los libros seguían siendo un enigma para él.

Y es que nunca había sentido la necesidad de aprender a leer otro idioma que no fuera su propio idioma, el inglés. Pero ahora quería aprender y no sabía si alguien si quiera quisiera ayudarlo.

Un día, mientras paseaba por la playa, Craig encontró a Tweek, un joven estudioso con gafas y cabello alborotado.

Era conocido por todo el reino por ser un ratón de la biblioteca real. Aunque a Craig le gustaba asociarlo más a un búho por las ojeras que apenas se veían a través de sus gafas, suponía que quizá no dormía por seguir leyendo.

Justo como ahora, que Tweek estaba leyendo un antiguo poema en español y murmurando las palabras en voz baja. Craig se acercó con curiosidad.

—¿Puedes enseñarme a leer? —preguntó el principe, sintiéndose un poco avergonzado.

Tweek levantó la vista de su libro y sonrió con timidez, al fin conocía en persona al principe.

—¡Claro! Soy Tweek Tweak, y soy un apasionado de los idiomas. ¿Por qué no vienes a mi casa esta tarde? Puedo ser tu profesor.

Era muy tonto haberse ofrecido así de la nada, pero a estás alturas ya no podía negar que se moría de nervios y emoción por la respuesta del principe. Había soñado con ese momento desde hace tiempo y ahora parecía otro sueño como en esas historias que leía en los libros que estaban escritos en español.

—Gracias. —aceptó con gratitud— Nos veremos en la tarde.

El principe partió al palacio donde sus padres lo estaban esperando para su siguiente clase de esgrima.

El rubio se quedó viendo en la dirección hacia donde se había ido Craig, pensando que habia sido una ilusión todo lo que había pasado.

[…]

Esa tarde, Tweek lo recibió en su modesta casa ya que como Laura Tucker, la madre de Craig, había oído hablar de Tweek, lo había contratado personalmente para enseñar a su hijo.

Tweek era conocido por su paciencia y habilidades como maestro. A pesar de siempre soñar despierto.

Los días pasaron, y Tweek y Craig se sumergieron en las lecciones. Sentados junto a la ventana, con el sonido de las olas como fondo, Tweek le enseñó a Craig las letras, las palabras y las frases. Craig luchó al principio, pero Tweek nunca se rindió.

—La lectura es como descifrar un enigma  —decía Tweek—. Cada palabra es un tesoro esperando ser descubierto.

Craig asintió, admirando la pasión de Tweek. Pero también comenzó a admirar otras cosas: la forma en que Tweek fruncía el ceño cuando se concentraba, su risa nerviosa cuando cometía errores y la manera en que sus ojos brillaban cuando hablaba de literatura.

Los diálogos entre ellos eran encantadores. Craig le preguntaba sobre las palabras difíciles, y Tweek le explicaba con ejemplos y analogías.

A veces, se reían juntos por las traducciones literales que Craig intentaba hacer.

Una tarde lluviosa, mientras estudiaban en la biblioteca del palacio, Craig miró a Tweek y dijo:

—Tweek, no solo estoy aprendiendo a leer. También estoy aprendiendo a entenderte, a amar lo que haces por mí...

—Yo también, Craig. N-no puedo e-evitarlo. —contestó el rubio cabizbajo y con un sonrojo que el principe pudo ver a través del cabello alborotado de Tweek.

Entre libros y tinteros, su amor floreció.

Craig finalmente pudo leer en español, pero lo que más valoraba era la historia que estaba escribiendo con Tweek.

Laura Tucker los miraba con cariño y aprobación.

Y cómo en todo, tuvo que pasar el tiempo, lapso en el que Craig y Tweek se conocieron aún más, conviviendo la mayor parte del tiempo en los jardines del palacio, aquellos que fueron mandados construir por Laura para el par.

Pasaban las tardes en la biblioteca y las noches no dormían esperando el yan ansiado mañana, para poder verse de nuevo en la costa y caminar de regreso a casa de Tweek, comer algo e ir a encerrarse en la biblioteca de nuevo.

Había días en los que no se veían porque Craig, al ser un príncipe tenía diligencias que cumplir, y más que hacer su trabajo como futuro rey, eran solo clases extra de algunas cosas que le beneficiarían en caso de algún ataque enemigo.

Un día jugando, Tweek le dijo a Craig que deberían casarse porque ya parecían recién casados aún sin ser nada.

El principe sintiéndose emocionado por la idea, lo tomo literal y ya había organizado una cena para la siguiente noche, dónde sus padres hablarían y Tweek tenia que pedirlo de manera más formal.

La cena fue un éxito, a pesar de los nervios de Tweek. Laura les dió su bendición y Thomas no tuvo de otra, más que aceptar la decisión de su único hijo varón, pensó que tal vez con Tricia en el extranjero se salvaría el legado familiar.

Fue así que Helen y Laura organizaron todo para la boda y que fuera lo más pronto posible. Es por eso que a las dos semanas el principe y el profesor se casarían.

El tan ansiado día de su boda, llegó y con ellos los padres del par que no dejan de llorar. 

—Eres mi mejor maestro y mi amor verdadero. —le susurró Craig a Tweek.

—Y tú eres mi príncipe encantador. —respondió Tweek con la sonrisa de lo más radiante ese día, lo hacía lucir aún más hermoso de lo que ya era.

Y así, en la orilla del mar, bajo un cielo estrellado, Craig y Tweek se prometieron amor eterno.

Su historia se convirtió en leyenda en el reino, y todos sabían que el príncipe y el profesor habían encontrado su final feliz.

.
.
.
.
.
.

Perdóneme si la historia se ve que daba para más, pero en mi defensa es que... ya había escrito el final y el principio, solo faltaba el centro de la historia para que funcionará bien... y bueno, como comencé a quedarme sin idea de cómo seguir, hice avanzar la historia muy rápido.

Espero que les haya gustado si es así déjenme saberlo en los comentarios.

Tweek y Craig (One shorts Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora