1. Opuestos

833 41 6
                                    

No podía concentrarse.

La canción se repetía en bucle desde la bocina al fondo de la sala, y el reflejo de Wooyoung la seguía fielmente. Sus movimientos normalmente fluidos y gráciles se habían vuelto agresivos y lentos, expectante a aquel paso que tantos problemas le estaba dando.

La coreografía original, la que había ideado su profesora, tenía un momento en que cuatro de sus compañeros debían cargarlo y darle una vuelta completa en el aire. Lo intentaron, pero solo eran adolescentes débiles y no pudieron conseguirlo; Eunji no quiso rendirse, así que tomó la decisión de modificar la secuencia. Ahora debía dar una maldita vuelta sobre sí mismo que Wooyoung simplemente no entendía.

Y mientras su cuerpo intentaba descifrarla, su mente creyó que era el momento oportuno para recordarle momentos vergonzosos de su pasado como una especie de tortura extra.

Podía decir que no extrañaba su primer día en el club de baile, durante el verano de su primer año. Había asistido por curiosidad, pero la clase estaba avanzada y se sentía como una tortuga entre liebres: lento y algo chistoso, un objetivo fácil de ridiculizar. Y eso no tardó en ocurrir, puesto que, al intentar seguir todos los movimientos que realizaban, Wooyoung terminó en el suelo respirando a duras penas después de solo media hora. Aún recordaba las palabras que soltó Yeosang, con esa voz grave suya y mirándole desde arriba.

«Ni siquiera parece que te estes esforzando.»

Clavaron muy al fondo de su pecho, aunque fingió (y hubiera querido) no haberlo escuchado. Después de ese día fue a todos los ensayos del club, sin importar que tan cansado se sintiera. Se levantaba cada vez que se tiraba al suelo rendido, y conforme pasaba el tiempo su condición física mejoró. Quería demostrarle a ese tonto pelinegro que él realmente estaba esforzándose.

Pronto se descubrió yendo a los ensayos por razones diferentes, unas que incluían el simple hecho de amar bailar. No lo había probado antes por el miedo escénico que le consumía desde niño, pero una sola vez le había bastado para sentirse como pez en el agua. También pudo conocer más profundamente a Yeosang, quién solía acompañarlo a repasar los pasos o pasaba al frente junto a él para ser evaluados.

Su amistad no fluyó naturalmente por culpa del rencor que su primera impresión dejó en Wooyoung, pero después de semanas y semanas, no le quedó de otra que abrir su mente. Yeosang se ganó un pedazo de su corazón tras verlo actuar desde una perspectiva diferente. Era honesto porque ignoraba sus consecuencias, como un niño aferrado a no mentir nunca. Decidió tenerlo en cuenta en el futuro y darle una segunda oportunidad de la que no se arrepintió.

Ahora estaba en su último año, y su profesora le había dado el centro en la presentación que tendrían antes de terminar la primavera. Su motivación residió en la promesa de ser visto por varios de sus colegas, quiénes verían las presentaciones buscando algún nuevo alumno para sus estudios de baile. Aquel inconveniente en la coreografía quería hacer creer a Wooyoung que era incapaz de manejar las expectativas puestas sobre él, pero no iba a desperdiciar la oportunidad.

Al menos debía intentarlo.

Recién cuando su mente volvió al presente se dio cuenta de lo mareado que estaba. Había repetido una y otra vez el movimiento, sin siquiera caer en cuenta de que la música había parado, y ahora su cabeza daba vueltas. Se vio caer al suelo a través de su reflejo, pero vivió de primera mano el golpe en su trasero. Cerró los ojos, adolorido.

— Mierda... — Siseó.

— ¿Estás bien?

Juraría poder haber caído una segunda vez del susto. Abrió los ojos para buscar al culpable del mini infarto que le provocó esa voz saliendo de la nada, y tardó un par de segundos en enfocar la mano que se extendía hacía él ofreciendo ayuda.

"¿Jesucristo?" deliró.

— Parece que te golpeaste fuerte, ¿no quieres ir a la enfermería?

— ¿Por un golpe en el trasero? No, gracias. — Wooyoung salió de su ensoñación. La suave voz que tenía aquel chico había llamado su atención, pero su vista seguía borrosa.

Se levantó descartando su ayuda, e instintivamente dio un vistazo a su reflejo. Cuando distinguió el Dobok blanco bajo el cabello castaño de su acompañante, sus ojos se abrieron en grande y volteó a verle directamente. Necesitaba confirmar su identidad.

San le observaba serio, con un deje preocupado en su expresión. A Wooyoung no le importaba cómo sería la suya propia, pues su mente había hecho kabum. Sus neuronas estaban como locas intentando asimilar que el chico al que creía el más rudo de la escuela en realidad tenía una voz tan dulce.

— ¿Buscas a tu hermano? — Fue lo único que pudo idear al ver que San no se iba. El chico asintió.

Después de solucionar sus diferencias, estando en la misma clase y el mismo club, Wooyoung y Yeosang se volvieron mejores amigos. De esos que cuando veías a uno la primera pregunta que llegaba a tu cabeza era dónde estaba el otro. Creyó que su cercanía les concedería un espacio abierto para hablar de sus temas personales, pero Yeosang parecía reacio a contar algo sobre su familia. Especialmente de su hermanastro, de quién Wooyoung se enteró por los rumores.

Había logrado verlo de lejos, con ese rostro serio y aquellos ojos que podrían afilar un cuchillo solo de posarse sobre él. Jung no lo admitiría en voz alta, y menos con Yeosang cerca, pero le era imposible no pensar en lo atractivo que era a penas entraba en su campo de visión.

No entendía su relación, pero se prometió no sacar conclusiones precipitadas.

Para su vergüenza, lo que había empezado como una risa tonta se convirtió en un ligero ataque de risa. Y es que, ahora que había caído en la voz tranquila y la actitud cortés de San, que no se asemejaba en lo absoluto a lo que escuchaba sobre él, solo podía pensar en lo equivocados que habían estado sus compañeros al juzgar a aquel par de chicos.

Se calmó al notar la expresión confusa en su acompañante, y a trompicones dijo: — Yeosang se fue hace media hora.

San volvió a asentir, y Wooyoung se acercó a su celular para empezar a recoger sus cosas con la respiración ligeramente afectada.

— ¿Por qué te ríes? — Preguntó a sus espaldas. Wooyoung nuevamente le dio un vistazo por el espejo, pero su expresión no había cambiado. Tampoco su tono.

Así como Kang, el castaño portaba esa inocencia característica de un niño en su actuar.

— Solo un mal chiste. — Tomo el aparato, y alcanzó una de las hombreras de su mochila desde ahí, alzándola sin esfuerzo. Pocas cosas llevaba. — Ustedes dos son realmente duales.

— ¿A qué te refieres? — San observaba sus movimientos, quieto en el centro del salón.

Wooyoung pensó su respuesta por un momento antes de decirla.

— Siempre pensé que Yeosang era como un lobo disfrazado de oveja con ese rostro bonito y su voz grave. — Se acercó a la puerta, caminando de espaldas cuando lo rebasó para no dejar de verlo hasta terminar sus palabras. — Pero nunca imaginé descubrir que tú eras lo contrario, dando la impresión de ser... un ángel con el rostro de un demonio.

Atravesó el umbral, sin notar que las mejillas de San se habían pintado en reacción a sus palabras.

— ¡Gracias por tu preocupación! — Gritó una vez en el pasillo que desembocaba en el gimnasio. Tomó su celular, intentando encenderlo, hasta que la pantalla le mostró un signo de alerta. — Otra vez sin batería, carajo.


















U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora