26. Sorpresas

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No era un fan de las sorpresas. Especialmente las de sus padres: siempre le daban regalos genéricos o llegaban en el peor momento posible, como aquella vez que invitó a una chica a casa y sus padres llegaron cantando el feliz cumpleaños porque habían confundido la fecha. Tampoco podía decir que las odiaba, pero necesitaban ser muy precisas para amarlas, y eso le hacía sentirse inseguro al intentar sorprender a otros.

Aun así decidió ignorar eso e ir a la dirección que le proporcionó Yeosang. No podía soportar pasar toda una semana viendo a San únicamente en los recesos, estando apurados y teniendo que mezclarse con sus amigos. Ya ni siquiera tenían ese pequeño momento donde caminaba hasta la estación del metro, porque ya no entrenaba con el equipo escolar.

Entró al dojang con cautela, teniendo cuidado de no estar interrumpiendo algo. Lo primero que vio fue una recepción pequeña a su derecha y un gimnasio en el que entrenaban un grupo de personas. Tendrían un alrededor de diez a quince años, y estaban acompañados de una instructora que le inspeccionó con la mirada.

— No pareces tener quince años, así que supongo que no vienes por la clase. ¿Necesitas información?

Wooyoung negó. — Vine a ver a Choi San, ¿está aquí?

La mujer asintió, señalando la puerta a la izquierda de Jung. Él realizó una reverencia en su dirección, agradeciendo en voz baja, y se acercó a la entrada. Consideraba curioso que los colores azul y rojo fueran tan predominantes en el suelo y paredes del lugar, pero supuso que era algo del deporte.

Apartó la madera con delicadeza, observando a dos siluetas moverse en el centro de la habitación rodeada de espejos y algunas imágenes colgadas en sus paredes. Desde la bandera coreana, hasta dibujos de movimientos, vocabulario, y una vitrina con trofeos dentro. Sin saber si debería interrumpir o esperar, se congeló en la entrada, hipnotizado por la escena.

— Uno. Dos. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Uno. Tres. Cinco. — Con cada número dicho, San realizaba un movimiento diferente en su dirección. Todo era rápido y preciso, pero indudablemente había fuerza de por medio. — ¿Qué sigue?

El castaño lanzó una patada a su costado derecho, pronunciando con esfuerzo un: — Dos. Tres. Cinco. Uno.

Parecía una coreografía donde un movimiento seguía al anterior para darle sentido al siguiente. Se sorprendió de verle tan concentrado, inmerso en sus golpes.

— Detente.

Al instante, San dejó la postura de pelea por una firme cual militar. Su pecho subía y bajaba con fuerza, y su rostro tenía una ligera capa de sudor, seguramente por el esfuerzo que todos esos movimientos, que hacía ver tan fáciles, le llevaban.

— ¿Es tu amigo el que nos espía?

No sabía cómo había logrado notarlo si le estaba dando la espalda, pero Wooyoung tuvo el impulso de regresar por donde vino. Como pudo, tomó valor para abrir la puerta por completo, adentrándose en la habitación y haciendo una reverencia ante el hombre junto a San. Él le miraba con curiosidad, y San parecía sorprendido.

"Bueno, ¡sorpresa! ¿Debería irme? Ahora quiero irme. Malditas sorpresas".

— Buenas tardes. — Se incorporó, y analizó el rostro de ambos.

No necesitaba más para saber que ese hombre era el mismisímo Choi Hyunsu. Tenía a prácticamente dos clones frente a él: sus rostros eran iguales, su postura también, y medían exactamente lo mismo. Lo único que los diferenciaba era el paso del tiempo en la piel de su padre, su cabello corto y que su cinturón mostraba tres líneas más que el de San.

Su cabeza ideó una broma sobre qué si le gustaran los hombres mayores habría apostado por su padre, pero se arrepintió silenciosamente de ello e hizo otra reverencia.

U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora