34. Bomba

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Mezclar talento y obsesión era una bomba de tiempo.

Había presenciado numerosas veces a personas rendirse porque sentían que no daban la talla. Que no tenían el talento suficiente. Cuando él quiso hacer lo mismo, se dio cuenta de que nunca tuvo la opción de abandonar el taekwondo: su padre, la persona a la que más admiraba y amaba, nunca le permitió salir de su dojang por las buenas. Le cuestionaba, le obligaba a entrenar un poco más, y le demostraba lo mucho que había mejorado desde sus inicios, en ese orden exacto.

Al principio se sentía muy enojado con Hyunsu. Llegó a gritarle y hasta a tirar su cinturón durante sus berrinches, pero el pelinegro nunca cedió ante sus arrebatos. Se dio el tiempo de escuchar sus razones y de darle respuestas a sus preguntas. Luego entendió que su padre no estaba tratando de atarlo al mismo deporte que entrenaba por su orgullo, sino porque sabía que San amaba el taekwondo.

San tuvo una razón diferente para intentar tirar la toalla cada vez. Cuando era niño, y dijo que quería pasar tiempo jugando antes que entrenando. Cuando era puberto, y quería saber quién era fuera de la copia exacta de su padre en la que se estaba convirtiendo. Cuando era adolescente, y las expectativas que tenían en él fueron demasiado.

El talento nato te impulsa, haciéndote sobresalir para el principio de la carrera, pero el esfuerzo era lo que te llevaba hasta la meta. Así, el esfuerzo se convirtió en disciplina y la disciplina en obsesión.

Se sentía vacío cuando pensaba en abandonar el taekwondo, porque se había convertido en aquello que le definía y a lo que se podía aferrar con ambas manos. Lo único que podía controlar, mientras su cuerpo siguiera respondiendo a su cabeza. Por eso fue que, durante la competencia, tomó una decisión.

Explotaría.

Salió de su habitación aun con la ropa de pijama y fue en dirección a la cocina. Seoyeon le recibió con un abrazo de manos ocupadas, pero San le correspondió con cariño.

— ¡Feliz cumpleaños, mi pequeña montaña!

— Está cumpliendo diecinueve años y te saca más de una cabeza, mamá. No es pequeño. — Se quejó Yeosang, quién parecía de mal humor por ser levantado para ayudar con el desayuno.

— No te metas. — Contraatacó San, dejándose mimar por su madrastra.

Se desperezó y tomó la iniciativa de ayudarles a cocinar, pero el tono de llamada en su celular le detuvo. Sacó el aparato del bolsillo para saber el remitente.

Desconocido.

— ¿Te llaman? — Preguntó Seoyeon, asomándose a su pantalla. — Tal vez es un amigo que consiguió tu número para felicitarte. ¿Por qué no respondes?

San asintió dudoso, porque sus amigos se reducían a la bolita ruidosa de la que él, Yeosang y Wooyoung eran parte, y tenía el número de todos ellos registrado ya en su agenda.

"Eso se escucha especialmente bien, en realidad. Lo de tener amigos" pensó para sí mismo, saliendo a la sala y contestando la llamada ahí.

— ¿Ah? Hm. ¿Hola?

Frunció el ceño. Parecía la voz de un niño.

— ¿Hola?

— ¿Eres Choi San?

— ¿Quién habla?

— Soy Park Jihoon.

Intentó ocultar su sorpresa, porque no quería alertar a ninguno de los Kang, pero su corazón se aceleró al imaginarlo. Si no estaba mal, Park era el nuevo apellido de su madre.

— ¿Eres Choi San?

— Si. — Respondió suave, sin saber de qué se trataba todo eso. 

— Ah, qué bueno. Era el tercer número que marcaba. — Le escuchó murmurar del otro lado, aliviado. — ¿Sabes quién soy?

U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora