65. Reconciliación

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"La segunda caída" podría parecer irrelevante, pero Yeosang sabía lo que significaba para San.

Era ese lugar y momento exactos en que podía relajarse hasta desconectarse de sus pensamientos. Observar lo hermoso que era la naturaleza con esas hojas cayendo en cascada y creando formas sin límites en el aire, y olvidarse de lo solo que se sentía, o la ansiedad que le causaba pensar en el futuro; todo lo que tendría que enfrentar únicamente por ser él.

Ahí debía concentrarse en el presente. En su respiración, y el sonido de la vida: los pájaros gorjeando, las hojas chocando, el motor de los autos, los murmullos de adolescentes acompañados de risas. Era un tipo de música que solo podía escuchar cuando se quedaba callado.

Sabía que lo único que le daba estabilidad eran esos pequeños rituales "sin sentido". Sabía lo asustado que estaba del cambio.

Yeosang también sabía que sus épocas favoritas eran la primavera, cuando el suelo se llenaba de pétalos rosados, y el otoño, cuando se convertían en grandes hojas marrones y rojizas. Ahora que era verano no había más que un par de hojas que pasaban desapercibidas, pero San continuaba yendo.

Le encontró ahí de casualidad. Los chicos le habían invitado a un partido amistoso con una clase de primer año, pero él prefirió quedarse en la banca a verlos jugar. Cuando notó una cabellera castaña escabulléndose por el costado del edificio, algo dentro de él le pidió seguirla. La idea de que podía estar interrumpiendo su momento a solas luchaba contra aquello que le gritaba que podía estar ahí para esconder su soledad de otros.

El segundo ganó.

Se posicionó a su lado, apoyando su espalda contra el muro, y observó al frente. La sombra del edificio, la misma que los cubría para evitar que murieran de calor, hacía figuras interesantes sobre el pequeño escarpe y sus árboles. Podía ver que algunas aves se refugiaban bajo su oscuridad, tomando un descanso de sus arduos viajes diarios. Algunos habían hecho vida ahí, colocando sus nidos y cuidando de sus crías.

"Así que todavía hay algo que admirar".

El silencio en el que se vieron envueltos, y del que ambos eran conscientes, se volvió una burbuja que les permitía nadar en sus pensamientos cómodamente. Para Yeosang, el calor de ese día le evocó un recuerdo.

Se sentía nervioso, como si estuviera por confesar un crimen que le llevaría a pasar años preso. Al levantarse de la mesa dejaron sus platos en la cocina, y los hermanos se dirigieron a la habitación del menor.

Tenía rato que no se asomaba ni por el hueco de la puerta, mucho menos hablar sobre poner un pie dentro, así que notó algunas diferencias. El número de trofeos aumentó, y tenía más decoraciones, pero los peluches que abrazaba por la noche seguían sobre su cama.

En el calendario de su pared marcaba el diez de julio.

— ¿De qué querías hablar?

— Quiero disculparme contigo, San.

El castaño se paralizó al escucharle. Le miró confundido, o al menos aparentando estarlo.

— ¿Disculparte..?

— Las cosas que cambiaron... todo eso fue mi culpa. — Suspiró, sosteniéndose de la puerta a sus espaldas. Quería irse. — No descubrieron que éramos hermanastros: yo lo conté. Me sentía orgulloso de ser tu hermano, pero todo se me salió de las manos y terminaste cargando tú con la responsabilidad.

Al final, el menor se quedó de pie escuchando. Sostenía el respaldo de su silla para tener mayor estabilidad, y Yeosang creyó que estaba acabando con la poca estima que le tenía.

U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora