7. Pétalos

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Wooyoung no era malo mintiendo, pero sus mentiras eran como las decoraciones en una obra de teatro escolar; con un soplido puedes derrumbar todo. ¿Lo peor? Solía ser él quién soplaba sobre ellas, exponiéndose solo.

Volvían al instituto después de aquel fin de semana y Wooyoung, como era recurrente, llegó tarde a clase. 

No pidió permiso o disculpas, solo abrió la puerta haciendo el mayor silencio posible y se escabulló por detrás de los asientos de sus compañeros. La profesora en turno le miró con decepción, pero ni siquiera trató de regañarlo: era una completa pérdida de tiempo interrumpir la clase para llamarle la atención a Jung Wooyoung. Por eso tampoco le importó cuando el pelinegro metió su cabeza entre sus brazos y se fue a dormir encima de su pupitre sin vergüenza alguna. Yeosang le dio un vistazo desde el asiento de atrás, con muchas dudas aún rondando por su mente.

Sentía curiosidad por lo que había visto el sábado, con esas charlas de a dos y aquellas miradas que se daban. Cuando Seonghwa le contó que los había encontrado escondidos en un callejón se preocupó de que pudieran haber peleado, pero eso no concordaba con la forma en que entrelazaron sus manos al caminar. Había pocas posibilidades, pero estaba negado a verlas y Wooyoung tampoco ayudaba al no responder las preguntas que le hizo por mensaje. Cambiaba el tema una y otra vez, fingiendo que no entendía de lo que estaba hablando.

No se trataba de desconfianza, sino que se sentía descolocado al no conocer algo sobre las dos personas que, directa o indirectamente, conocía al derecho y al revés, y en las que siempre tenía un ojo encima. 

Intentó consolarse con la idea de que tal vez este era aquel "empujón" que necesitaba San.

Poco antes de que la alarma del descanso sonara, Wooyoung abrió sus ojos. Parecía casi entrenado. Se desperezó como si estuviera en su propia casa, ignorando la mirada molesta de su profesor de historia coreana, y se giró sobre sí en el asiento para observar lo que hacia su mejor amigo.

— ¿Estudiando? — Yeosang sostenía entre sus manos un libro de texto correspondiente a la materia que estaba impartiendo el hombre al frente de la clase. El pelinegro inclinó el objeto para mostrarle su celular dentro de las páginas, con la pantalla oscura y muchas palabras en ella. — ¿Qué lees en realidad?

— Lector omnisciente. — Respondió con voz suave.

El más joven observó a su amigo mover sus ojos de un lado a otro frenéticamente hasta que paró y los abrió grande, sorprendido. Después le vio respirar profundo y cerrar el libro de un golpe para ocultar la pantalla de su celular. Sonrió al saber que Yesaong había entrado en pánico por lo que fuera que hubiera leído; ese tipo de reacciones en su rostro eran difíciles de conseguir.

Jung se levantó de su sitio al escuchar el timbre que les avisaba que era hora del receso matutino. El más alto le siguió sin tomar su celular, casi negado a volver a verlo hasta que sus pensamientos se asentaran.

— ¿Por qué llegaste tarde hoy?

— Me desvelé jugando videojuegos. — "Y chateando con tu hermano menor, que robó mi número de tu lista de contactos, pero eso no necesitas saberlo". — Mingi pasó un archivo por el grupo ayer en la noche sin decir nada. Resultó ser un juego antiguo de Silent Hill e intenté probarlo, pero no entendía un carajo y lo dejé a la hora. Tal vez lo continúe después.

— No vi el mensaje, ¿cuál Silent era? — Indagó su amigo, alcanzando en la barra de la cafetería dos bollos rellenos para ellos.

—  El cuatro, "The room". — Tomó uno de los panes, sacando algo de cambio para comprar bebidas en la máquina expendedora. Había una al costado de la puerta que daba al patio. 

U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora