6. Chasquido

74 9 0
                                    

Wooyoung no sabía cómo había soportado a ese grupo de animales por casi nueve horas.

Estaban saliendo recién del karaoke. Su celular marcaba las 11:47, pero la calle en la que desembocaron estaba por encenderse; así era la vida nocturna de ese barrio y muchos otros en Seúl. Él y San iban al fondo del grupo, escuchando las incoherencias que gritaban sus amigos, sumado a un par de tarareos.

La habían pasado bien, y entre Yunho y Jongho, quiénes venían de familias adineradas, pagaron la cuenta del Karaoke. A Wooyoung le gustaban las cosas gratis, así que se guardó todas sus quejas y los siguió callado hasta la puerta. Por su parte, San había dejado el cubrebocas de lado y había adoptado una postura más relajada.

Los chicos se detuvieron en un puesto de comida, pero la atención de Wooyoung se fue al sonido proveniente de un pequeño callejón. Un gato negro le dirigió una mirada que coló en la mente del pelinegro antes de dar media vuelta y alejarse en dirección a un restaurante, con esa forma de contonear cada movimiento al caminar y muy característica en ellos. Una idea se plantó en él al ver la oscuridad que le mostró el felino.

Aunque siendo honestos, el pobre animal no tenía mucho que ver con su problemática personalidad y poco autocontrol.

Tomando ventaja de la distracción de sus amigos, alcanzó la mano de un cansado San y lo arrastró dentro de la negrura. Fue lo suficientemente veloz, poco propio de él, como para pasar desapercibido por los demás. Su deseo por acercarse a San le había atado la coherencia, y el sueño se volvía madera para afianzar el fuego. Por eso lo acorraló contra la pared del callejón y acerco sus rostros peligrosamente, sin una advertencia previa.

Dos canciones se escuchaban desde lo lejos, entremezclándose en una exótica combinación de una canción coreana y una extranjera. Ambas eran ruidosas, rítmicas. Dos bellezas que se podían comparar y entender, pero que eran completamente diferentes, ambientando el momento. Wooyoung sonrió por ello, delineando los belfos de San con su mirada.

Su pecho rozaba el de San, quién se mantenía contra la pared en silencio y sin mover un dedo. No había hecho nada para acercarse, pero tampoco para alejarlo. Solo esperaba pacientemente a su próximo movimiento, con su atención fija en la sonrisa de Wooyoung.

Pasaron unos segundos eternos cuando, para sorpresa de ambos, el pelinegro pareció arrepentirse de sus acciones. Un suave susurro de consciencia le hizo volver a la realidad. Realidad en la que él y San llevaban cerca de una semana que habían hablado por primera vez, o que ese mismo día se había dado cuenta que nunca se presentaron formalmente, lo que los volvía objetivamente en desconocidos. Ni más, ni menos. Soltó un suspiró que chocó con la barbilla de San y bajó su rostro para ocultar su repentina vergüenza.

— Lo lamento, creo que te asusté. — Habló suave, levantando sus manos de la pared y alejándolas de los costados de San. — Tengo tantas ganas de... besarte que te arrastré aquí como un idiota, pero creo que hacer esto es demasiado. Regresemos.

Se alejó lo suficiente de San como para terminar cualquier contacto que hubiera entre sus cuerpos. Estaba por darse la vuelta y dejarle una vez más con la sensación de una conversación inconclusa cuando Choi le tomó de los costados, compactando su cuerpo desde la parte exterior de sus brazos y dejándolo quieto en su sitio. Wooyoung iba a preguntar qué ocurría, asustado porque nunca podía descartar la idea de que San le golpeara por ponerlo en esa situación desde el principio, pero los labios del castaño sobre los suyos le detuvieron abruptamente. No hubo movimiento, se trataba solo del tacto. Tímido, tal vez torpe.

Pero fue suficiente para dejar enganchado a Wooyoung con todo lo que tenía que ver con San.

Las manos temblorosas de San le soltaron cuando ambos escucharon un llamado de la bocacalle. Se separaron, sintiéndose tan avergonzados como confundidos. Ninguno sabía explicar lo que había cruzado por la mente del otro al hacer lo que hicieron, o como habían cedido tan fácilmente a su primer impulso. Para ninguno tenía sentido que acabaran de besarse con alguien a quien apenas conocían, pero sus corazones estaban desembocados y sus labios cosquilleaban por una segunda oportunidad.

El origen de la voz se asomó por la entrada del callejón.

— Los estamos buscando hace rato. — Dijo Seonghwa, alzando dos brochetas de tteokbokki con salchicha en cada mano. — Les compramos algo de comida.

— ¡Gracias! — Dijo Wooyoung, acercándose a tomar las dos brochetas que Seonghwa le ofrecía como si nada hubiera pasado. — ¿Dónde están los chicos?

— Mingi y Hongjoong están peleando por quién puede meterse más tteokbokkis a la boca. — Respondió, alzándose de hombros y acercándose a San para entregarle las suyas; el castaño se había quedado plantado donde antes. — Vengan rápido. Tenemos que regresar a casa.

Asintieron como dos niños pequeños recibiendo instrucciones y le siguieron fuera. Ambos disfrutaron de su comida, y observaron desde lejos a sus amigos introducir con ganas pequeños palitos de pastel de arroz dentro de sus bocas, con la intención de superar al otro. 

— ¡Tú puedes, Hongjoong Hyung! — Exclamó Jongho, completamente envuelto en el sentido competitivo.

— ¡No te rindas, Mingi!

Lamentablemente para Mingi y Yunho, quién había apostado por su mejor amigo, el alto pelinegro perdió. De la molestia quiso recriminarle a su menudo contrincante de haber hecho trampa, pero ambos empezaron a toser con la boca llena gracias al picante. Wooyoung no sabía si sentía pena o gracia al ver sus caras rojas y ojos llorosos mientras se retorcían buscando el aire suficiente para gritarse mutuamente, solo sabía que estaban haciendo un alboroto a ojos de todos los demás en esa calle.

Seonghwa frunció su expresión esperando que no hicieran ningún desastre, y fue el más alto de todos quién acudió en ayuda de ambos con dos botellas de agua. Yeosang soltó una risa al ver a Hongjoong volver a atragantarse cuando quiso abrir la boca.

— ¡Ni siquiera puedes tomar agua correctamente! — Se quejó Mingi.

— ¡Perdiste! ¡Eso es todo! — Gritó el teñido de rubio.

— ¡Shhh!

La señora del puesto, quién estaba contenta por la cantidad de comida que le habían comprado para su estúpido reto, los miraba de forma amenazante. Sabían que habían espantado a un par de clientes, así que se disculparon con ella al pagar (usando la cartera de Yunho) y decidieron retomar su camino, ahora mucho más tranquilos y sobrios. Para Wooyoung era impresionante conocer de antemano que no habían tomado ninguna sustancia por el límite de edad, pero conforme la noche avanzaba ellos perdían la batalla contra la inteligencia.

— Son como los hombres lobo, anochece y empiezan a comportarse como salvajes. — Murmuró para sí mismo, comiendo su última salchicha.

Metió ambas manos a los bolsillos de su chaqueta, fallando en su intento de escapar de la brisa de primavera que se colaba por sus capas de ropa y acariciaba su piel desnuda. Decidió que lo mejor era solo subir la cremallera, sacrificando un poco del estilo que llevaba ese día. Echó un vistazo a su acompañante más cercano, notando que San parecía bastante cómodo con su suéter. Se le ocurrió otra idea, más inocente que la anterior, y se aventuró a llevarla a cabo con confianza.

Sacó su diestra del bolsillo y la llevó hasta la zurda de San, enganchando su dedo meñique con el suyo. Al principio se sorprendió, volteando para ver quién era el responsable, pero pronto intentó relajarse y dejarlo hacer lo que quisiera. Era extraño a ese tipo de contactos, pero no le desagradaba ver la sonrisita que se le escapaba al pelinegro al ver su éxito.

El único en notar la atmosfera a su alrededor fue Yeosang, quien también fue el primero en reparar en su ausencia tiempo antes y ahora aquel pequeño gesto entre sus manos. Quiso hacer preguntas, curioso sobre su comportamiento, pero se convenció de que no era el momento y que debía estar feliz de que hubiera la posibilidad de que se volvieran cercanos después de ese día.

Se fueron despidiendo en diferentes puntos. Jongho y Yunho se fueron al llegar a las afueras del barrio, tomando un autobús en particular. Mingi se desvío por el camino, pues vivía cerca y podía regresar caminando. Los demás se despidieron en el metro, conforme cada uno se bajaba en la estación que le tocaba. Wooyoung fue el último de todos, y casi se queda dormido en la silla del vagón; tuvo que correr para alcanzar a pasar entre las puertas en su parada.

En ese momento, cuándo abría la entrada de su hogar y dejaba a su cuerpo relajarse, la sensación de que algo nuevo se avecinaba le invadió. Algo que podría llevárselo a él y todo lo que conocía consigo, como una avalancha silenciosa ocasionada por un chasquido.

El chasquido que habían provocado sus labios y los de San al separarse por primera vez.























U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora