23. Desconocidos

126 13 0
                                    

Quién diría que tu cumpleaños es la fecha perfecta para que todo se vaya a la mierda.

Era simple estadística, pero la ingenuidad humana seguía contribuyendo a aquella idea de que era el día perfecto para hacer cosas que nunca has probado antes. Al menos, saber eso podría haber prevenido a Yeosang de lo que ocurriría ese quince de junio.

Una sugerencia que se había sentido más bien como una obligación le hizo llevar a Wooyoung a su casa para celebrar su cumpleaños. San, el propio Wooyoung y hasta su madre se habían vuelto cómplices para hacerle aceptar traer alguien a casa después de tantos años. Había dejado de hacerlo en primaria; un chico robó uno de sus comics favoritos y él estaba tan indignado que se prometió no volver a llevar a nadie. No era que desconfiara de su mejor amigo, era solo que su niño de nueve años seguía muy ofendido.

Los tres fueron juntos al departamento al salir de clases, y Wooyoung empezó a sentir sus nervios crecer conforme el elevador subía. Tan pronto cruzaron la puerta un aroma delicioso les dio la bienvenida, y una cabellera rubia se asomó por el umbral de la cocina. Una mujer con un aura angelical les observó quitarse los zapatos en silencio.

Pudo percatarse del parecido, así que instintivamente supo de quién se trataba.

— Un gusto, señora Kang. Soy Jung Wooyoung.

El menor de todos correspondió la sonrisa de la mujer y le ofreció una reverencia, intentando verse lo más relajado posible ante su mirada. Tenía esos mismos ojos, bonitos y profundos, de Yeosang.

— Kang Seoyeon. — La mujer regresó por dónde había salido con prisa, y los chicos la siguieron. — ¿Cómo les fue en la escuela, niños?

— Bien. — Respondieron al unísono ambos hermanastros. Wooyoung los vio invadir el espacio con la única intención de encontrar algo que comer, pero sus presas ya estaban servidas.

— ¿Nada interesante qué contar?

— Un par de chicas me pidieron llevarle cartas y regalos a Yeosang por su cumpleaños. — Habló San, ayudando a levantar los platos de comida para llevarlos a la mesa. Wooyoung asintió a sus palabras; también había recibido cosas para entregarle.

— No sé cómo se enteraron de la fecha. — Por su tono de voz, Yeosang parecía más incómodo que alegre.

— Te sorprendería. — Seoyeon le entregó una olla a su hijo, lanzándole una mirada juguetona.

Con confianza, tomó otro de los platos de comida y se lo entregó a Wooyoung, que veía toda la escena como un espectador. El chico entendió la orden silenciosa y fue a la mesa dónde se habían sentado ambos chicos para colocarlo ahí. La mujer llegó poco después con las manos ocupadas, terminando de servir; empezaron a comer pese a que faltaba una silla por ser ocupada.

— ¿Y las leíste? — Retomó la conversación.

— No. Tampoco creo hacerlo. — El pelinegro negó suavemente, metiendo un rollo de huevo a su boca. — Parecían cartas para una confesión.

— ¿Y eso tiene algo de malo?

— No soy una celebridad, mamá. — Yeosang la miró de reojo, intentando ocultar un puchero. — No conozco a ninguna de ellas, y no estoy seguro de querer saber los sentimientos que tiene una desconocida por mí.

— Entiendo tu incomodidad, cariño. — Sopesó sus palabras un momento. — Puede que para ti no sea importante, pero hay que mostrar respeto por los sentimientos de los demás, y la mejor manera de hacerlo es reconociendo que existen. Eso, por supuesto, no significa que seas responsable de ellos. — La mujer envolvió dos trozos de panceta de cerdo junto a un poco de kimchi en una hoja de perilla y se lo entregó. Su hijo, discreto, lo recibió y agradeció en voz baja antes de comerlo. — Además, con ese rostro podrías ser fácilmente un trainee. — Alcanzó la mejilla de Yeosang, apretándola con cariño. El pelinegro aceptó su muestra de cariño, aunque un poco brusca.

U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora