22. Celeridad

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¿Había una forma de medir que tanto has aprovechado tu única oportunidad para pisar este mundo? No lo tenía claro.

Después de haber vivido sus primeros años en el campo, el ritmo acelerado de la ciudad le hizo sentir fuera de lugar por mucho tiempo. Los días eran rápidos y la gente hablaba aún más rápido. Sentía que se quedaba atrás, buscando descifrar qué hacer o decir, cuando los demás ya se habían cansado de esperar.

Esa celeridad le hacía sentir inseguro de sus propias decisiones, sin una forma de saber si debía seguir su propio ritmo o el de los demás cuando le arrastraban en el mar de gente del metro. Intentaba llegar al vagón, pero era hora pico y ni siquiera alcanzó a rozar la puerta cuando ya se había cerrado.

Suspiró, y se resignó a esperar al siguiente. La estación se vaciaba conforme la gente que recién había llegado se iba, y San escondió su rostro dentro del cuello de tortuga de su chaqueta, incómodo. Lo único que disfrutaba de esa grande ciudad eran los largos viajes que debía dar para llegar de un punto a otro. Era como un pequeño momento en el que todo se congelaba, y solo veía la hermosa ciudad pasar. Le gustaba admirar ese instante en que el vagón subía del subterráneo al cielo, y le dejaba ver los grandes edificios y lo pequeñitas que se veían las personas desde ahí. Solo existiendo.

El siguiente vagón llegó, menos abarrotado que el anterior, y sonrió por ello. A veces resultaba que solo esperar la siguiente oportunidad podría traer mejores resultados.

Se deleitó con la escena que ya conocía de la ciudad siendo pintada por un ligero tono morado que crecía en el horizonte. La noche estaba llegando a su sitio en el cielo, así como él llegaba a casa después de un buen día junto a Jung.

Wooyoung se sentía como esos pequeños momentos en que todo se congelaba.

Le había invitado a su casa durante el fin de semana, así que se decidió por ir temprano ese domingo. Nada más abrirse la puerta pudo ver al pelinegro con un pijama y el cabello revuelto, acompañados de una sonrisa somnolienta que alegró su corazón.

— Buenos días. — Saludó San.

— Me despertaste. — Se quejó el menor, colgándose de su cuello en un abrazo. — No te insultaré solo porque eres demasiado lindo para eso.

— ¿Gracias? — Sonrió de lado, acercándose a tomar a Wooyoung de sus muslos para cargarlo. El chico se dejó hacer a sabiendas de que estaban solos en la casa.

— Vayamos a mi cama. — Jung soltó un bostezo que casi le contagia, y San no tardó en hacerle caso al adentrarse en su casa sin muchos miramientos. Podrían creer que estaba más acostumbrado al espacio de lo que debería.

Cuando dejó a Wooyoung en la blandida superficie, el chico se aferró a él con la suficiente fuerza, pero la actitud de un niño, como para obligarlo a acostarse con él.

— ¿Comiste? — Balbuceó Wooyoung, el sueño estaba buscando apoderarse de su mañana. San dejó un beso en su mejilla.

— Aún no, ¿y tú?

Wooyoung negó, divertido. — ¿Te parece que madrugué?

Soltó una risa ligera. Aprovechando el agarre del pelinegro en su cuello, se aferró a su cintura con cariño y enterró su rostro en su pecho, buscando sentir esa seguridad que le transmitía estar entre sus brazos. Era la seguridad de alguien que sabía que podía demostrar su cariño por todos los medios que su corazón le pidiera sin sufrir el miedo de ser rechazado. De poder ser él mismo para querer y ser querido.

— Sannie.

— ¿Mhm? — Su voz sonaba ahogada.

No llegó respuesta, así que asomó de su escondite y buscó el rostro de Wooyoung. El menor parecía haberse perdido en sus pensamientos hasta darse cuenta de que era observado, y le sonrió.

U CAN DO IT   -   woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora