Sin importar el miedo al rechazo que desarrolló al conocer su sexualidad, Wooyoung fue consciente de sus preferencias a muy temprana edad. Su interés por las chicas no desapareció, pero la curiosidad creciente en su estómago cuando veía a un chico lindo pasando cerca suyo era una sensación completamente diferente. Sus hombros anchos, sus abdominales, sus manos grandes, sus caderas pequeñas, sus pectorales. Su rostro se enrojecía solo de pensarlo.
No tenía claro su rol en ese tipo de relaciones, ya que nunca se aventuró demasiado en el tema, pero no quería verse inclinado a comportarse de forma femenina o masculina dependiendo de su elección. Quería ser él, sin restricciones.
San era un buen ejemplo. Fuerte, con un aura intimidante, y algo muy en el fondo le advertía que tenía un rasgo dominante que aún no dejaba ver, pero eso no le impedía mostrar su lado sensible o su gusto por las cosas suaves y tiernas.
Creyó entonces que no había nada que le impidiera tomar la iniciativa con respecto a ellos.
Quemaron sus piezas de cerámica y pagaron por ellas, saliendo de la tienda para ver los resultados de su apuesta con mayor cuidado. El castaño llevaba un lobo de pelaje azul cielo, con las puntas de un marrón rojizo y ojos negros. Wooyoung se había decantado por la figura de un zorro amarronado, con la punta de su cola y orejas amarillentas, y unos trazos rojos en su pequeño rostro para asemejar la máscara de un kitsune.
— Me gusta más la combinación del tuyo. — Admitió Wooyoung, observando su lobo con detenimiento.
— A mi me gustan los trazos rojos. Son muy precisos. — San tomó con suavidad el pequeño zorro de entre las manos de Wooyoung, y el pelinegro le imitó.
— ¿Te parece si intercambiamos? — Le sonrió, y San aceptó. Ya sabía dónde lo iba a colocar. — Bueno, tú ganaste la apuesta, así que puedes pedirme lo que sea.
— ¿Lo que sea?
El pelinegro alzó una ceja: — ¿Sí?
San ni siquiera lo pensó, porque había algo rondando por su mente desde esa mañana, y la apuesta solo era una excusa para hacer su trabajo más fácil. Se acercó al oído de Wooyoung, y susurró muy bajito su petición.
— Eso es bastante específico, pero creo que puedo conseguirlo. — Jung sonrió de lado, sin saber de dónde había salido aquello, pero feliz por la petición tan aparentemente inocente.
Su siguiente parada fue un escape room. Después de asegurarle que no tendría una temática de terror y serían solo acertijos, logró convencer a San de entrar. Los encerraron en una habitación similar a una oficina tenuemente iluminada con lo que parecía ser una escena del crimen: sangre por todos lados, objetos esparcidos por el suelo y una mancha negra simulando la silueta de una persona en el suelo de madera. Se apresuraron entonces a buscar la contraseña que abriría la puerta que los mantenía ahí dentro.
La primera pista la encontró San al girar un cuadro dado vuelta. La imagen, un campo de flores, tenía un mensaje escrito con "sangre". Era difícil de interpretarlo gracias a la mala ortografía, pero sabía que en ese tipo de lugares todos los detalles estaban planificados. Después de darle un par de vueltas se quedó con las letras que faltaban en la frase, completándola.
"Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego".
Poco después, Wooyoung encontró un libro dentro de un cajón con lo que parecía una platilla para convertir las letras en números, y se pusieron en marcha a ello. No hablaban mucho, tal vez demasiado tensos para lo que significaba estar en esa habitación, pero los constantes susurros de los altavoces amenazando con que podrían ser "descubiertos por la policía y declarados culpables si no se daban prisa" no ayudaban.

ESTÁS LEYENDO
U CAN DO IT - woosan
FanfictionEl tan esperado inicio de la primavera. La nieve que ocultaba sus problemas se derrite, las discusiones florecen en las grietas de una amistad basada en silencios, y un amorío se desarrolla a espaldas de lo que se suponía que sería su último año de...