Capítulo 12

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Violeta iba en metro hacia el hospital. Por la mañana había estado trabajando en el bar con Amaia, luego Yuls había llegado de Gibraltar y habían comido juntas en el propio local.

La comida fue extraña. Yuls estaba como siempre, había llegado contando un montón de anécdotas con su familia. Cuando le contó lo que había pasado con Fernando se mostró tan comprensiva como siempre. Le dijo que tendría que estar en hospital, acompañando a Chiara. Y después hizo sus típicas bromas, intentando como siempre que Violeta se riera, incluso en los peores momentos.

Vio no se pudo sentir peor. La quería, la quería muchísimo. Si Kiki no hubiera aparecido nunca la habría engañado con nadie. No le costaba nada imaginarse pasando el resto de su vida a su lado, compartiéndolo todo. No tenía claro lo que sentía, lo que quería, pero no se perdonaría hacerle daño a Yuls.

Su chica la acompañó hasta la boca del metro, pasando un brazo por encima de sus hombros.

- Bueno, pues ya estamos. –Dijo al llegar.

- No sé a qué hora llegaré a casa. –Explicó Violeta.

- No te preocupes, tomate todo el tiempo que necesites. Y dales un abrazo a Chiara y Fernando de mi parte. –Yuls pasó una mano por la mejilla de su novia, acariciándola-. Ya verás como todo se soluciona, Fernando es un hombre muy fuerte. Tienes carita de cansada y preocupada.

Violeta la cogió de la nuca y la besó. Tenía miedo a perderla, no quería una vida en la que ella no estuviera. Se separó despacio, apoyando su frente sobre la de ella. Le dio otro beso rápido y se fue. Porqué a la vez que lo necesitaba a su lado, ahora mismo la culpa hacía que le fuera difícil estar con ella. Controlando como pudo las ganas de llorar entro en el vagón del metro.

Al llegar al hospital fue directa a la habitación donde estaba Fernando, Kiki se la había indicado en un mensaje. Tocó a la puerta, y entró.

- ¡Violeta! –saludó Fernando. A la pelirroja se le puso un nudo en la garganta, lucía bastante desmejorado.- Ya lo sé, estoy que da pena verme, pero alegra esa cara, mujer, que podría ser mejor.

Violeta se acercó a él y lo abrazó levemente. Con la mirada buscó a Chiara, pero no la encontró por ninguna parte.

- ¿Kiki? –preguntó.

- La he mandado a la cafetería a que comiera algo. Ha estado todo el tiempo aquí conmigo. Y tampoco te creas que es tan divertido, que casi no me habla.

- Vaya...

- Supongo que te ha contado... -Violeta asintió-. Pues mira, me ha venido muy bien que no esté en este momento porqué quería hablar contigo a solas. –Vio se sorprendió, pero fue a sentarse en el sillón que había al lado de la cama-. Espera, coge una carpeta que está en el armario.

Abrió la puerta corredera del pequeño armario y encontró, junto con algo de ropa que Chiara debía de haber traído para cuando le dieran el alta, una carpeta marrón. La llevó hasta la cama y Fernando le hizo un gesto para que la abriera. La andaluza lo hizo y comenzó a ojear los documentos.

- No entiendo...

- Es mi hija. –Explicó Fernando-. Mi otra hija. Tiene 18 años y vive en Barcelona. Un detective me consiguió algunos datos.

- Oh, pues bien, ¿no? –Violeta no entendía que tenía que ver ella en todo eso.

Se llamaba Ruslana. Había algunas fotos de ella. Pelirroja, no muy alta, bastante guapa y con la piel muy blanca. Tenía una sonrisa bonita también.

De no verte nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora