Capítulo 1

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Chiara abrió los ojos al escuchar por megafonía que el avión estaba a punto de aterrizar. Había dormido buena parte del viaje, lo cual agradecía, los trayectos en avión siempre se le hacían pesados, no llevaba bien estar tanto rato sentada.

Llevaba casi dos años viviendo en Manchester, trabajando en una academia de música, y desde entonces no había vuelto. Las Navidades pasadas entraba en sus planes hacerlo por unos días al menos, pero su padre le había dicho que tenía demasiado trabajo y no merecía la pena que hiciera un viaje tan largo.

Tenía buena relación con su padre, se querían... pero bueno, quizás no eran una familia clásica. Su madre era el centro de la familia, y desde su muerte, cuando Chiara tenía 14 años, todo había cambiado. Su padre era el dueño de una cadena de hoteles, y su trabajo absorbía mucho tiempo. Con sus continuos viajes de negocios y reuniones casi no pasaba tiempo en casa, y se dio cuenta de que no podía dejar a una adolescente tanto tiempo sola en casa, por eso la llevó a un internado en Madrid.

Al principio había sido duro para Chiara, si ya echaba de menos a su madre también se tuvo que alejar de sus amigos, su padre y todo lo que conocía. Tenía un carácter extrovertido, a pesar de eso siempre le había costado hacer amigos. Sentía que la gente no la entendía de verdad. Era muy pequeña cuando le diagnosticaron TDAH, sabía que eso influía, pero había más. Chiara era intensa, en su forma de sentir, de querer... Las cosas no le gustaban simplemente, le apasionaban. Y eso saturaba a la gente, ella lo notaba. Durante mucho tiempo en ese colegio se sintió sola. Y era el peor tipo de soledad, la que sientes cuando estas rodeada de gente. Pero todo eso cambio en su segundo año del internado, cuando ingresó Violeta.

Violeta... Era granadina y guapísima. Chiara tenía la costumbre de hablar con todas las chicas que llegaban nuevas, le gustaba que se sintieran bien en sus primeros días, que eran los más difíciles. Pero con Violeta todo fue diferente desde el principio. En poco tiempo se hicieron íntimas, inseparables. Supo que sus padres se habían separado unos años atrás, y desde ese momento ella se había vuelto, digamos que un poco rebelde... Faltaba a clase, las discusiones en casa eran continuas, y al final sus padres habían pensado que lo mejor para ella era tomarse un poco de distancia. Por eso la habían internado.

Y desde ese momento Violeta se había convertido en su mejor amiga, su confidente, su familia. Durante los veranos siempre pasaba unos días en Motril, con Violeta y su familia, eran probablemente los mejores días del año, y Violeta acompañaba a ella y a su padre a algún viaje. Incluso su padre estaba más contento cuando ella estaba. Su presencia hacia que todo fluyera mejor, la vida era mejor... O al menos así había sido hasta hacia dos años, cuando una discusión había acabado con todo. Fue el detonante para que Chiara decidiera marchase a Inglaterra. ¿De verdad se podía acabar todo por una puta discusión? Aunque en el fondo Chiara sabía que no era una discusión sin más...

Después de acabar en el internado, Chiara se había mudado a Madrid. Estudiaba empresariales, para tener contento a su padre, pero lo podía compaginar perfectamente con el conservatorio. Los padres de Violeta habían considerado que lo mejor era que comenzará la universidad en Granada. Y en cierta manera hay comenzaron los problemas, porque fue cuando Violeta conoció a Salma.

El internado era mixto, y Violeta había tenido varios novios. Chiara no se había hecho demasiado amiga de casi ninguno. El que no le parecía un poco tonto, le parecía tonto de remate directamente, pero bueno, tampoco le resultaban demasiado molestos. En el fondo Chiara sabía que no durarían demasiado tiempo, y efectivamente, ninguno lo hacía. Violeta se cansaba enseguida, y a Chiara, por alguna razón, aquello le gustaba.

Pero con Salma fue distinto desde el principio. Para empezar la sorpresa mayúscula de que fuera una mujer. Siempre había situado a su amiga en la heteronormatividad más absoluta. Con Salma pasaban mucho tiempo juntas, la chica conocía a toda la familia Hódar, y Violeta la admiraba, tenía fe ciega en sus palabras. Y Chiara cuando la conoció, en una de sus visitas a Granada, no lo entendió. Vamos, que a los cinco minutos le pareció una gilipollas. Y además la animadversión fue mutua.

De no verte nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora