Capítulo 49

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-          ¿Pero qué puto ruido es ese?

Ruslana se revolvía por la cama. Qué ganas de vomitar, que dolor de cabeza, ... que asco en general. Y encima había un puto ruido que hacía que pensara que le iba a estallar la cabeza, parecía un timbrazo... Coño, el timbre de la puerta.

La luz entrando por la ventana le hizo ver que ya era de día. ¿Quién podía estar llamando de una manera tan insistente a la puerta? Quizás Omar se había olvidado las llaves. Buscó su móvil en la mesilla de noche pero no estaba. En realidad, no sabía dónde estaba todo su bolso.

Otra vez el timbre. Se levantó de la puerta y fue prácticamente arrastrándose hasta el salón. Ahí estaba la culpable de todos sus males. La puta de Amaia. La noche anterior ya iban bastante puestas cuando Julia y Vio dijeron que se iban para casa, y quien dice bastante dice que ya estaban borrachísimas. Pues Ruslana aún no sabe cómo, pero Amaia la convenció para tomarse la última. Y claro, la última fueron unas cuantas. No recordaba cómo habían llegado a casa, ni a qué hora. Y ahí estaba la navarra, tirada en el sofá, bocarriba, roncando, y con la ropa (incluso los zapatos) de la noche anterior.

Iba a despertarla de alguna manera muy cruel, pero entonces el timbre la volvió a asustar. No tocaban de una forma normal, quien estuviera tocándolo se lo iba a quemar.

-          ¡¿Pero qué coño...?!

No pudo increpar a quien estaba detrás de la puerta, porque según la abrió Carol entró como una exhalación.

-          ¡Pero qué coño digo yo! ¡Te llevo llamando toda la puta tarde!

-          ¿Pero qué hora es? –Ruslana estaba confusa.

-          ¿Qué pasa? –preguntó Amaia incorporándose del sofá.

-          Pues mirad, bonitas, son las putas 6 de la tarde. ¡¿Quién coño duerme hasta las 6 de la tarde?! ¿Pensabais que era Nochevieja? ¿Qué hicisteis anoche?

Las dos chicas se quedaron boquiabiertas. Ruslana se asomó a la cocina para mirar el reloj y comprobar que tenía razón.

-          Pues sí que se nos ha hecho tarde... -Dijo Amaia, levantándose del sofá y empezando a estirarse.

-          ¡Os he llamado todo el día!

-          ¡Joder, Carol! Qué exagerada y dramática eres. Ya ves que estamos bien.

-          Estáis hechas una pena, eso lo primero. Pero no os llamaba por eso.

-          ¿Qué pasa? -Carolina se sentó en el sofá y puso su cabeza entre sus manos.

-          ¡Hostia, Carol, que nos asustas!

-          Hoy por la mañana cuando me levanté tenía un mensaje de tu hermana. Ha vuelto.

-          ¿Cómo...? –Ruslana era incapaz de reaccionar. Ella también se tuvo que sentar.

-          Pero eso es bueno, ¿no? Quiere decir que le han dado el alta, esta recuperada. ¿Dónde está? –preguntó Amaia, más contenta que sorprendida.

-          Sí, por lo que se ve le dieron el alta ya la semana pasada.

-          ¿Y por qué no nos ha dicho nada? –preguntó Rus, al borde de las lágrimas.

-          Pues porque primero quería decidir qué hacer. Si quedarse unos días en Menorca hasta estar segura de estar lista para volver o hacerlo inmediatamente. Cuando me mandó el mensaje estaba ya en el tren de camino. Y no sé dónde está.

De no verte nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora