Capítulo 41

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No sabía las veces que había recorrido su piso en solo dos días, si bien era cierto que prácticamente no había dormido en ese tiempo. Exactamente el mismo tiempo que hacía que Violeta se había marchado de casa.

Kiki revisaba constantemente su móvil. Había llamado hasta la saciedad a la granadina, no sabía ya cuántos mensajes le había dejado, pero Vio ni siquiera los leía. De quien si tenía varias llamadas era de Ruslana y Carol.

Había hablado con las dos, pidiéndoles que le dijeran donde estaba Violeta, pero las dos se habían negado. Le pedían que se tranquilizara, como si la situación se lo permitiera. Lo único que les había podido sacar era que no estaba en sus casas, y que se había tomado esos dos días de descanso en el bar.

- ¿Pero dónde coño estás? –hablaba sola, como si esas paredes que tanto le recordaban a Violeta le fueran a contestar.

Quizás se había marchado a Granada. Ya no sabía que pensar. Su móvil volvió a sonar. Carolina. No le pensaba contestar. Quería venir a verla, que hablaran de que iba a hacer ahora Kiki, pero ella no estaba en ese punto, lo único que le importaba era conseguir que Violeta la escuchara, que volviera.

Eran las 8 de la tarde, a la desesperada cogió las llaves y decidió salir de casa. Iba a un bar, pero esta vez no a emborracharse, iba a acercarse al bar de Vio, quería estar segura de que no le mentían y que no estaba trabajando. En el ascensor su reflejo en el espejo la sorprendió un poco, esperaba que Violeta no tuviera en cuenta su aspecto para escucharla, porque parecía una loca. Despeinada, con ojeras y un poco desencajada, le costaba reconocerse a sí misma.

El bar estaba abierto. Sabía que Ruslana sola no lo podía estar llevándolo, así que quizás sí que le habían mentido. Cuando estaba a punto de cruzar la puerta se dio cuenta de que tenía miedo. No de Violeta, pero si de lo que pudiera decirle. No sabía si temía más verla o que no estuviera.

Sin embargo, no había nadie detrás de la barra, y eso que había varias mesas llenas. Kiki intento recordar la última vez que se había estado allí. Pasarse solo para ver un poco a su chica, para hacerle compañía, o simplemente porque era mejor estar allí con ella que sola en casa. Pero fue incapaz de recordar esa última vez. Sin duda fue antes de que su padre muriera. Dios, como podía haberla cagado tanto...

- ¿Qué coño haces aquí?

Se dio la vuelta sobresaltada por la voz de la chica que salía del almacén con una caja en sus manos.

- ¿Julia?

- He preguntado yo primero.

¿Julia? Claro, Violeta le había contado que la gaditana iba a ayudarla en el bar algunos días. La miró, parecía muy enfadada con ella.

- ¿Está Vio? –preguntó con cautela.

- No. De todas formas, ¿qué ignore tus mensajes y llamadas no te hace pensar que no quiere verte? No es que seas la más lista de la clase, pero tampoco me parece una deducción muy complicada.

En otros circunstancias a Chiara le hubiera enfadado que le hablara así, pero ahora mismo sentía que se merecía cualquier cosa que le dijeran. Además, había algo positivo en la respuesta.

- ¿Cómo sabes que la he llamado? ¿Has hablado con ella?

- No te voy a contestar a nada. A diferencia de ti respeto mucho a Violeta, y de mi boca solo vas a saber lo que ella quiera, que ahora mismo es nada. Así que ahora lárgate de aquí.

- ¡No me voy porque tú me lo mandes! –La había hartado, y el estado de nervios en el que la castaña se encontraba tampoco ayudaba-. ¡Estoy en el bar de mi novia!

De no verte nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora