Capítulo 42

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Bea encadenaba una canción de tras otra. Las tarareaba mientras ordenaba el almacén. Desde la barra del bar Violeta la escuchaba y no podía evitar esbozar una sonrisa. Le gustaba bastante la selección musical de la chica.

Había comenzado a trabajar en el bar unos dos meses atrás. Era una amiga de Ruslana de la universidad. Además de empezar a trabajar en el bar se había mudado a casa de Julia, donde ahora también vivía Violeta.

La granadina estaba agradecida de la llegada de Bea a su vida solo unos días después de la marcha de Chiara, había sido un soplo de aire fresco. Estas semanas sin Kiki habían sido muy duras, pero todos sus amigas se habían esforzado en mantenerla entretenida.

Mudarse con Julia y Bea había sido sin duda una buena decisión. Las cenas con ellas estaban llenas de conversaciones divertidas, pero aún así, cuando se metía en su habitación, la que había sido de Amaia, y trataba de descansar, eran muchas las noches en las que se dormía llorando.

Pero cada vez eran menos. Tenía que aceptar que lo que había sucedido era lo mejor para las dos. Sabía que a Kiki le tenía que estar yendo bien. Ni Carol ni Ruslana le contaban nada, pero confiaba en que si algo fuera mal se lo hubieran dicho.

Estaba preocupada por ella, pero a la vez sabía que Kiki saldría adelante. Era una luchadora, se había levantado de otros golpes antes. Lo mismo que ella. Aun así había días en los que sentía que en los últimos meses había perdido demasiadas cosas, a demasiadas personas, y en cierta manera, a sí misma.

En ese sentido estas semanas tras el drama le habían dado un poco de paz, de tiempo para reflexionar. El dolor de Chiara la había opacado tanto que no se había dado cuenta de lo mal que lo estaba pasando ella también.

Estaba claro que necesitaban tiempo alejadas, que se retroalimentaban en su sufrimiento... Pero la echaba de menos. Algunas noches pensaba que se había equivocado, que el infierno con Kiki era mejor que cualquier paraíso. Pero entonces se daba cuenta de lo tóxico que era ese pensamiento, y que tanto ella como Chiara se merecían algo mejor.

-          ¡Ya llegué! ¡Ya llegué! –exclamó Ruslana entrando por la puerta del bar-. Lo siento mucho, Vio, sé que llego tarde, me he entretenido en la biblioteca. -Violeta enarcó una ceja para mostrar su escepticismo.- Te lo juro, estaba llena de gente...

-          ¡Qué poco creíble suena! –gritó Bea desde el almacén.

-          ¡Tú cállate y no metas mierda! –Ruslana volvió a centrar su atención en la pelirroja-. Te lo prometo, si hasta había cola. –Vio la miró seria.

-          Se dice pene, es mucho más fino que cola. No seas ordinaria, Rusli. –Ambas chicas empezaron a reír y Violeta salió de la barra para darle un beso en la mejilla a su amiga.- Llegas diez minutos tarde, no es para tanto. Además, ya te he dicho que si necesitas tiempo para estudiar o para otra cosa, me lo puedes pedir.

-          Joo, gracias. Pero no hace falta, ahora mismo me pongo a trabajar, te puedes ir ya.

-          Tampoco tengo tanta prisa, no tengo planes. Estáis todos trabajando.

Procuraba pasar poco tiempo sola, dejando que los fantasmas la atosigaran. Pero en algunos momentos, como esa tarde, era imposible evitarlo.

-          ¡Oye! –Se acordó de repente-. ¿Omar no sale antes de trabajar los viernes?

-          Eh... -Ruslana pareció dudar, había algo raro-. Sí, pero este viernes, no. Algo me explicó, pero ya sabes que no le hago mucho caso a sus cosas del trabajo.

-          ¿Está todo bien? –lo preguntó bajito, para que Bea no la escuchara.

-          Sí, sí hemos comido juntos. No te preocupes, Vio.

No se quedó muy convencida, reconocía cuando Ruslana le mentía, pero lo dejo estar. Hasta hoy no había visto nada extraño, así que igual eran imaginaciones suyas. Finalmente se fue del bar y dejo a las dos chicas allí.








Decidió que caminaría por Madrid, no le venía mal hacer un poco de ejercicio, y sin duda era mejor que encerrarse en casa.

Tenía mensajes de Carol y Julia, querían salir de fiesta esa noche. Se lo pensaría. Rus y Carol seguían siendo su familia, dos de las personas más importantes de su vida, pero procuraba no compartir con ellas su angustia. Siempre les hacía ver que estaba bien, al fin y al cabo, las dos se habían visto ya demasiado envueltas en sus dramas sentimentales. Además, le incomodaba hablar de Kiki con ellas, todas estaban demasiado involucradas.

Julia era otra historia, se había convertido en su mayor apoyo. Las circunstancias las habían dejado a las dos bastante solas en el mismo momento. Tampoco es que con ella hablara demasiado del tema, pero no hacía falta. Se entendían casi sin hablar. Cuando Vio no estaba bien, la gaditana se sentaba con ella en el sofá de casa y hablaban de chorradas o veían pelis malas mientras la pelirroja fumaba. En cierta manera se acompañaban al estar solas y eso era algo que Violeta siempre le agradecería.

Iba concentrándose en los detalles de la calle, las personas, las tiendas,... Entonces la vio, en una terraza estaba Omar.

-          ¡Omar! –caminó hacia él. Seguramente Ruslana le había entendido mal y tenía la tarde libre.

-          ¿Vio? ¿Qué haces aquí? –el chico parecía nervioso.

-          Estaba paseando. Rusli me dijo que esta tarde trabajabas.

-          Eh... Sí, pero es que al final no he tenido que hacerlo... Me estaba tomando una cerveza...

Violeta se fijó en la mesa, había dos cervezas. Miró al chico interrogándole. Pero Omar parecía incapaz de contestar.

-          Lo mato, lo mato, lo mato... -empezó a decir Violeta. No podía ser lo que ella estaba pensando. ¿Con quién estaba y por qué mentía?

-          ¡No, no! Vio, te prometo que no es lo que estás pensando.

-          Eso espero, porque lo que estoy pensando...

-          ¿Violeta?

Se dio la vuelta al escuchar como alguien la llamaba a sus espaldas. No se podía creer lo que veía.

-          ¿Yuls?

De no verte nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora