16 Caída

1.6K 123 46
                                    

Oscuridad...

 Dolor...

Frío...

...Oscuridad...

...Dolor...

...Frío...

...Oscuridad

...Dolor

...Frío

Todo se repetía una y otra vez, comenzaba con oscuridad, luego dolor y el frío lo abrazaba. Su mirada se pintó con puntos negros cuando el último golpe de Lucifer rompió su párpado. Solo había odio, eclipsado rápidamente por el dolor y el frío.

Y todo comenzó una vez más.

Él despertó, viendo negro, sintió sus músculos entumecidos, su cuerpo pesaba tanto y sentía un líquido viscoso debajo de su espalda. Gruño entre dientes y al abrir los ojos un cielo rojizo lo saludo, se quejó acomodando su espalda contra alguna pared cercana. Se tomó la cabeza quejándose, su mano chocando con algo en su cabeza que le ocasionó un ligero dolor en sus dedos.

—Mierda, maldito casco...

Fueron segundos miserablemente lentos los que pasaron antes de darse cuenta de su situación. Fijó sus ojos en su atuendo, un pantalón negro con picos plateados a los costados, unas botas exactamente iguales. Una chaqueta roja color sangre que lo cubría hasta la pantorrilla, una camisa negra sencilla, un par de guantes negros de satin, una gargantilla negro con picos dorados. Su chaqueta tenía tres picos dorados en cada hombro al igual que sus hebillas. Su chaqueta doblada hasta la altura de sus codos. Su piel ligeramente morena, un par de colmillos, cabello negro corto al igual que su ojos con la pupila dorada. Sus cuernos que, sobresalían de su cabeza, eran negros con el final dorado y unos cuantos vellos en la barbilla.

Fue entonces que la verdad lo golpeó. Cierto, él había muerto en el exterminio. Una parte de él creyó que despertaría en el cielo rodeado de todas las exterminadoras mimandolo, pero sobre todo despertaría para ver a su mano derecha y única amiga platónica que tenía. Pero no fue así.

Tanteó su espalda para sorprenderse con la verdad de que no tenía sus hermosas alas doradas, ahora era negras y de una piel desagradable como las de los murciélagos, estaban rasgadas y la ala izquierda tenía una parte de arriba ligeramente abierta.

—Maldita sea...

Con esfuerzo se levantó recargándose en la pared. Bajo su playera negra podía ver grandes cicatrices en su pecho, en el lugar exacto en que fue apuñalado. Gruño molesto a punto de despotricar cuando un ruido a lo lejos lo hizo guardar silencio. A lo lejos un grupo de diez IMP's grandes y fortachones, con armas y bombas, el líder con un solo cuerno pasaban por el lugar.

Adam se quedó allí, haciéndose pequeño sintiéndose repentinamente cohibido y vulnerable, no tenía con él a su ejército, su traje que simbolizaba el estatus y orgullo que poseía, no tenía su arma o sus poderes, y sus alas ahora estaban tan lastimadas que dudaba que pudieran volar. Se dejó caer en silencio nuevamente escuchando cómo hablaban sobre una imp que buscaban.

Espero durante horas aún después de que los diablillos ya se habían ido. ¿A dónde iría ahora? ¿Qué haría ahora? No tenía idea, estaba solo allí abajo, y en cuanto los pecadores supieran que era un ángel, que era el puto Adam estaba seguro que iba a ser cazado. El temor pronto se convirtió en odio puro, él no merecía estar allí para empezar, él tenía un trabajo, él debía completar su venganza a cómo diera lugar.

La Princesa del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora