37 Reivindicar

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—Honestamente no queda claro, teniente.

—¡¿Qué mierda dices?!

—Usted dice que regresemos al infierno a vengar la muerte de nuestro general Adam, y también como forma de castigar a los pecadores porque uno de ellos mató a una serafin del cuarto cielo, pero no ha respondido ¿que hacía un pecador en el cielo o que hacía una serafin en el infierno? Además, dice que Dios vendrá y nos matara a todas por nuestras acciones, pero si bajamos al infierno igual podríamos morir, ¿cual es la diferencia entonces?

Lute se encontraba incrédula al ver a todas las exterminadoras. En el tercer cielo varios ángeles no usaban su casco, pero la armadura ensangrentada si. Después de lo sucedido en el cuarto cielo Lute corrió por un repuesto de máscara, una nueva espada y voló hacia el tercer cielo, furiosa con los pecadores y por lo sucedido, ella iba a vengar a Adam, y se aseguraría que la muerte de Emily no cayera en sus manos, enviando la culpa al fondo de su interior se molesto intensamente al ver que sus colegas no tenían interés en seguirla.

¿Qué mierda estaba pasando? Ellas habían sido creadas con el deber de obedecer y matar pecadores, al menos una parte de ellas, y el resto, bueno el resto de almas que terminaban en las filas de exorcistas debían pasar por el "Oblitus" la primera noche. Algo no estaba bien.

—Ustedes tienen que obedecerme, o se les olvida quien soy.- atacó Lute colocando la punta de su espada en el cuello de la exorcista que la mira sin inmutarse.

Una parte de su cabellera corta se encontraba sujeta y el resto estaba suelto cayendo hasta la altura de la nuca. La angel de piel morena, grandes ojos amarillos y una cicatriz que se extendia desde su menton hasta su cuello, no se inmuto y sin esfuerzo movio el filo de la espada mientras se recargaba en su espada y aleteba despreocupadamente sus alas.

—Nuestro deber es obedecer a Adam, y en todo caso a Sera, tú no eres parte de esa ecuación, además, te recuerdo que seguir una venganza personal va en contra de lo que significa el cielo.

—¿Qué?

Muchas exterminadoras también se sorprendieron, algunas se miraban las manos o sus armas antes de quitarse sus cascos y verse entre ellas, un brillo dorado casi imperceptible brillando en sus iris de manera fugaz.

Antes de cualquier otra cosa una fuerte trompeta sonó indicando que alguien se acercaba, temiendo lo peor Lute miró por última vez a sus colegas con furia y se fue volando del lugar. Al cabo de unos minutos Dios se encontraba allí junto al resto de príncipes. Layla se paró en una postura firme antes de hacer una reverencia que fue seguida por todas las demás.

—Con que este era el rincón escondido del tercer cielo qué Sera les dio.

—Mi Dios.— Layla se levantó, viendole con detenimiento continuo. —¿Ha venido a castigarnos por nuestras acciones?

—Eso depende.

—¿De...?

—¿Ustedes disfrutaban de matar pecadores?— preguntó Azrael con dureza congelando en sus lugares a las exterminadoras.

Viendo sus manos, algunas de las que aún portaban máscaras se las quitaron, ese brillo apareciendo en sus ojos captó la atención de Dios. Las que no usaban máscara solo se dedicaban a ver sus armas, sus ropajes ensangrentados, y algo quemó en su interior. Culpa.

—Nosotras lo disfrutamos...— comenzó Layla recibiendo enseguida un gesto furioso de los príncipes. —Pero, se siente como si hubiera despertado de un sueño, porque ahora no puedo siquiera pensar que yo fui capaz de hacer eso durante tantos años.— se rompió a llorar.

—¿A qué te refieres?— preguntó Dios viendo que el resto de exterminadoras parecían severamente afectadas.

—Mi Dios.— habló una exterminadora que aún usaba su máscara, su lanza en mano se mantenía firme, y así otras como ella. —Ellas son almas humanas, la culpa y el dolor son emociones humanas, ¿verdad? Ellas no sabían lo que hacían.

La Princesa del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora