27 Dolor

1.2K 84 50
                                    

Odette y Clara Carmine

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Odette y Clara Carmine

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

—Cariño, sé que puedes tener tus dudas ya que Lilith ha estado fuera mucho tiempo, pero sin duda alguna ella es la original.

—Concuerdo, yo te sugiero intentar pasar más tiempo con ella, tal vez hablar a profundidad de lo que te esté molestando.

—... Entiendo, muchas gracias por venir.

Charlie y Vaggie habían regresado a su habitación volando y entrando a su habitación por un portal. Allí vieron a Erdnuss sentada con su espalda pegada a la puerta, su oreja erguida pegada a la madera atenta a cualquier ruido afuera. La pecadora les sonrió levemente antes de ponerse de pie y hacer una reverencia en silencio mientras miraba al sofá a un lado de la cama para responder la pregunta no formulada de Vaggie.

Allí dormía plácidamente Engell con su mano sosteniendo el mango de su arma que descansaba sobre su estómago, sus pies desnudos arriba del pequeño sofá para una persona. Y en la gran cama se encontraba Stern dormida aun envuelta en su manta. Erduss se acercó y levantó sin esfuerzo a Engell que se movió asustada solo para detenerse al escuchar la voz de Erdnuss que susurraba cerca de su cabeza.

Con una sonrisa Charlie abrió dos portales, uno a la habitación de Engell y otro a la de Erdnuss mientras Vaggie cargaba a la súcubo que seguía profundamente dormida.

—No hará falta su majestad, le prometimos a Stern una pijama.— Charlie ladeo la cabeza viendo desde el pie del portal a Erdnuss acomodar a Engell en su cama, Vaggie hizo lo mismo con Stern. Y en el sofá de tres piezas ya se encontraba una almohada y una manta para la propietaria del cuarto. —Lo divertido es que a pesar de ser mi cuarto me toca dormir en el sofá.— negó divertida para despedir a la pareja pero tronando los dedos Charlie agrandó la cama.

—... Muchas gracias, que descansen.

Con eso el portal se cerró. Erdnuss camino al sofá para tomar las cosas cuando la mano de Engell la alcanzó aun adormilada.

—Acuéstate aquí con nosotras...

Erdnuss sintió su corazón acelerarse al ver a la pecadora con los ojos cerrados. El arma estaba en la mesita de noche.

—Pero es muy pequeña...— mintió en un susurro aun sonriendo al sentir la mano de Engell apretarse sobre la suya. —No vamos a caber...

—No importa... yo te abrazo, no es problema.

Erdnuss sintió que le faltaba la respiración y casi se ahogaba con su propia saliva. Mierda, ella amaría eso, cada día que pasaba desde que conoce a Engell no puede evitar sentirse atraída a ella, y con Stern no puede evitar sentirse protectora.

La Princesa del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora