36 Perdón

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—Bueno, bueno, parece que se están divirtiendo, esperamos no molestar...

La voz ligeramente feliz de Dios se cortó abruptamente al presenciar la escena.

—¿Qué es esto?

—¿Qué acaba de pasar?

—¿Dónde está el serafín mayor?

—¿Quién eres tú?

Posiblemente las preguntas de los príncipes habrían seguido de no ser porque Dios levantó la mano para detenerlo. En el suelo Sir. Pentius ya se encontraba abrazando el cuerpo de Emily completamente seguro que seguía respirando. Estaba viva pero inconsciente.

—Realmente estoy cansado, y entiendo que parte de ello es mi culpa así que haremos esto ahora.— dicho eso Dios creó una pequeña mesa con dos sillas y movió a la serafín todavía inconsciente a un sofá cercano. —Tú debes ser el pecador que se redimió...— señaló a Sir. Pentius que se encontraba ansioso aun en el suelo. —Siéntate y hablemos. Me dirás todo lo que sepas, y espero me agrade tu respuesta para convertirte en un ángel de mayor rango, el quinto cielo se ha quedado sin serafines.

Sir. Pentius recordó que la carta que había recibido Emily de los viejos del quinto cielo había sido para Sera, tuvo que mentir un poco para tener el permiso de subir. Escuchar que ahora hacía falta en el quinto cielo y después de escuchar lo último que dijo Sera lo había dejado claramente asustado, tanto así que no sintió a Azrael levantarlo y arrastrarlo hasta la silla libre.

—¿Ellos están...?

—Su existencia ha sido borrada del cielo, tal parece habían cometido homicidio en nombre de Dios y eso es algo que no se perdona.— contestó abruptamente Michael.

—Ahora empecemos desde el inicio y asegúrate de no olvidar nada, ¿de acuerdo...?

—Pentius, Sir. Pentius señor.

Dios asintió y esperó cruzando sus piernas puso sus manos sobre su regazo. Sir. Pentius comenzó desde el inicio, que era un pecador en el infierno, un inventor con una gran máquina que usaba para reclamar territorio, que una vez cada año un grupo de exorcistas liderados por Adam bajaban a masacrar a los pecadores como una medida preventiva a la sobrepoblación en el infierno.

La reacción fue instantánea en los príncipes, Dios no parecía reaccionar, completamente neutro, mientras que los príncipes estaban claramente sorprendidos, perplejos con esa información. ¿Almas de pecadores masacradas? ¿Adam siendo el líder? ¿Pero cómo? ¿Sera debía llevarlo por el buen camino, donde fallo y porque? Eso fue lo que gemían los serafines antiguos del quinto cielo, dijeron que en ella había recaído ese deber.

A pesar de querer sonar ambiguos o confundir sus palabras Dios los rompió para que les dijeran la verdad. Que habían castigado a Eva por desobedecer y tomar del fruto prohibido. Cuando confesaron haber, prácticamente, obligado a Adam a matarla el semblante neutro de Dios cambió por uno completamente furioso, solo para empeorar al concluir con que la habían arrojado al infierno. Fueron segundos miserablemente lentos los que pasaron en la sala de conferencias hasta que Dios se puso de pie en su silla y dando la espalda caminando hacia la salida hizo que la habitación fuera abruptamente fría.

Apenas dio un paso fuera todos los serafines antiguos fueron eliminados de su existencia dejando en el lugar únicamente sus ropajes y halos.

—Continua.

—Oh si, si, señor, ejem...— aclarándose la garganta el ex pecador regresó a su relato cuando escucho la voz helada de Dios, todo su cuerpo tenso.

Continuó contando que la hija de Lucifer y Lilith, Charlotte Morningstar junto a su novia, un ángel desterrado por una exorcista y Adam, quienes le habían arrancado sus alas, su ojo y su halo comenzaron con un hotel para redimir pecadores, con la esperanza de salvar sus almas y subir al cielo.

La Princesa del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora