43 Deseo

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—Bien.

—Si, no vamos a mancillar la cama donde dormimos con Stern.

—Antes la quemaríamos.

—Exactamente.

Engell y Erdnuss entraron a la habitación de la primera. Una habitación modesta, con una cama bien tendida y tonalidades rojas con dorado. Su armario entreabierto dejaba entre ver su variedad de ropa que pronto captaron la atención de Erdnuss, durante todo este tiempo nunca había entrado a su habitación ya que pasaban la mayor parte del tiempo en la de ella.

Erdnuss vago por la habitación un poco, sus alas sacudiendo cada cierto tiempo, las plumas más largas apenas tocaban el suelo. Engell las miró fascinada por los colores, por lo gruesas que se veían, algo en ellas le generó ligeras dudas. ¿Estaría bien lo que van hacer? La ex pecadora por su lado seguía admirando el lugar, deteniéndose junto a su armario donde el espejo de cuerpo completo la hizo darse cuenta de su apariencia. Del halo que brillaba en su cabeza por encima de sus ojeras, de las enormes alas, del cambio de color en su cabello y su ropa.

—Realmente soy un ángel, ¿no?

—Lo eres sin duda.

Abriendo un poco la puerta donde estaba el espejo alcanzo a ver a Engell que se mantenía de brazos cruzados recargada en el tocador. Algo en su ceño fruncido alertó a la, ahora, ángel pero sus dudas pronto fueron respondidas. Cierto, ahora era un ángel, ¿hacer esto estaría bien? ¿Caería acaso? Era como si Erdnuss pudiera precisar con tal grado de acierto las dudas que se arremolinaban en la cabeza de su pareja.

—¿Te arrepientes de esto?

—No.— contestó de inmediato Engell con una ligera sonrisa antes de cerrar los ojos y voltear el rostro al techo. —Nunca me arrepentiría de amarte a ti o a Stern, son lo mejor que me ha pasado, de eso no hay duda.

—¿Entonces porque dudas en amarme? ¿Por las alas? ¿El halo?— cuestionó la ángel caminando hacia la chica, sosteniendo sus caderas pego su cuerpo al de la otra juntando sus frentes.

—No dudo, solo... no me perdonaría si volvieras a caer por esto.— dijo en un susurro sin abrir los ojos, sintiéndose protegida en los brazos de su pareja.

—Eso no me importaría, porque gracias a ti sigo con vida.— aseguró y poco después sintió los brazos de Engell pasar por detrás de su cuello. —Siendo un ángel o una pecadora elegiría amarte, porque no tuve el placer de amarte en vida, es que, aquí y ahora, no pienso dejar de hacerlo.

El silencio se estancó cuando las mujeres compartieron un abrazo fuerte, un abrazó en donde se permitieron eliminar todas las dudas e inseguridades. Su caso podría ser diferente al de Vaggie, ella nunca fue una pecadora, no saben porque se redimió realmente, ¿fue por su plegaria a Dios? ¿Fue por preservar la vida de Stern? ¿Fue un acto de bondad de Dios? Pero entonces, ¿será posible volver a caer?

—Quédate conmigo.

—Siempre.

Finalmente sus labios se unieron en un beso suave, sin prisas. Engell fue la primera en profundizar el beso disfrutando del jadeo que escapó de los labios ajenos, las alas de Erdnuss aleteando ligeramente. Una descarga eléctrica sacudió su cuerpo en respuesta abriendo un poco más los labios y ladeando la cabeza mientras sentía las manos de Erdnuss apretarse en su cadera. Engell al ser una cabeza más baja hacia que la ángel se inclinára sobre ella sintiéndose pequeña, todo el cuerpo, incluida alas, de Erdnuss la estaba volviendo loca.

Se separaron en el momento en que el colmillo de Erdnuss raspar ligeramente contra el labio inferior de Engell. Un gemido abandonando sus bocas al unísono. La más alta se inclinó de nueva cuenta para volver a besar a su pareja pero esta la detuvo colocando la palma abierta de su mano derecha en la clavícula de Erdnuss empujándola hacia atrás, el gesto confuso de la ángel hizo sonreír malévolamente a la más baja que la siguió empujando hasta que terminó sentada en la cama.

La Princesa del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora