Capítulo 22; Ayudar al prójimo. 🔥🔥

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Samuel estaba aturdido ante las palabras de ella, Ámbar estaba volviéndolo loco. Desvió su mirada abajo comprendiendo de lo que ella hablaba, aún así tenía la fuerte necesidad de salir huyendo de ella, antes de flaquear y lanzarse contra su boca o pedirle que siguiera besándolo, qué Dios lo perdonara pero le.gustaba demasiado la forma en la que ella la besaba y... todo lo que había hecho antes, el hecho de frotarse contra él... aquello lo había enloquecido, quería más, que Dios lo perdonara pero si quería más, su carne le pedía dejarse arrastrar y entregarse al pecado.

—Yo... debo irme, como sea debo irme— respondió el hombre nervioso, moviéndose inquieto buscando aliviar la presión en sus pantalones.

—Es obvio que no puedes salir así, imagínate si alguien llega a verte—sonrió traviesa— además el trayecto es largo... debe ser muy doloroso caminar con semejante erección— le dijo mordiéndose el labio inferior.— déjame hacer mi buena obra del día— argumentó mientras se arrodillaba frente a él dispuesta a enloquecerlo de placer, le había dado ya su primer beso y estaba ansiosa por darle su primera felación... mostrarle todo el placer que podía darle solo con su boca.— cuenta como ayuda al prójimo—sonrió maliciosa, mientras llevaba las manos al cinturón del sacerdote, quién al observar lo que hacía gimió asustado y dió un paso atrás.

—¿Qué se supone que haces, Ámbar?— preguntó asustado, mientras todo su cuerpo temblaba.

—Confía en mi, te ayudaré a liberarte. —sonrió—luego de que te ayude, te sentirás mejor y podrás irte a casa, mírame a los ojos Samuel—le pidió mientras avanzaba con las rodillas y volvía a quedar frente a él, sin despegar la mirada de sus ojos— sólo mírame... no dejes de mirarme— volvió a extender sus manos y en esta ocasión logró liberarlo del cinturón, cuando liberó el botón del pantalón, lo vio tensarse de nuevo— ¿Sabes algo?— comenzó a hablarle con la intensión de distraer un poco su mente de lo que hacían sus manos— a las mujeres también nos pasa, claro que no como a ustedes, nosotras por fortuna podemos esconderlo con mayor facilidad, pero para ustedes es... casi imposible.

—¿Por qué?—preguntó él sin dejar de mirarla, pero sintiendo como ella deslizaba con cuidado su ropa interior para dejarlo expuesto frente a ella, sintió vergüenza, quiso cubrirse, volver a vestirse y huir.

—Por su propia anatomía—sonrió— una erección no puede ocultarse — desvió la vista para poder observar a sus anchas aquel mástil frente a ella, se mordió el labio, mientras sentía a su interior despertar—Joder, Samuel...—se relamió los labios—eres hermoso... y grande, me encantas — Cuando Ámbar lo rodeó con ambas manos, suspiró de placer, Samuel se asustó al sentir como lo tocaba, pero ella volvió a mirarlo— mírame, está bien— le sonrió — todo está bien, te sentirás mucho mejor—un gemidos absolutamente placentero escapó de la masculina boca, cuando ella comenzó a mover sus manos suavemente ascendiendo y descendiendo, Samuel sintió como su una descarga eléctrica lo recorriera, despertando todas las fibras de su ser— si... ¿lo sientes?, dime... ¿te gusta?

—Si—respondió de inmediato entre jadeos, incapaz de contenerse, las manos presionadas en puños a sus costados.— es... extraño Ámbar, p... pero me gusta—admitió con la vista fija en ella.

—La sensación mejora mucho... Puede sentirse, mucho, mucho mejor. — le dijo como si fuese una maestra, a la vez aprovechó de incrementar el movimiento.

—¿Cómo?—preguntó jadeando, a lo que Ámbar sonrió, antes de sacar la lengua, acercándose a él, la deslizo desde la raíz, hasta la punta, en dónde depositó un tierno beso. —¡Oh!—gimió Samuel abriendo mucho los ojos y mirándola como saboreaba la punta de su miembro con aquellos carnosos labios. La sensación era indescriptible, cuando ella lo introdujo en su boca, Samuel dejó escapar un pequeño grito de placer, embelesado por la manera en la que la veía trabajar para darle placer, su miembro entrando y saliendo de su boca, siendo succionado...—¡Ámbar!—gimió.

Ámbar estaba gritando internamente de felicidad, aquello al fin estaba ocurriendo, aquello con lo que muchas veces había soñado. Samuel era grande, duro y firme al tacto pero a la vez, suave y ardiente... era delicioso... le gustaba su sabor. El hecho de saber que ella estaba profanando aquel inocente cuerpo, dándole su primer oral, aunado a los gemidos y las expresiones de placer de él... ¡Rayos, la estaba enloquecido!, nunca había disfrutado tanto estar de rodillas para un hombre... se esforzó como nunca, rotando entre su boca y sus manos, mientras lo miraba, los verdes ojos de él, parecían oscurecerse más mientras claramente se acercaba a experimentar el primer orgasmo de su vida... ¡El primero, y lo iba a obtener de ella!, ¡Sí!...

—¡Ámbar... detente!— pidió mientras lo sentía tensarse y palpitar dentro de su boca — Ámbar, yo... no sé que... yo...— lo escuchó gruñir cuando sintió su sabor inundarle la boca, él tembló y empujó instintivamente sus caderas hacia adelante... Ámbar se esforzó por no derramar nada y afortunadamente lo logró. Lo vió como cerraba los ojos, abría la boca y buscaba desesperado oxígeno, mientras su pecho subía y bajaba. Se sintió orgullosa... él ahora era suyo... al menos, un poco suyo. Ella se alejó, mientras seguía acariciándolo de manera muy suave... Samuel no pudo sostenerse y se desplomó en el sofá, Ámbar sonrió, nuevamente avanzó con las rodillas, como si estuviese pagando alguna penitencia. Se inclinó, dando cortos besos, acariciándolo, besándolo, disfrutando de sus expresiones, mientras él volvía lentamente a su estado natural.

Samuel, ya no sintió más las manos de ella sobre su cuerpo, así que abrió sus ojos, sus miradas se encontraron y él sintió cómo su rostro se enrojeció, allí estaba ella, de rodillas frente a él, con sus ojos color miel brillando, mientras le regalaba una amplía sonrisa.

—Lo siento, yo... no pude detener...

—No te disculpes, ha sido perfecto— sonrió aún más.— no te haces una idea de lo mucho que me encantas—se mordió el labio. Samuel pasó saliva.

—¿Qué me haces, mujer?, ¿por qué no he podido resistirme a ti?

—Porque te gusto, lo sé. —Samuel volvió a tragar, y así sentado como estaba, batalló hasta que logró vestirse, dejar sus ropas bien ubicadas nuevamente, mientras pasaba las manos desesperadamente por su cabello.  Sus pensamientos galopaban salvajemente... ¡Por Dios! ¿Qué había hecho?, Lo peor era que lo había disfrutado.

—Ambar, esto no puede s...

—No digas nada—sonrió— ahora que he solucionado tu problema, seguro querrás irte... y es mejor que lo hagas pronto, porque yo tengo mi propio problema y... no sabes las ganas que tengo de que me ayudes con él —Samuel abrió los ojos. ¿Se atrevería él?, No... no sabía hacerlo, ¿Y si lo había mal?, era obvio que Ámbar tenía ventajas sobre él, la experiencia que él no poseia... ¡Pero cómo estaba pensando en eso!, ¡debía salir de allí!. Aún sintiendo las piernas un poco temblorosas, se puso en pie... ella seguía allí de rodillas, observándolo —Te estaré esperando para repetir y para enseñarte muchas cosas más — Samuel tragó el nudo en su garganta y caminó apresuradamente hacia la salida, huyendo de su deseo de pedirle que le mostrara más.

Ámbar lo vió correr hacia la puerta y marcharse. Sonrió, complacida... Samuel no podría dejar de pensar en ella y... ¡rayos!, que delicia de hombre, aún tenía su sabor inundando su boca, sus pezones erguidos y su entrepierna era una gruta, una fuente de fluidos que gritaban por satisfacción.

—Tendré que hacerlo en tu nombre, Samuel Thompson— dijo mientras tomaba una posición cómoda para autocomplacerse.

Samuel, salió del edificio, respirando con dificultad y con el peso de la.culpa.sobre sus hombros, sus planes habían cambiado, no fue a casa de sus padres, sino que corrió a la iglesia en busca de un refugio, cuando entró  caminó hasta el altar, dónde se lanzó de rodillas con la frente sobre el suelo.

—¡He pecado, Dios mío, he pecado!—gimió en llanto—¡He pecado y no soy digno de ti!—sollozó mientras no paraba de llorar —¡He fallado a mis votos de castidad y pureza!, ¡No hay penitencia que lave mi culpa, porque si tengo culpa, pero no creo que esa arrepentimiento!... ¡He pecado Dios mío, estoy dudando de mis votos de servicio a ti, estoy dudando de mi vocación , he cometido actos impuros yo ... ¡señor, creo que estoy enamorado de ella!— elevó el rostro para ver la imagen que representaba la crucifixión —¡He estado huyendo de esto que siento, pero no puedo mentirte, a ti no, tú me conoces!— sus mejillas bañadas en lágrimas eran muestra del dolor y sufrimiento de aquella alma abatida—!Creo que... que estoy enamorado de Ámbar Hobbs!—confesó en medio de sollozos.

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora