Capítulo 64; La piedra de tropiezo.

92 15 0
                                    

—¡Ella no va a aceptarlo jamás!— dijo Ámbar caminando rápidamente hacia Samuel quién le abrió los brazos para recibirla con toda la ternura que sentía hacia ella y le dió un tierno beso en su frente. —¡Nunca aceptará que nos amamos!

  —No te preocupes por eso, si mi madre no puede aceptar el amor que hay entre nosotros eso significará una enorme brecha irreparable para mi relación con ella, porque yo no pienso renunciar a ti Ámbar, voy a luchar por esto que siento contra mi madre y contra el mundo entero si es necesario—ella asintió agradecida de que estuviese completamente seguro de lo que sentía— lamento mucho que mi madre te haya golpeado y te haya lastimado. ¡Ha perdido la cabeza!

  —Pierde cuidado— le dijo con una tierna sonrisa— espero que esas dos bofetadas le hayan servido para liberar un poco de su frustración. Gracias por defenderme y por defender nuestro amor.

  —No tienes que agradecerme amor mio— la miró con eterna admiración— No mentí Ámbar, estoy donde debo estar y no me importa que el mundo entero opine lo contrario.— ella asintió antes de ponerse de puntillas y apoderarse de la masculina boca.








  —¿Qué?—preguntó la mujer sorprendida y confundida ante la petición de Ana, habían sido amigas durante mucho tiempo y siempre que pudiese iba a ayudarla pero aquella petición la confundían sobremanera— discúlpame Ana pero no entiendo lo que me estás pidiendo, tú misma viniste a mí y hablaste a favor de esa chica para que pudiese darle el departamento a un buen precio. ¿Por qué me pides ahora que me retracte del contrato?

  —Es un tema personal— le dijo controlando la vergüenza que sentía— por ahora es algo delicado que no puedo tratar contigo, pero es necesario que le pidas a esa mujer que abandone tu departamento.

  —Pero Ana, no puedo hacer eso, hemos firmado un contrato.

  —Si se trata de eso no te preocupes, puedo cancelarte los meses de contrato que te quedan.

  —No Ana, es que no se trata de dinero, se trata de desalojar a esa mujer sin ningún motivo, la chica ha sido muy puntual con sus pagos, ha sido responsable, es alguien cariñosa y se muestra muy amable, no tengo ninguna queja de los vecinos, ningún motivo para pedir desalojo.

  —Mi amistad y mi petición deberían ser motivos suficientes. Hazlo por mí— le pidió con un tono suplicante— esa mujer no puede quedarse mucho tiempo en tu casa, por favor, hazlo por la amistad que nos une. Así mismo como viene ante ti a suplicarte, a pedirte que en nombre de nuestra amistad le dieras una oportunidad a la mujer, así mismo ahora vengo ante ti y me retracto solicitándote que el nombre de la misma amistad le pidas que se vaya de tu casa cuanto antes, dos o tres días máximo para que desaloje tu casa.

  —Pero Ana es poco tiempo.

  —Es el tiempo justo para que esa mujer se marche y ojalá desaparezca de nuestras vidas.

  —Ana, si estás haciendome hacer esto, ¿no crees que debería al menos saber lo que ocurre?, ¿no sé supone que somos amigas?

  —Mi hijo...— dijo después de largo rato en silencio, la miró con ojos llenos de lágrimas— mi hijo ha renunciado a sus votos y todo porque esa mujer lo ha envuelto en el pecado. Antonia, esa mujer es una aliada del diablo, para arrastrar a mi hijo... y él ha caído ciegamente, esa mujer ha sido la piedra de tropiezo en el ministerio de mi hijo. —Antonia asintió comprendiéndolo todo, desde que conocía a Ana, la había visto vivir orgullosa de la devocion de su hijo.






  —¡Tu madre es un desastre!, ¿cómo se atreve?—dijo Aníbal furioso ante todo lo que le contaba su hijo— ¿cómo se atreve a golpear Ámbar, a insultarla y a tratarla de esa manera?, realmente me molesta hijo y me entristece decir ésto pero tu madre perdió la razón hace mucho. ¡Mira que llamarla instrumento del mal!.

  —Me parece excesiva la actitud de mi madre, es preocupante en toda la extensión de la palabra padre, yo mejor que nadie se lo hermoso que es el servicio a Dios, a la iglesia, al projimo en general, pero mi madre se ha ido al extremo, ha perdido la razón hasta el punto de jugar a ser Dios. ¿Cómo se atreve a condenarnos al infierno solo por amarnos? la religiosidad anulado su buen juicio.

  —Es una pena, hijo y no deberíamos tomarnos en poco las amenazas que les ha dado, no sé cómo pero seguramente Ana está la tramando algo para complicar sus vidas.

  —No solo la nuestra sino que creo que Melina y tú también la pasará muy mal. Es obvio que mi madre no te hará el divorcio para que estés con alguien más, según ella sería alimentar el pecado.

  — Por ahora no me preocuparé de tu madre, Melina y yo nos encontramos muy bien, estamos disfrutando de nuestro amor y la llegada de tu hermano, por otro lado estoy muy feliz que estés aquí hijo y que estés interesado en aprender todo lo necesario de la empresa así que me ocuparé de que te preparen una oficina para que puedas empezar a trabajar de la mano conmigo.

  —¿Crees que pueda llegar a ser tan bueno como tú?

  —No tan bueno como yo—sonrió con orgullo— serás mucho mejor, hijo mío. El lunes tendrás lista tu oficina, una secretaria y un padre dispuesto a enseñarte todo lo necesario, señor vicepresidente.




—¡Esa mujer está loca!— gimió Melina observando a Ámbar.

—Estoy de acuerdo con Meli— aseguró Amy bebiendo de su café— ¡Es una extremista!

—Lo es, y temo que no nos deje en paz. ¡También me preocupas tú!— respondió ella mirando a su amiga.

—Yo estoy bien— aseguró Melina.

—Mel, ví tanta rabia, tanta ira en los ojos de Ana, como nunca había visto en nadie. Es obvio que en su mente nosotras hemos acabado con su familia y su vida perfecta.

—¡Pero es culpa de ella, de nadie más!— respondió abriendo mucho los ojos y colocando una de sus manos de forma protectora sobre su abultado vientre.

—Nuevamente creo que Ámbar tiene razón, no estaría de más estar atentas a la actitud que pueda tomar la señora de ahora en más. Ambas deben cuidarse mucho. — aseguró Amy, y tanto Melina con Ámbar la miraron atentamente después de cruzar miradas.

—¿Crees que... se atreva a hacernos daño?— preguntó Melina.

—No lo sé, pero siendo tan religiosa como es...

—Por eso mismo— aseguró Ámbar — no creo que sea capaz de una locura. ¡Se supone que ama a Dios!

—Despues de la manera en la que te trató — dijo Amy lentamente—¿ Realmente crees que sea una mujer que ama a Dios?, pirque yo lo dudo seriamente.





Aquella tarde después del trabajo Ámbar fue a casa en busca de Samuel y juntos salieron de compras.

—¿Estás segura que debemos hacer esto?— le preguntó Samuel confundido mientras miraba las muchas tiendas del centro comercial.

—Por supuesto que debemos hacer esto, cariño. Vas a iniciar una nueva etapa de tu vida, necesitas prendas que realcen  tu nueva personalidad, que te hagan ver aún más atractivo —dijo con picardía— aunque creo que s un misión casi imposible, no podrías ser mas guapo, mi amor.

—No sé que comprar.

—Para eso estoy contigo. Buscaremos nuevas prendas para que saques absolutamente todo el provecho posible,  además estoy muriendo de ganas de verte usar otro color que no sea el negro— Samuel sonrío con ternura, dispuesto a complacerla en todo.

—Bien, hagámoslo a tu manera, me has demostrado ser buena maestra— le respondió con una sonrisa pícara.

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora