Capítulo 33; El lamento de un alma.

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Samuel, la observó sintiendo su corazón acelerado.

—¿Por qué has estado evitandome?— le preguntó al borde de las lágrimas — entiendo que necesitabas tiempo, pero ¿Cuánto?, me estoy ahogando en ansiedad y desespero.

—Para ti todo es más fácil— le dijo con dolor— tengo el alma y el corazón divididos, estoy ahogando en la misma ansiedad, pero ansiedad de no saber que decisión tomar, de no saber qué hacer.

—Te entiendo, Samuel. Entiendo que estás pasando por un momento muy duro, pero alejarte de mí no lo soluciona.

—Pero me hace falta, estar cerca de ti no me deja pensar con claridad, me cubre la bruma de mis sentimientos y emociones, pero cuando nos alejamos de nuevo estoy sumergido en estos sentimientos de culpas que me consumen de a poco, no lo soporto Ámbar, no puedo— le dijo con voz ahogada.

—Entonces... ¿Quieres que... no quieres volver a verme?— preguntó con los ojos produciendo lágrimas que bajaban por sus mejillas.

—Es lo mejor, al menos por ahora— Ámbar dió un paso hacia él, pero Samuel retrocedió dos— por favor no lo hagas, no te acerques, no me toques, si lo haces me cuesta mantener la cordura.

—Samuel... amor mío, no nos hagas ésto, te lo pido. Vámonos, si quieres larguemonos lejos, donde nadie nos conozca, dónde podamos iniciar una nueva vida, juntos, tu y yo, amándonos. —Samuel la miró con dolor, hubiese dado todo por aceptar, pero... ¿dejar el sacerdocio?, no estaba seguro de que eso fuese lo que quería. La amaba, si, por supuesto que sí, pero tenía el corazón dividido y no quería tomar decisiones apresuradas que terminarían por romperle el corazón.

—Yo... no puedo, no puedo hacer eso, tengo un compromiso, una responsabilidad Ámbar. No sé con claridad lo que quiero,.no quiero tomar decisiones que luego me lleven al arrepentimiento, no tengo dudas del amor que siento por ti, pero no sé si dejar el sacerdocio me haria feliz, estoy en una encrucijada.

—Asi que prefieres sacrificarme a mi.— dijo con dolor.

—Debo pensar mucho, por ahora solo mejor será no vernos, no me busques, no me llames, necesito meditar y organizar mis pensamientos y emociones.

—¿Cuánto tiempo?, ¿Cuándo estarás seguro de elegirme?

—No lo sé, la verdad, quizás no esté seguro... nunca.

—No puedes mantenerme toda la vida en vilo, nos amamos, hemos hecho el amor, Samuel.

—¡Silencio, Ámbar!— le pidió mirándola a los ojos.— entiéndelo, lo mejor será... que cada uno siga con su vida— la voz le tembló, y los ojos del sacerdote se cristalizaron— lo que sucedió entre nosotros, nunca debió pasar, nunca debí ceder a mis instintos, nunca debí dejarme arrastrar por mi carne, fui débil, permití que mis sentimientos crecieran, me permití enamorarme de ti, cuando claramente debí mantenerme firme, mantenerme lejos de ti. Por favor... vete y no vuelvas Ámbar. Sigue con tu vida... Consigue... consigue a alguien más que si sea libre para... para darte lo que quieres —Ámbar no podía creerlo, el dolor la estaba consumiendo, sentía como si hubiesen enterrado una daga ardiendo en su pecho, no podía dejar de llorar.

—¿Alguien más?— preguntó angustiada. —¿ realmente es eso lo que quieres?, ¿Estás consciente de lo que me estás pidiendo?

—Lo sé y... es lo mejor, no puedo amarte Ámbar, lo nuestro es un amor prohibido, algo que nunca debió ser.

—¿Eres capaz de soportar saberme en brazos de otro?, ¿Joder, es eso lo que quieres?— preguntó—¿Quieres que me enamore de alguien más?, ¿que tenga sexo con alguien más?, ¿Que duerma con alguien más?, ¿Que amanezca en otros brazos?, ¿Es eso lo que quieres?

—Yo...—Samuel, sentía que iba a desmayarse, se arrancó el alzacuello que parecía cortar el oxígeno.

—¡Con un demonio, Samuel Thompson!— gruñó —Si realmente quieres sacarme de tu vida, entonces convénceme. ¡¿Es eso lo que quieres, carajo?!— gritó mientras avanzaba y le golpeaba el pecho.

—Si—dijo después de pasar saliva. Ámbar dió dos pasos atrás y lo miró con ojos muy abiertos— eso e solo que quiero... que te enamores de... alguien más y... que no vuelvas a...si, eso quiero—terminó, obligándose a pronunciar aquellas palabras. Ámbar no podía creerlo.

—No me amas tanto después de todo— le dijo con profundo dolor. Samuel no dijo nada, incapaz de aceptar o desmentir, solo la observó con un incalculable dolor, el dolor de no ser libre para amarla y no se refería solo a libre moralmente, sino libre mentalmente, ya que sus principales barreras estaban en su cabeza, en su conciencia, su mente lo mantenía cautivo, preso de sus propias convicciones, que quizas no fuesen tan suyas después de todo, sino adquiridas, heredadas.

—Bien, si eso quieres— dijo después de una eternidad de mirarse en silencio, abrió su bolso y sacó su celular, marcó un número y puso la llamada en alta voz.

—Hola, preciosa, que increíble sorpresa— la masculina.voz inundó el silencioso templo. Ámbar miró de manera retadora al sacerdote.

—Matteo, ¿Cómo estás?

—Muy bien, y ahora que me llamas mucho mejor.

—¿Tendrás un poco de tiempo libre hoy?

—Si— respondió de inmediato— es mi día libre, aún no me decido qué hacer. ¿Por qué?, ¿tiene un plan en mente?

—Tengo ganas de buen sexo— le dijo de manera descarada, pero sin apartar los ojos de Samuel quién reflejó una expresión de dolor ante sus palabras— de esas noches salvajes que no se olvidan.

—Eso suena a buen delicioso, preciosa. ¿En tu casa o en la mía?—Ambar se sentía incapaz de tener sexo en la misma cama que había compartido con Samuel.

—En la tuya, pasa por mí, estoy en...— y rápidamente dió la dirección de una cafetería que estaba del otro lado de la calle— Espero tengas protección.

—No tienes de que preocuparte, soy un hombre responsable, nos vemos en diez minutos. Adiós guapa, espero ya estés calentita para mí, porque estoy deseando follarte toda la noche — y sin más, cortó la comunicación. Samuel cerró los ojos con dolor, al tiempo que empuñaba ambas manos buscando autocontrol. Ámbar, guardó el celular en el bolso y encaró a Samuel.

—¿Estás satisfecho?— le preguntó pero él. o respondió—¡Joder, te pregunté si estás satisfecho!— él se encogió de hombros mientras gruesas lágrimas caían de sus ojos. —¡Eres un maldit* cobarde!

—¡Por Dios, no me atormentes más!, ¡Es suficiente!— dijo con desespero—¡Es suficiente!

—No te preocupes, que no volveré a buscarte, está será la última vez que te ruego y te suplico cariño. Si quieres que tenga a otro entre mis piernas, ¡felicidades, acabas de conseguirlo!— le dijo con rencor.— vete a la cama hoy, padre Samuel, sabiendo que mientras estás durmiendo yo estoy en brazos de otro, tal y como lo has pedido. ¡No me amas!, ¡Acabo de entender que no me amas!

—No asegures lo que no sabes — le dijo como herido.

—Lo has dejado bastante claro para mí, yo sería incapaz de mandarte a brazos de otra mujer. — se giró para marcharse, cuando hubo avanzado varios pasos, se giró y lo miró con rabia— buena vida, padre Samuel. — y así, sin más, abrió la puerta de la iglesia y salió. Samuel observó allí, justamente allí por donde ella se había ido, el corazón se le encogió de dolor, mientras comenzaba a gritar y sollozar, las piernas le fallaron, y cayó de rodillas sobre él suelo, colocó las palmas abiertas en el piso en busca de un poco de apoyo, mientras respiraba con dificultad, su pecho subía y bajaba con rapidez, mientras los sollozos de dolor eran pronunciados como el lamento agónico de un alma atormentada.

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora