Capítulo 8; ¿Calmar el deseo?

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Ámbar, lo estuvo pensando durante toda la mañana, ahora se encontraba, sentada a la mesa, con el papel que contenía el número de Matteo... ¿Debía llamarlo?

Él era jóven, tenía bonita sonrisa y era muy apuesto. Tal y como decía Amy, era mucho tiempo de abstinencia, solo debía calmar el deseo...

—Esos pensamientos ambiguos te están enloqueciendo, Ámbar — se dijo—¡Al carajo, necesito intentarlo!— tomó el papel y su celular, se dispuso a marcar... Al tercer repique escucho una jovial voz que preguntó.

—¿Hola?

—¿Matteo?

—Eh, si... ¿Quién es?— parecía dudar.

—Soy Ámbar... me diste tu número ayer.

—Vaya, hola guapa, debo decir que comenzaba a perder las esperanzas, me desilusionó un poco que no me marcarás ayer.

—Estuve indecisa de hacerlo—rió— me preocupaba si tenías la edad suficiente para hablar con una adulta—bromeó y el rió.

—Soy perfectamente legal, preciosa, eso no debe preocuparte, no dejes que mi cara te engañe, en un par de meses cumpliré veintiuno. Así que me temo que soy mayor que tu.

—Lo tomaré como un halago, pero soy mucho mayor, tengo veinticinco.

—Son solo números. Cinco años de diferencia, no es nada que me preocupe... y dime, ¿Iremos a tomar algo?, ¿a bailar?

—Depende... dime, a qué hora sales de trabajar.

—Es mi día libre, y al parecer también mi día de suerte— se escuchó la alegría en su voz— ¿Que dices?

—Justo hoy me apetece un plan más... tranquilo, más hogareño, ya sabes a lo que me refiero— dijo con voz lenta y seductora— ¿Qué te parece si vienes a mi casa?

—¡Joder!, ¿lo dices en serio?— preguntó exacerbado

—Por supuesto, claro que sí no quieres...

—Si quiero, por supuesto que quiero... tu dame la dirección y llego en mi motocicleta.

—Te la enviaré en un mensaje, sería genial que llegaras en una hora, si para entonces no estás aquí... no te molestes en venir...— le encantaba disfrutar de esa sensación de poder.

—¡Claro que estaré!

—Bien, te envío la dirección... ah, una cosa, Matteo.

—¿Si?...

—Asegurate de traer protección— y sin más, cortó la comunicación con una sonrisa en los labios. —bien, ya no puedes echarte atrás Ámbar, disfruta de una sesión de sexo, despeja tu mente y olvídate de Samuel Thompson...

Decidió que debía prepararse para recibir su invitado...

Una ducha caliente la ayudó a relajarse, un ligero, suelto y corto vestido, con hombros descubiertos, su castaño y largo cabello suelto...

Sonrió cuando cincuenta minutos más tarde, su timbre sonó anunciando que tenía un visitante.

—Demasiado puntual, o ansioso—sonrió Ámbar, dirigiéndose a la puerta, al abrirla se encontró con un sonriente Matteo. —Me sorprende tu puntualidad.

—Solo cuando me interesa— sacó una mano detrás de él, y Ámbar rió al ver las rosas rojas que él le extendió.

—No eran necesarias, pero agradezco el gesto — dijo tomándolas—adelante, pasa— Matteo entró al lugar, observando todo.

—Bonita casa.

—Gracias— respondió ella caminando y dejándo las rosas sobre la mesa, si, era un gesto bonito pero lo que menos esperaba de aquel encuentro era algo romántico, ella solo quería liberación... Caminó hasta quedar frente a él. —¿Quieres tomar algo?, sería bueno que te hidrates, pronto estarás sudando mucho...— el joven sonrió complacido, para él resultaba toda una experiencia que una chica mayor le hablara de esa manera, era excitante sentirse como la presa.

—En ese caso, tu también deberías hidratarte—sonrió— yo estoy bien.— dicho aquello, dió un paso adelante cortando la distancia que los separaba y tomándola de la cintura— eres muy guapa—susurró contra su boca, y su aliento amentado la acaricio, un agradable olor— nos la pasaremos bien.

—Seguramente...—sonrió, entendiendo sus manos, le rodeó el cuello acercándolo y apoderándose de su boca. Ámbar descubrió que aquel joven era bastante ágil a la hora de besar, el beso resultaba placentero, las manos de él se movieron inquietas por el contorno de su cuerpo, hasta que llegaron a sus glúteos y la oprimieron contra su pelvis, para que sintiera en bulto que comenzaba a endurecerse. Ámbar gimió dentro de la masculina boca, sintiéndose complacida por lo que sentía, extendió una mano metiendola entre sus cuerpos, en busca de aquel palpitante tesoro, mientras Matteo, ansioso, levantaba el vestido para acariciar sus redondos glúteos, amasandolos, oprimiendolos, haciéndola estremecer, hasta que Ámbar cortó el beso y se alejó.

—¿Qué suced...?— le miró con ojos abiertos, mientras ella se sentaba en el mueble a espaldas de él.

—Quitate la ropa— le ordenó sonriendo— quiero apreciar el menú disponible— Matteo sonrió, por un momento pensó que ella lo dejaría así. Fue a quitarse las prendas apresuradamente pero la voz de Ámbar lo detuvo— Así no, Matteo— chasqueó la lengua— más lento, no solo quiero ver el menú, también quiero que me provoque comerlo...

—Bien...—respondió el ansioso chico, complacido por la seguridad de la mujer frente a él. Ámbar lo observó desnudarse lentamente, descubriendo un cuerpo atractivo... juvenil... todo lo contrario a lo que sería el cuerpo de Samuel... Cuándo él se liberó de los bóxer, la miró sonriente con su amigo de buen tamaño, erguido y dispuesto a iniciar la batalla—¿Te gusta lo que ves?

—Me gusta—admitió— acércate, quiero ver mejor— Matteo caminó hasta quedar frente a ella, y Ámbar sonrió cuando tomó firmemente su masculinidad y lo escuchó gemir al tiempo que se estremecía— estás ardiendo, Matteo—dijo con una sonrisa, cuando comenzó con largos y lentos movimientos en su mano.

—Es... gracias a tí — dijo con voz entrecortada, mientras la observaba maniobrar—mira como me tienes, Ámbar—gimió y ella sonrió. Era tan agradable sentirse poderosa, tenerlo allí, disponible y temblando, a la espera, pero no era el único, ella misma ardía por dentro, sintiendo como su cuerpo, tal como un volcán que amenazaba con erupcionar violentamente, comenzaba a segregar lava desde su interior. —Vamos, linda— la animó, al mirar su rostro tan peligrosamente cerca de su erección— saboréalo un poco...

—Nada de eso, debes ganartelo primero —él la miró confundido, mientras ella elevaba sus caderas, subiendo su vestido, tomaba el elástico de sus bragas para bajarlas y deshacerse de ellas— me gusta complacer, pero también ser complacida...—sonrió— demuéstrame que esa boca no sólo sabe besar, si haces bien tu trabajo— separó sus muslos, dándole un visión rápida de su paraíso— te daré una exquisita recompensa, si no, deberás vestirte e irte de mi casa, Matteo... si quieres estar dentro de mi, solo hay una manera de convencerme —separó aún más sus piernas, y la respiración de Matteo se aceleró, rápidamente se colocó de rodillas, con la mirada fija en su intimidad, comenzó a besar la cara interna de sus muslos, haciéndola suspirar de satisfacción y placer... la tomó de los muslos y tiró con fuerza hacia él, absolutamente dispuesto a ganarse el pase de acceso a aquel manantial de placer...

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AMORES, COMO SIEMPRE, LE PIDO QUE ME DEJEN SABER SUS OPINIONES.

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