Capítulo 44; Pagar penitencia.

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Después de aquella triste escena con sus padres Ámbar decidió que no podía enfocarse en lo negativo de su vida de ser así terminaría deprimida y llorando sobre el sofá hundida en la miseria que le provocaba sentir que no pertenecía a ninguna parte. Y a eso debía añadirle el hecho de que seguía sin saber absolutamente nada de Samuel, las veces que había hablado con Ana, la pobre mujer también había dejado bastante claro que ella tampoco había hablado con su hijo, aquello no hacía más que entristecer a Ámbar quien lo extrañaba y anhelaba constantemente su regreso, los días transcurrían lentamente y aquello parecía una infinita tortura era como si estuviese pagando una penitencia y quizás sí lo era, quizás debía pagar penitencia de por vida por haberse enamorado de un hombre de Dios.




  Si algo podía consolar su triste y miserable vida eran sus amigas, poder salir y disfrutar de tiempo de chicas con Melina, Amy y Jessie era lo mejor del mundo, podían ir a bailar una noche reunirse para tomar un café en la tarde ver juntas una película , el fin de semana ir quizás de compra sus amigas, eran como esa cura el alma, eran esas personas maravillosas que le recordaban que valía la pena seguir, además sus amigas la animaban constantemente a permanecer o mantener la esperanza de que Samuel regresaría pronto confiando en que traería buenas noticias para ella.



  —Hey quita esa cara de preocupación— le dijo Jessie con una sonrisa mientras contorneaba sus caderas a ritmo de la música— hemos venido a pasar una agradable noche de chicas así que olvídate de Samuel por un momento y dale vida a esas caderas— le dijo riendo mientras la instaba a bailar




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  Aquella tarde abandonaba las instalaciones de su trabajo completamente agotada, era fecha de cierre fiscal por lo cual se puede decir que estaba llena de trabajo y lo agradecía realmente, estar tan llena de trabajo la ayudaba a no pensar, entró en el ascensor y las puertas estaban por cerrarse cuando el mismo señor Marshall entró al elevador y le regaló una sonrisa.


  —Ámbar eres tú, qué bueno verte.


  —Señor Marshall, lo mismo digo. ¿cómo se encuentra?


  —Muy bien, creo recordar que me debes un café qué tal si vamos por él.


  —Me encantaría pero he quedado con mis amigas así que no me es posible el día de hoy, quizás otro día.



  —Me parece que estás evitándome. No debes preocuparte por nada es solo una salida amistosa. Nada de segundas intenciones— le sonrió.


  —No me preocupo— le regaló una amplia sonrisa— pero realmente ya tengo planes, de no ser así me encantaría compartir un café con usted.


  —Bien, otro día será Ámbar, cuídate mucho—le dijo mientras ella abandonaba el ascensor en el primer piso y él seguía dentro camino al estacionamiento.




  Ámbar estaba feliz pues al día siguiente iría al fin a comprar su auto había podido reunir lo suficiente, más el dinero que tenía guardado y todo gracias a que el apartamento tan económico que le había conseguido Ana.


  Se encontraba de camino a casa cuando su celular timbró, la pantalla se iluminó mostrando el nombre de Matteo, Ámbar suspiró, él era un buen chico, pero últimamente las conversaciones habían sido bastante incómodas, además de que le daba la impresión de que Matteo le había amenazado, suspirando descolgó la llamada y le atendió.


  —Hola Matteo, buenas tardes.


  —Hola preciosa, ¿Cómo estás?


  —Bien, bien, algo ocupada, tengo reunión de chicas hoy con mis amigas.


  —Supongo que eso me deja fuera de juego, quería invitarte un café ó una copa, me parece que últimamente me estás esquivando.


  —Sé que las cosas han ido mal entre nosotros Matteo, pero muchas cosas han cambiado ya nada es como antes.


  —¿Intentas decirme que no quieres verme más?


  —Me atrevería a decir que sí —le dijo Ámbar incapaz de mantener una ilusión de algo que no se llevaría a cabo.


  —Bien, bien, lo admitiré con dignidad sin embargo, creo que me merezco un trago de despedida ¿no crees?


  — No lo creo Matteo, vernos una vez más solo nos haría confundir las cosas.


  —Me enfada mucho el hecho de que solo me buscas cuando necesitas desahogarte, eso no está bien Ámbar, así que... así como muchas veces tú me has llamado solo para desquitarte, esta vez yo te llamo solo para compartir una copa— de esa manera seguía insistiendo por algunos minutos, hasta que Ámbar se sintió frustrada incapaz de seguirse negando o queriendo aceptar solo para dejar de escucharlo.


  —De acuerdo, de acuerdo, está bien, veámonos una última vez —le dijo.



  —Ya que no puedes hoy podría ser mañana, paso por ti.


  —Mejor dime dónde nos vemos y llego por mi cuenta.





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  La mañana siguiente se sorprendió ante la noticia de que sus padres se embarcarían aquella misma tarde en un nuevo crucero por el Caribe, lo que más le dolía a Ámbar era que ya había llegado el momento de marcharse y ni siquiera habían podido tener tiempo de calidad, pero bien como había dicho Jessie; lo mejor era acostumbrarse y asumir la idea de que sus padres no se sentían bien junto a ella, así que después de mediodía pidió un permiso de dos horas para asistir al puerto y poder despedirse de ellos, estaban por embarcar cuando Ámbar llegó, su padre le recibió con una enorme sonrisa y los brazos abiertos.

  —Pensé que no vendrías— le dijo.

  —No quería perderme la oportunidad de despedirlos, a fin de cuenta no sé cuándo volveré a verlos.

  —Esperemos que pronto— respondió su padre— quizás podamos asentarnos en alguna isla caribeña y puedas venir a visitarnos.

  — Claro que sí papá, sería increíble —dijo sin mucha emoción, luego Ámbar se giró hacia su madre y se miró en los hermosos ojos color miel tán iguales a los suyos—espero que tengas buen viaje, mamá— le dijo, la mujer se acercó a ella y la rodeó con sus brazos.

  —Sé que soy una mujer dura Ámbar, que la mayoría de las ocasiones digo cosas que no te gustan, sé que no solemos coincidir en nada y que es difícil para nuestros carácteres acoplarse, sé que somos como el agua y el aceite, pero soy tu madre y eres mi hija y nada en el mundo puede cambiar eso—se alejó y la miró a los ojos y le regaló una pequeña sonrisa— lamento no poder comprenderte, ni ser la madre que necesitas, espero que en el futuro podamos trabajar en ello, quiero entenderte, quiero comprender tu situación, quiero mirarte a los ojos y sentir esa conexión que toda madre debería tener con su hijo.

  —Yo intento comprenderte madre, juro que intentó comprenderte pero en ocasiones es algo que va más allá de mi entendimiento, sin embargo también espero que en el futuro podamos entendernos mejor, espero que tengas un buen viaje—se abrazaron y el padre se unió al abrazo grupal, ella dio un beso en cada mejilla de uno de sus progenitores y cuando los vio embarcar los despidió con un saludo en la mano... allí iban sus padres y no sabía cuándo volverían a verse.

  Después de aquello volvió al trabajo para continuar su tarde laboral, estaba por retirarse de las oficinas cuando recibió una llamada de Matteo para recordarle su cita de aquella noche, la verdad es que no quería asistir no tenía ni la más mínima intención de reunirse con él, pero ya le había dado su palabra así que decidió ignorar su estado de ánimo y el extraño sentimiento en su pecho. Recordó que tenía su cita para comprar su vehículo y se fue directo a la agencia, al fin dejaría de caminar o andar en metro.




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