Capítulo 65; ¡Una arpía!

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—¡Pero mira nada más Qué guapa te ves con esa panza!— le dijo Aníbal a Melina mientras llegaba a ella y la abrazaba por detrás ella observaba su figura en el espejo.



  —¿Te sigo apareciendo atractiva aunque parezca que me estoy inflando como globo?— le dijo con una risa tierna.



  —Me pareces la más atractiva de todas y tu pancita solo te hace ver muy, muy interesante y aún mas hermosa— se inclinó sobre ella depositando un tierno beso en su hombro y otro en su cuello.



  —Está creciendo muy rápido, ¿ no crees?, antes no se notaba pero ahora me parece que me está creciendo muy rápido, ¡ mira nada más!



  —Bueno, son casi siete meses así que supongo que es natural.



  —¿Crees que nuestra hija sea hermosa?— le preguntó con ternura— estoy rogando para que tenga tus ojos. — dijo Melina con ternura.



  —Nada de eso mi niña, nada de eso, yo he estado suplicando constantemente para que tenga los tuyos, aunque me parece que es un arma de doble filo, imagínate una pequeña igual de rubia que tú, con esos preciosos ojos azules. ¡Qué será de mí!, creo que sería un hombre gobernado por esa pequeña criatura. —Melina rió alegremente por qué le parecía muy tierno que Aníbal asumiera de manera tan linda que estaba derretido de amor por su hija.



  —Estoy muy feliz de que sea una princesa, aunque también me hubiese encantado tener un niño.



  —Desde el primer momento que supe que estabas embarazada, estaría feliz si recibíamos un niño o una niña, lo único importante es el amor que nos tenemos y que este bebé— colocó las manos sobre el abultado vientre— es fruto de los sentimientos puros y sinceros que compartimos. Tu, Samuel y está bebé son lo más grande y hermoso de mi vida—Melina sonrió.



  —¿Que nombre le pondremos?



  —No lo sé, Mel. ¿Cómo te gustaría llamarla?, yo quisiera algo muy significativo como; Esperanza, representando esas esperanzas que ya daba por perdidas y tu me regresaste. Alba, porque llegó para iluminar mi vida, podríamos probar también con algo como Amanda, Gina, Clarisa...



  —Me gusta Alba—sonrió.



  —Alba Thompson — dijo Aníbal sonriendo.







  Samuel disfrutaba de la visión mientras sus sentidos lo estaba empujando a la cima del placer. Le gustaba mucho aquella posición, en dónde Ámbar tomaba las riendas del acto de amor, y lo montaba como una ardiente amazonas, eso le permitía sentirse muy dentro de ella, ademas de observar atentamente sus gestos y movimientos.



  Su esbelto y delicado cuerpo sobre él, sus caderas se mecían a un ritmo constante y delicioso, mientras él podía deleitarse con la redondez y cremosidad de sus pechos desnudos que rebotaban con cada movimiento. Cabalgaron de la mano hasta alcanzar la cúspide y ser transportados abruptamente al placer absoluto, después permanecieron abrazados, recuperándose del encuentro en medio de besos y delicadas caricias.

  Se dedicaron luego a tomar una ducha juntos, para luego vestirse.

  —Metamonos a la cama, tengo tanto sueño.

  —Yo también, aunque quizás deberíamos preparar algo para cenar ó... podríamos pedir algo a domicilio.

  —Quizas el domicilio sea la mejor opción...— la frase fue interrumpida por el sonido del timbre que llenó audiblemente todo el departamento— ¿Quien crees que sea?

  —Espero que sea cualquier persona menos tu madre —dijo con una tímida sonrisa— no sé si estoy preparada para un nuevo encuentro.

  —En ese caso, vamos juntos.— Se sorprendieron al abrir la puerta y encontrarse con la figura de la mujer mayor.

  —Antonia, buenas noches— dijo Samuel y Ámbar frunció el ceño. La mujer los observó a los dos y se persignó sin hacer ningún comentario. A pesar de que la mujer lo conocía desde hacía ya muchos años, ni siquiera respondió a su saludo y Samuel supo de inmediato el porqué, augurando asi el motivo de su visita.

  —Me extraña su visita — añadió Ámbar — aún no es fecha de pago. ¿Necesita algo?

  —Lo lamento muchacha, pero debes irte.

  —¿Irme?, ¿A dónde?— Ámbar abrió los ojos confundida.— ¿Por qué?

  —Lo sabes muy bien— respondió mirando a Samuel y luego nuevamente a ella— será mejor que te vayas pronto. Te doy hasta pasado mañana para que desalojes este lugar.

  —Pero... señora Antonia, no puede hacer eso. ¡Soy una buena inquilina!— dijo enojada— pago al día, en ocasiones antes de la fecha, mantengo bien cuidado el lugar, los vecinos no tienen quejas de mi y...

  —Lo siento, debes irte.

  —Pero tienen un contrato— intervino Samuel.

  —Te devolveré el pago de él mes que está en curso, y... debes irte, a más tardar pasado mañana.

  —¡Antonia!

  —Esto se trata de mi madre — aseguró Samuel— ¿En serio permites esto Antonia?

  —No puedo hacer más. Fue Ana quien habló a su favor para que le entregara el lugar.

  —Si, pero...

  —No hay peros que valgan, jovencita. Haz lo que te digo, pasado mañana, ni un día más — le advirtió.

  —Es una pena— dijo Ámbar— pensé que era usted una buena mujer, una mujer justa y noble. Pero no, solo es una marioneta — y enojada como estaba le cerró la puerta en la cara. Antonia al otro lado de la puerta sintió mucha tristeza, sentía afecto por aquella muchacha y lamentaba la situación, pero si falta era muy grande... Tenía las esperanzas de que Ana estuviese equivocada, pero ver a Samuel allí, sin hábitos y recién duchado solo confirmaba lo que la mujer ya le habia dicho.

  —¡Tu madre es una arpía!— le dijo Ámbar furiosa.

—No me imaginé que hiciera algo como esto— Samuel la abrazó. — no te preocupes cariño, lo solucionaremos.

—Tengo ahorros, aunque no muchos, hace solo un par de meses compré el auto—suspiró.

—No te preocupes, yo lo solucionaré. Déjalo en mis manos.

—No tienes por qué hacerlo solo, somos un equipo.

—Lo sé, cariño. Mañana comenzaré a trabajar con mi padre, le pediré apoyo para encontrar un nuevo lugar. Esto no es algo que no podamos resolver y si debemos irnos mañana o pasado, lo haremos. Mi madre está muy equivocada si piensa que va a arruinarnos la vida por quitarnos un techo para vivir nuestro amor.

—Me preocupa que ésto sea sólo el inicio de una serie de acciones que tome en contra de nosotros. — expresó con preocupación.

—No importa cuántos obstáculos nos ponga, los superaremos todos.— le dijo con seguridad y Ámbar asintió suspirando pesadamente mientras se abrazaba a él. No le había mentido a Ana, no se arrepentía de amar a Samuel y enfrentaría cualquier consecuencia sin importar cuál fuese.

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