Capítulo 11; Reconocer la tentación.

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Al día siguiente Ámbar le entregó los documentos a Samuel y pretendía tener una conversación con él, sin embargo, el sacerdote se despidió rápidamente asegurando que tenía asuntos parroquiales de los cuales debía hacerse cargo. Ámbar asintió y se despidió en dirección al nuevo departamento.

Una pequeña sala, una cocina, muy bonita, una sola habitación con cuarto de baño, y un cuarto de baño fuera, un pequeño balcón, un área de lavado y nada más... el suficiente espacio para ella sola.

Matteo llamó en un par de oportunidades y envío un par de mensajes, pero decidió ignorarlo por el momento, quería enfocarse en su mudanza, debía deshacerse de algunas cosas que no entrarían en el nuevo lugar, esperaba hacer una mudanza pequeña con lo justo, y aprovechar algunas cosas que la señora Antonia había dejado en el lugar.

Los próximos dos días, pasaron muy rápido, y Ámbar estaba entretenida en la que sería su nueva vida, en su nuevo hogar... aún así no dejaba de pensar en el sacerdote, le resultaba evidente, que estaba intentando evitarla, desde aquel abrazo lo había buscado por los documentos y los dos días siguientes, pero él había alegado compromisos, no quería incomodarlo más de la cuenta. Por las tardes asistió a misa y lo observó desde lejos, en cuanto finalizaba, se colocaba de pie y salía del lugar.

Jessie, había estado muy ocupada por lo cual no habían podido tener una buena conversación, solo un escaso intercambio de mensajes. Había hablado con Amy, quién le aseguró que pronto la llamarían para una entrevista y que debía estar preparada para cuando llegara el momento. Esperaba que fuese pronto, pero después de la mudanza, eso ayudaría a no complicar demasiado su vida.

Samuel luchaba por mantenerse lejos de ella, necesitaba centrar sus emociones, no le estaba gustando todo lo que estaba experimentando, sobre todo, porque eran emociones desconocidas y no sabía cómo manejarlas... los sueños con ella no habían cesado, cada noche despertaba con el cuerpo perlado en sudor, imaginando los besos de Ámbar sobre su boca, y cada noche se postraba suplicando al padre fortaleza... Nunca, nunca había dudado de su fe, desde niño había abrazado con gratitud su destino de servicio, y nunca había dudado de ser sacerdote, era su llamado, así le había enseñado su madre, así lo sentía, había sentido cierto tipo de atracción por alguna jóven siendo aún un puberto, pero nada más allá, pero... esas sensaciones no podían compararse ni de cerca con lo que estaba sintiendo ahora por Ámbar, y tenía miedo, miedo de su cercanía.

Y estaba mal... sabía que estaba mal, porque por primera vez en la vida, una mujer lograba despertar ese interés en él.

Estaba dispuesto a ayudarla todo lo que fuese necesario, pero de igual manera estaba firmemente decidido a mantenerse alejado de ella, Ámbar Hobbs, estaba resultando una tentación y no, no estaba dispuesto a ceder ante ella... él era un escogido, un elegido, un hombre santo a la obra y servicio del cielo. No podía tener esa clase de sentimientos y pensamientos, no estaba bien, esos sueños, no estaban bien, y le estaban costando horas de rezo y penitencia.

No entendía el alcance de lo que sucedía, pero lo que si estaba claro era que Ámbar representaba una tentación, una prueba para sus votos de amor a Dios, y no iba a fallarle a Dios, no fallaría a sus votos, en consecuencia, debía mantenerse lejos de ella.

—Padre, deme la bienvenida a la casa del Señor—Samuel, se giró para encontrarse con la amigable sonrisa de su padre.

—Bienvenido a la casa de Dios, padre —le sonrió y luego se acercó para abrazarlo, el hombre lo abrazó también con mucho cariño. — no es muy común verte por aquí.

—Está resultando la única manera de ver a mi hijo — exclamó Anibal Thompson, con una sonrisa— y este viejo te extraña mucho.

—Yo siempre te extraño, padre— sonrió —sentemonos—señaló un banquillos—es bueno que estés aquí.

—Me sucede lo mismo... ¿Está todo bien?, pareces preocupado.

—Nada de que alarmarse, algunos asuntos de feligreses que me han impedido dormir.

—Lamento escuchar eso... Samuel... necesito confesarme— Samuel elevó su rostro y miró a su padre con el ceño fruncido.

—Nunca has sido dado a las confesiones.— respondió evidentemente preocupado.

—Lo sé, pero necesito hacerlo, necesito desahogarme, pero es necesario que sea bajo secreto de confesión.

—De acuerdo, te escucho...—Anibal Thompson parecía estar preocupado, tomo un largo respiro y luego exhaló lentamente.

—Siento que la relación con mi esposa se ha deteriorado demasiado... la amo, o eso creo, pero ya no es lo que solíamos ser. Ana... ella está más preocupada por el prójimo, por el vecino que necesita de Dios, que por mi... no creo decir esto jamás pero... su fé nos está separando.

—La fé no separa, quizás estés confundido.

—No, sé perfectamente de lo que hablo—dijo triste—ya no reconozco a mi esposa, ni siquiera siento que sigamos siendo un matrimonio, dos más como... viejos amigos que duermen en la misma cama. Aún soy joven y... sé que no lo entiendes, pero tengo necesidades como cualquier otro, necesidades de mi carne, y también de mi alma, me gustaría sentir nuevamente el afecto de mi esposa. Pero por más que lo busco, no logro conseguirlo.

—Es una crisis matrimonial...

—Es más que eso... mi carne está siendo tentada, y siento que perderé la batalla.

—¿De qué hablas?—Samuel frunció el ceño, queriendo creer que había entendido mal.

—Estoy sintiendo interés por otra mujer. —admitió y bajo el rostro— y eso me hace sentir culpable porque tengo un compromiso con mi esposa, juré amarla y respetarla, hice votos con ella... y ahora, me encuentro deseando a alguien más. Ella, esa otra mujer no oculta su interés hacia mi, siento que me seduce con cada cosa que hace y... mi piel está deseosa de sentirse querida nuevamente.

—No puedes ceder, debes ser fuerte... no adulterarás.

—Lo sé, pero... no sé si pueda resistirme por siempre, y Ana... si ella entendiera como me siento.

—¿Cómo puede adivinarlo?, debes decírselo, hacérselo saber— Samuel se sintió angustiado al ver tanta turbación en los ojos de su padre, y su angustia por dejarse arrastrar y ceder al deseo de la piel. El matrimonio de sus padres se tambaleaba en una cuerda floja.

—Se lo he dicho, he intentado conversarlo pero, ella se niega, Ana no comprende lo que estoy sintiendo, de cierto modo me siente seguro. Está otra mujer, ella me hace sentir nuevamente deseado, ansioso, me abre una abanico de oportunidades que creía perdidas. Con Ana... entendí que no pudiéramos tener más hijos, y hasta me resigné al ver cómo te instruía para ser sacerdote, lo asumí, aunque le dije que estaba siendo egoísta. Te estaba robando la oportunidad de una vida normal, de formar tu propia familia, y a mí, la oportunidad de tener nietos, como unos segundos hijos—sus ojos brillaron — no es fácil para mí asumir que mi apellido morirá contigo, que me he esforzado años y años trabajando por construir unas empresas, y una fortuna que a la larga terminarán en manos de cualquier extraño... No estoy conforme con mi vida, y eso es doloroso.

Samuel se entristeció en gran manera, al ver el dolor de su padre, y apreciar la nostalgia en si voz, Anibal Thompson, realmente sufría.

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