Capítulo 23; Matrimonio en peligro.

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—Comprendo que debes irte pero, no imaginas cuánta falta me haces cuando te vas— Anibal, quién terminaba de ajustar su corbata frente al espejo, se giró hacia la cama, dónde Melina estaba acostada, envuelta en las sábanas, con el cabello despeinado, y los labios hinchados. Él sintió el deseo de desvestirse de nuevo y volver junto a ella, abrazar su cuerpo y quedarse a su lado. Melina se estaba volviendo en alguien muy importante para él, no podía explicar lo bien que lo hacía sentir—¿Podrás quedarte alguna vez?

—Puedo intentarlo—le sonrió, acercándose a la jóven, era increíble como ella lograba despertar tantas sensaciones en su cuerpo, sensaciones que creía muertas ya.—realmente me gustaría quedarme es solo que...

—No digas nada— sonrió y se levantó, colocándose de rodillas en la cama le hizo una señal para que se acercara, Anibal obedeció llegando hasta ella, se sentó a su lado. Melina le sonrió y acarició sus cienes planteadas... esas hebras de cabellos grises le hacían tan interesante a sus ojos. — no quiero sonar controladora o insistente, sé perfectamente cuál es la situación.

—Lo lamento, Meli, realmente me gustaría que las cosas fuesen diferentes. Dime, ¿te gustaría viajar éste fin de semana conmigo?

—¿Viajar?, ¿a dónde?— preguntó sonriendo.

—A dónde tú quieras, la montaña, el mar, a otro país — la tomó de la cintura.

—¿Es que acaso quieres enamorarme, Anibal?— le preguntó con una amplia sonrisa.

—Nada me gustaría más —admitió acariciando sus labios— me siento tan bien a tu lado... sabes, hay un sitio que me gustaría mostrarte, quizás podamos viajar allí este fin de semana, iremos en auto y te prometo que volveremos el domingo por la tarde, así que no tendrás que preocuparte por ausentarte de la oficina.

—¿Realmente puedes ausentarte todo un fin de semana, Anibal?

—Puedo... por ti, claro que puedo —Melina, lo miró con una enorme sonrisa en los labios. ¿Realmente podría estarse enamorando de Anibal?, de hecho creía que ya lo estaba. — será un fin de semana increíble, lo prometo.

—Desde ya, estoy ansiosa— aseguró, antes de inclinarse hacia él para besarlo apasionadamente.

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—¡UN MOMENTO, YA VOY!— gritaba Amy, mientras caminaba apresuradamente hacia la puerta de entrada, al parecer el domiciliario que traía su pizza tenía prisa. —¡Qué barbaridad!, ¿Cuál es el...?— Amy se quedó de piedra al contemplar a Markus allí, en su puerta. Todo su ser tembló y algo en su pecho se movió inquieto. No lo dudó, si lo hacía terminaría claudicando, empujó la puerta para cerrarla, pero Markus colocó el pie a la vez que introducía su mano, para evitar quedarse fuera.

—No, Amy... dame un momento, cariño.

—¿Qué rayos haces aquí?, ¡Sal de mi vida, Markus!— le dijo frustrada, batallando con el deseo de echarse a llorar. ¿Es que acaso él no entendía lo difícil que resultaba para ella mantenerse firmemente alejada de él?.

—Hablemos, cariño...— Amy gruñó frustrada, soltando la puerta y alejándose. Markus aprovechó, entró al departamento y cerró la puerta tras él. —siento llegar así, y más cuando me has dicho constantemente que no quieres verme, pero... necesitamos hablar Amy, por favor, te lo ruego.

—¿Qué más quieres de mi, Markus?, ¿acaso no crees que me has jodido la vida ya lo suficiente?, estoy batallando por construir una vida donde no estás tú. ¡Por favor, déjame!

—¿Cómo lo hago?, cada día alejado de ti es una tortura Amy, estoy enloqueciendo— la mujer lo miró directamente a los ojos, se veía tan triste.

—Pues, vé y cuentale eso que acabas de decirme a tu mujer, quizás le agrade saber que estás enamorado de otra.

—No puedo hacer eso, Amy— dijo triste— nunca he tenido el valor de decirte por qué no puedo dejar a Clara...

—Y precisamente por eso te saque de mi vida. Estás unido a ella y yo ya no puedo soportar mi papel de amante, me cansé Markus, me cansé de sentir que no soy suficiente.

—Eres más que suficiente, Amy — se acercó a ella y la abrazó, la rubia comenzó a llorar con desconsuelo, le costaba tanto mantenerlo lejos. Estaba estúpidamente enamorada de un hombre que no era suyo. — Te amo, Amy. Sé que te cuesta creerme, pero solo quiero estar a tu lado, mi amor.

—No más, Markus. No digas nada más.

—Amy, Clara... ella está enferma, está muriendo y... me ha rogado que permanezca a su lado como lo prometimos hasta que la muerte nos separe—Amy elevó el rostro y miró los ojos de Markus.

—¿Qué dices, Markus?

—Clara está muy mal, Amy, está muriendo y aunque quisiera dejarla y correr a tu lado, vivir contigo este amor, me mataría la culpa al saber que la abandoné justo en el momento en que más me necesitaba.

Amy sintió un fuerte dolor en su corazón... ¿Qué estaba sucediendo realmente?

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Ana, estaba sentada en la sala, dedicándole tiempo a la lectura de la santa palabra, cuando Anibal llegó.

—Es un poco tarde. ¿No crees?— fue el saludo que le dió, al levantar la mirada de la biblia.

—Hola también a ti, Ana. También estoy feliz de verte. — respondió con ironía.

—Cada día llegas más tarde, no permitas que el trabajo te absorba al punto de mantenerte lejos de tu hogar, querido esposo.

—¿O sea que si te das cuenta de que llegó tarde?— preguntó frustrado— pensé que entre la lectura —señaló la biblia— y tus constantes horas de rezo, ni cuenta te dabas de que tu esposo no estaba en casa— la mujer frunció el entrecejo —Ana, cada día estamos más lejos el uno del otro, y no es precisamente por mi trabajo.

—¿Es que acaso te opones a mi vida espiritual?— preguntó mostrando su disgusto.

—No, por supuesto que no me opongo a que seas una mujer de fé. Me opongo a tu creciente religiosidad que nos mantiene separados, no recuerdo en qué momento del camión te perdí, Ana.—gruñó— ya ni siquiera te preocupas en cómo estoy, en cómo me siento, y cada vez que intento acercarme a tí, terminas alejándome, dormimos en la misma cama cada noche, pero hace mucho que no tenemos realmente una vida marital. ¿Hace cuánto no hacemos el amor?, ¿hace cuánto no tienes tiempo para demostrarme tu afecto?, ¿Hace cuánto no me dices que me quieres?, me siento solo batallando por sostener lo que queda de este matrimonio. ¡No te das cuenta del daño que me haces!— Ana, cerró la biblia dejándola sobre la pequeña mesa, se puso de pie y observó a su esposo.

—Tengo obligaciones que no puedo evitar.

—Claro, todo es más importante que nosostros; ayudar al prójimo, tus obras de caridad, tus rezos, tus ideas a la iglesia, los huérfanos, los desamparados, para todo tienes tiempo, menos para mí, menos para el hombre que juraste amar.

—Eres demasiado injusto conmigo, Anibal— le reprochó.

—Ana... yo te amo, deseo recuperar lo que teníamos. Vamos a terapia de parejas, hagamos un viaje juntos, tomemos un crucero, hagamos lo que sea por recuperar lo que perdimos. 

—Bien sabes que no puedo ausentarme, tengo obligaciones eclesiásticas, en cuanto a la terapia... no nos hace falta, Anibal. Sólo necesito comprensión de tu parte.

—¿Más de la que te doy?, ¿Cuánta más?, ¡Estoy harto de ser lo último en tu lista de prioridades!— exclamó y se alejó en dirección a su habitación, dejando a la mujer con la vista clavada en el lugar por dónde se había ido.

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora