Capítulo 58; Que pequeño es el mundo.

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—¿Llegaron nuestros invitados?— se escuchó la voz de Melina— querido, hazles pasar...— y así llegó a la puerta, mirando la escena. —¿Ámbar?

—Meli...

—¿Alguien puede explicarme que está sucediendo?— preguntó Samuel confundido— no entiendo absolutamente nada.

—¡Qué pequeño es el mundo!— gimió Ámbar— ya nos conocemos, cariño. Es solo que no sabíamos en realidad quienes éramos.

—No lo comprendo.

—Será mejor que entremos y nos sentemos— sugirió Melina y así lo hicieron, sentándose los cuatro en la sala.

—Hijo... —empezó Aníbal — ella es Melina— le tomó la mano y depositó un beso— es la mujer que amo y me alegra que al fin se conozcan. Mel, es mi hijo Samuel.

—Para mi es un placer— respondió Melina con una sonrisa— estaba ansiosa por conocerte hace mucho.

—El gusto es mío, mi padre me ha hablado mucho de ti. Felicidades por el embarazo.

—Gracias— respondió ella sonriendo.

—Melina y yo somos amigas— intervino Ámbar — nos conocimos en la universidad y desde entonces mantenemos el contacto, supe que se había enamorado perdidamente y luego tuve el placer de conocer al hombre por quién perdió la cabeza; Aníbal.

—Asi es, nos conocimos por Mel, pero jamás me imaginé que seria tu chica— Ámbar sonrió y entrelazó sus dedos con los de Samuel— creo que está es una enorme coincidencia.

—Demasiado grande, yo... estuve muchas veces en tu casa— le dijo a Anibal— suelo visitar a Ana...— lo siento, Mel— se disculpó avergonzada.

—No tienes que disculparte, conozco mejor que nadie la situación.

—Yo... Ana siempre hablaba de su esposo, pero nunca le llamaba por su nombre y... nunca pudimos conocernos.

—Cuando yo les presenté, no tenían ni idea de lo que estaba pasando— dijo Melina.

—Me siento bastante mal por Ana— Ámbar no pudo evitarlo— ella... es mi amiga y... si ya me sentía mal por ella con mi relación con Samuel, esto... pues me hace sentir peor, ella lo está pasando mal.

—Te entiendo— dijo Aníbal asintiendo— Pero no debes sentirte mal, Ámbar. Mi relación con Ana se vino deteriorando hacia ya mucho, fue imposible continuar juntos. Melina es todo lo que quiero — le sonrió con ternura — y se que soy mucho mayor que ella, que lo nuestro es una relación prohibida, Pero es amor de verdad.

—No soy precisamente alguien que pueda juzgar las relaciones prohibidas—se giró hacia Samuel.

—Bien, esto es un embrollo total— dijo Samuel— supongo que efectivamente el mundo es más pequeño de lo que esperamos y que mi madre estará doblemente enojada, pero ni guno de nosotros planeó lo que está sucediendo, así que no podemos tener culpas, somos libres de amar y no amar, nuestro corazón es quién decide y cuando lo hace ya no hay vuelta atrás.

—Tu sabes cuánto luché por mantener mi matrimonio a flote, hijo— suspiró Samuel— años y años y años, batallando por no dejar morir la relación, muriendo un poco cada dia.

—Lo se, padre.

—Fue Meli quien me regresó a la vida, quien me recordó que era sentirse querido, y me recordó mi valía. He hablado con Ana pero... se niega a darme el divorcio.

—Ella quiere conservar las esperanzas de que tú regresarás a casa.

—Jamás— negó— le he dejado claro que no sucederá.

—Ana no sabe lo del embarazo...— dijo Ámbar.

—No he querido decírselo para no perturbarla más — respondió Aníbal— creo que no lo tomaría bien, estoy seguro de que la tristeza la consumiría.

—Yo estoy de acuerdo en que lo mejor es esperar—aseguró Melina— Samuel— le sonrió— espero que no me odies por estar en medio de tus padres.

—No lo hago, soy adulto y sé cuánto sufría mi padre. Cómo el mismo lo ha dicho, las cosas con mi madre no funcionaban bien, desde que está contigo es más felíz, su vida ha mejorado y te lo agradezco, mi madre no es una persona fácil, pero quiero creer que terminará por aceptar que tanto mi padre como yo, somos libres de tomar nuestras decisiones. — Melina asintió.

—Gracias... y cuéntame, sé que Ámbar ha perdido la cabeza y el corazón por un hombre prohibido, un hombre al servicio de Dios, Pero... ¿Que sientes tu?, ¿cómo ha sido este proceso para ti?

—Dificil... primero me negaba a aceptar lo que estaba sintiendo por ella, luego batallaba constantemente rogando por dejar de sentir— se giró para ver a Ámbar quien sonrió feliz— mi viaje serviría para pensar y decidir lo que quería hacer.

—Y te decidiste por ella—sonrió Melina.

—Me dolía la idea de abandonar los habitos, pero al pensar en perderla... el dolor era aún mayor, eso me llevo a tomar mi irrevocable decisión.

—Si me lo permites, creo que tomaste la mejor decisión de todas. Ustedes se aman y tienen todo el derecho de ser libres para construir su felicidad.

—No será facil— dijo Ámbar— Pero estamos dispuestos a asumir cualquier consecuencia, dispuestos a luchar por lo que sentimos.

—Es bueno saberlo, ahora que hemos aclarado todo voy a la cocina para ordenar que sirvan la cena. ¿Me acompañas, Ámbar?

—Claro que si, Mel— ella se giró hacia Samuel y depositó un beso en su mejilla— con permiso.— ambas mujeres se alejaron en dirección a la cocina, dejando a los hombres solos.

—Has hecho una elección magnífica, Ámbar no solo es preciosa, es inteligente, es amable, trabajadora... es una buena chica.

—Es por eso que digo que esto que siento debe ser aprobado por Dios, no consigo otra explicación, ella es un bálsamo a mi vida, padre.

—Lo noto—sonrió— y ahora es más comprensible el hecho de que hayas sido incapaz de mantener tus votos. ¿Quien en tu lugar podría?

—No es un consuelo— sonrió— pero solo ella podría lograr que lo hiciera, la amo demasiado padre, no deseo nada más que estar con ella...


—Sé que estás triste por ella— le dijo Melina— y no pretendo excusarme, pero no es tan buena como crees. Esa mujer hizo vivir un infierno a Aníbal, y no, no me arrepiento de tenerlo a mi lado, es el padre de mi hijo, Ámbar.

—No te estoy juzgando Meli, en serio, ustedes son adultos, saben mejor que nadie lo que hacen. Si ambos están felices, supongo que han tomado la decisión correcta.

—Pero no puedes dejar de pensar en ella.

—No, no puedo... básicamente tu y yo somos amigas, tu le has alejado de su marido, y yo voy a arrebatarle a su hijo. ¡Va a odiarnos de por vida!

—Esperemos que la rabieta no le dure tanto, y que haga galardón de la piedad y misericordia por el prójimo, y pueda dejarnos vivir nuestras vidas felices y no me refiero solo a Aníbal y a mi, sino también a ti y a Samuel, que por cierto, te has quedado corta describiendolo, ¡Es todo un bombón!— rió— ahora te entiendo amiga.

—Meli... ¿Realmente crees que ella nos deje ser felices?

—No lo sé, no la conozco, solo se de ella lo que me ha contado Aníbal.

—Yo no lo creo... estoy segura de que ella perderá la cabeza...

¡Y cuánta razón tenía Ámbar, porque días muy oscuros estaban por llegar!

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora