Capítulo 61; Libre para amarte. ❤️

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Ana estaba horrorizada ante el descubrimiento y aún después de despedir al detective no hacía otra cosa que suplicar que aquello fuese falso, se fue directamente a su cuarto de oración donde se puso de rodilla frente a la imagen del Cristo

—Esto no puede ser cierto, Dios mío— decía una y otra vez— esto no puede estar pasando, tiene que haber un error, mi hijo... mi hijo no puede haber caído en los pecados de la carne y Ámbar... no... no puedo creer que ella me haya traicionado de esa manera, ella sabe lo importante que es para mí y para mi hijo su servicio — Ana estaba escandalizada porque si hasta ese momento pensaba que su vida estaba yendo mal, sin duda alguna descubría que cada vez se ponía peor.





  Samuel pasó todo el día el resto de la tarde dedicado a enseñarle al sacerdote Malaquías el funcionamiento de la iglesia, las actividades que se hacían en la parroquia y todo lo destinado al templo, ciertamente a recibir la noticia de su baja ministerial hubiese querido tomar el documento y correr hacia Ámbar pero sabía que debía mantener el orden y debía cumplir con el padre Malaquías, de esa manera podría dar cierre a su actividad eclesiástica, eran aproximadamente las seis y media de la tarde, cuando Samuel terminó de recoger sus pocas pertenencias y las colocó dentro de un bolso, ciertamente no tenía mucho y sentía que iniciaba su vida completamente desde cero.

Luego de aquello se despidió del padre Malaquías encargándole dedicadamente la iglesia y los feligreses, el padre Malaquías sonrió agradecido y le dijo que sin duda alguna había llegado aquel lugar para ejercer la obra de Dios y que las puertas de la iglesia estaban abiertas para él, luego de aquello Samuel abandonó la iglesia retirándose el alzacuello y desabotonando los primeras botones de su camisa, la casa de Ámbar no estaba lejos así que decidió caminar hasta allá, no habían tenido comunicación durante el día ya que él le había texteado para informarle que estaba muy ocupado y no podría llamarla durante el día, así que sería una total sorpresa para ella verlo llegar a su casa.




  Ámbar salía de la ducha, había tenido un largo día de trabajo pero agradecía que el cierre contable de las empresas se hubiese efectuado de manera eficiente, ahora podía volver a días no tan estresantes y un poco más relajados, decidió preparar algo para comer, se lamentaba profundamente  que Samuel no estuviese allí, él le había dicho en horas de la tarde que se encontraba ocupado y  no podrían verse esa noche así que tenía que resignarse, pensó también en ir a visitar a Melina y Aníbal sin embargo desistió de la idea ya que no había tenido una invitación y no querían llegar y estropearle algún momento íntimo.

Igualmente pensó  en ir al departamento de Amy pero después de darle largas al asunto decidió que lo mejor era quedarse en casa,  con una ligera pijama,  preparó unos rápidos emparedados que servían para la cena y los comió tranquilamente, se fue al sofá de la sala y encendió el televisor con la intención de encontrar algo que pudiste entretenerla un poco.

Tenía aproximadamente veinte o treinta minutos viendo televisor cuando el timbre del departamento la sobresaltó, no supo quién podría ser a aquella hora pero decidió ir y abrir la puerta, su sorpresa fue muy grande cuando se encontró con que Samuel estaba en la puerta y traía un pequeño bolso, ella sonrió.


  —Hola, pasa, no te quedes allí parado— le dijo con cariño reprimiendo las ganas de echarse a su brazo sin importar que la puerta estuviese abierta y cualquiera pudiera verlo, Samuel sonrío y se adentró en el departamento cerrando la puerta tras él dejó caer el bolso y la abrazó de inmediato, Ámbar se puso de puntillas y le rodeó el cuello con sus manos ofreciendo sus labios como una ofrenda de amor, Samuel aceptó aquel tributo inclinando su rostro se apoderó de aquellos carnosos y jugosos labios.

Fue un beso ardiente y completamente apasionado, cuando se separaron en busca de oxígeno Ámbar lo miró con una enorme sonrisa.

—Te extrañé durante todo el día— le dijo— sin embargo me dijiste que estabas ocupado y no quise molestarte.

—Sabes que nunca eres molestia, pero agradezco que respetarás mis espacios hoy, tenía muchas cosas que hacer.

—Agradezco que estés aquí— le dijo ella con una sonrisa—¿ quieres que te prepare algo de cenar?— preguntó con cariño.

—Por supuesto que sí, aunque constantemente me recuerdas que no eres muy diestra en la cocina amo comer todo lo que me preparas. Pero antes es necesario que hablemos de algo—  Ámbar frunció el entrecejo y lo observó por un momento con preocupación.

—¿Está todo bien?— preguntó asustada.

—Todo está bien cariño, de hecho está muy bien— la tomó de la mano y la llevó hasta el sofá donde se sentó y tiró de ella para sentarla sobre su regazo, Ámbar sonrío feliz y se dejó consentir cediendo a la fuerza de él  cayó sobre el regazo de su amado y lo miró con intensidad.

—Dices que todo está bien pero, si no me dices inmediatamente lo que está pasando voy a comenzar a preocuparme.

—Hoy por la mañana llegó a la iglesia el padre Malaquías.

—¿Y  quién es el padre Malaquías?— preguntó Ámbar confundida.

—Es mi reemplazo— los ojos de ámbar inmediatamente se iluminaron llenos de esperanza y de alegría— además trajo un documento firmado, es mi baja ministerial, desde hoy soy un hombre libre de mis responsabilidades eclesiásticas— Ámbar intentó contener un sollozo de alegría que se ahogó en su garganta, inmediatamente lo abrazó con muchísima fuerza y sin poder contenerse comenzó a llorar, Samuel sonreía porque comprendía que aquella eran lágrimas de felicidad. La abrazó con la misma fuerza e intensidad que ella lo hacía mientras dedicaba suaves caricias a su espalda.

—¡Estoy  tan feliz!— dijo ella con voz quebrada de llanto— ¡al fin podemos estar juntos!— su voz tembloroso denotaba la emociones sentidas—este es el día que hemos estado esperando, mi amor— le dijo él con ternura, Ámbar se alejó para poder mirarlo directamente — Te amo tanto Samuel Thompson.

—Y yo te amo a ti Ámbar Hobbs— le dijo él mientras colocaba los rizos rebeldes de ella detrás de la oreja y la acercaba para besarla.— espero que tengas espacio en tu departamento para recibir a este hombre que solo sueña con vivir a tu lado.

—Mi casa, es tu casa— le dijo con cariño— y donde yo esté siempre habrá lugar para ti, así como mi hogar siempre será a tu lado. Después de algunos momentos de arrumacos, besos y amor entre ellos,  Samuel le dijo a Ámbar que quería tomar una ducha, pues había sido un largo día, Ámbar asintió. — Mientras te ducha te prepararé la cena, mi amor—  él asintió dándole un beso mientras tomaba su bolsa y caminaba en dirección a la habitación.

  Ámbar se dedicó a preparar unos deliciosos sándwiches,  se sentía feliz porque al fin podría tener  junto a ella al hombre que amaba, sonrío pensando en el pasado y en todo el tiempo que habían pasado luchando contra lo que sentían, o más bien que Samuel había luchado contra lo que sentía porque ella desde el primer momento estuvo dispuesta a dejarse arrastrar por aquellas emociones que le provocaba, emociones carnales que poco tardaron en volverse sentimientos y convertirse en un profundo y sincero amor.

Tenía todo listo a la espera de que Samuel saliera de la ducha cuando el timbre de el departamento sonó por segunda vez aquella noche, ella frunció el entrecejo porque si Samuel estaba allí con ella no podía esperar a nadie más, ¿ acaso sería Amy que había tenido algún problema con Markus?, ¿ o quizás Melina y Aníbal que habían decidido ir de visita?, pero pensó que era un poco más de las ocho de la noche sería poco probable, por no decir imposible que ellos hubiesen llegado a esas horas de la noche.

El timbre volvió a sonar de manera insistente y Ámbar se apresuró a abrir la puerta.

—¡Ya voy, un momento!— exclamó, su cuerpo se tensó cuando al abrirla se encontró con quien menos hubiese deseado y pensado; una muy seria Ana se encontraba en la puerta del departamento.

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