Capítulo 68; La mano de Dios.

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—¡Es suficiente Ana, has ido demasiado lejos!— le dijo Aníbal mientras entraba a la casa y se encontraba con ella tranquilamente sentada disfrutando de una taza de té, la mujer elevó el rostro con expresión fría, lo miró atentamente, colocó la taza de té sobre su platito y lo dejó sobre la mesa.

—Supongo que te refieres a la interesante conversación que he tenido con tu amante.

—Me refiero a todo lo que has estado haciendo, deja a mis hijos en paz, deja a Melina y a Ámbar también en paz, ninguno de ellos tiene culpa de que estés inconforme con tu vida— la mujer empequeñeció los ojos ante sus palabras— ¡Ya basta de lastimar a las personas que amo!

—Tus hijos...en plural —dijo la mujer con tono tosco— no solo tienes un amante Aníbal, sino que esa mujer está embarazada, tuviste la inconsciencia de embarazarla para traer al mundo a un pequeño con el estigma de ser un bastardo.

—¡Con un demonio Ana, guarda silencio, no llames así a mi hija!

—A mi casa no vienes a blasfemar, ¡Aquí no nombres al demonio!, ¿es que acaso pensabas que nunca iba a enterarme de que ella está embarazada?

—Realmente me tenía sin cuidado si te enteras o no, porque no es tu problema, Ana.

—¿No es mi problema?, es mi problema, porque se supone que soy tu esposa ante Dios y ante los hombres,  llevo tu apellido, tenemos un hijo en común y ahora vienes acá a reclamar sobre tus hijos, colocando nuestro Samuel al mismo nivel de...— hizo una pausa intencionada, evitando  la manera despectiva con la que quería referirse al niño— de ese fruto pecaminoso.

—Samuel y mi hijo están al mismo nivel, porque ambos son mis hijos.

—Nuestro hijo es nacido en el sagrado vínculo del matrimonio, no un niño concebido en el pecado. ¿Es que acaso no te das cuenta de que has vuelto tu vida una miseria?.

—Yo no soy miserable, miserable me sentía a tu lado Ana— ella lo miró indignada— ¿porque no puedes asumir que esto ya no tiene reparo?, y no se trata de ti, no se trata de mí, se trata de que nuestra relación ya era insostenible, ¡por amor a Dios, Ana!,  date cuenta que éramos solo dos extraños compartiendo una casa. ¡No más Ana, te exijo que te mantengas alejada de mis hijos, alejada de Melina y de Ámbar también!

—Por lo visto mi hijo y tú no se dan cuenta de que ese par de mujercitas se pusieron de acuerdo para destruir este hogar.

—Este hogar estaba destruido hace mucho, así que no culpes a otras personas de tus propios actos. Este divorcio es la consecuencia de tus acciones Ana, parecía importante más los pobres, la iglesia y tu oración antes que yo, antes que este hogar, antes que este matrimonio y ahora solo basta con que te pide el divorcio para sentirte completamente dispuesta a recuperarlo, esto se perdió hace mucho y Melina no tiene la culpa. Así mismo como Ámbar no tiene la culpa de que Samuel al fin haya decidido salir del yugo al cual lo has tenido sometido desde el día en que nació, mi hijo tenía que haber tenido la oportunidad de elegir lo que quería hacer sin necesidad de ser influenciado por ti, así que ya basta Ana, me tienes agotado, volveré a enviarte a mi abogado con los documentos del divorcio y espero que está vez los firmes.

—Te quedarás esperando, querido, porque no pienso firmar los documentos.

—Eso solo alargará la situación pero no me impedirá obtener el divorcio Ana, lo más adecuado y sensato sería que no te niegues a firmar y que podamos seguir con nuestras vidas sin seguir maltratando la imagen que tenemos el uno del otro,  que no se pierda el poco respeto, consideración y amabilidad que aún existe. Negarte a firmar el divorcio solo nos llevará a un juicio contencioso, pero que terminará igualmente en nuestra separación—  Ana lo contempló con rabia contenida y hasta con lágrimas que quisieron bailar en sus ojos.

—Para ti es muy fácil despertar un día y pensar que ya no quiere seguir avanzando en nuestra vida juntos, pero las cosas no son así Aníbal, se supone que nos casamos en las buenas y en las malas, para estar juntos en todo momento, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte no separe, no hasta que una jovencita viniera y se involucrara entre nosotros.

—Esto tiene todo que ver contigo y conmigo, y nada con Melina,  te aclaro que si vuelves a golpearla...— presionó los dientes con fuerza como muestra de la indignación que sentía— me harás perder la razón, si vuelves a acercarte a mi casa solicitaré una orden de alejamiento y además te colocaré una denuncia, porque Melina está embarazada. ¡No me hagas olvidar que soy un caballero!

—No haces más que amenazar desde que cruzaste el umbral de esa puerta, pero nada va a cambiar la visión que tengo de esas mujeres; una peor que la otra. La primera capaz de meterse con un hombre casado y la segunda aún peor, tentar a un hombre completamente prohibido para ella, un hombre al servicio de Dios, es que, ¿con qué clase de mujeres se involucran ustedes?

—Con mujeres reales que no pretenden ser perfecta, ni viven jugando a ser Dios, ni juzgar a otros, con ese tipo de mujeres vivimos. Te lo repito Ana, aléjate, aléjate de nuestras vidas— y dicho aquello se dio media vuelta y salió de la casa. Ana se quedó observando el lugar donde su esposo había estado completamente frustrada y enojada.

  Aníbal estaba jurando que viviría feliz su amor ridículo con aquella jovencita, pero ella sería la mano de Dios para castigarlo por sus pecados.


  El nuevo departamento de Samuel y Ámbar, era un completo sueño, ambos estaban agradecidos por el apoyo incondicional de Aníbal que no había escatimado no solo económicamente, sino en su apoyo moral y constante. Sus amigos habían llegado al departamento para ayudarles a organizar un poco debido a su express mudanza y Samuel se sentía muy feliz; tenía un lugar que podía llamar su hogar, algo propio en el cual comenzar a construir con Ámbar la vida que querían juntos.  ¡Una vida, con el amor de su vida!

Los días avanzaban con rapidez y Samuel se acostumbraba al nuevo trabajo de oficina, esa nueva etapa que le estaba ayudando a crecer personalmente, pasaba los días con su padre aprendiendo de él y trabajando arduo para ganarse el sueldo que devengaba, por las tardes solía volver a casa para alguna salida o una cita romántica con Ámbar para terminar las noches envueltos en sábanas sudorosas destilando el néctar de la pasión.

  Un mes había pasado con rapidez y todos se habían reunidos para celebrar el matrimonio de Amy y Markus, al fin habían decidido dar ese importante paso y aunque la familia de la antigua esposa de Markus no estaba muy contenta con que a tan poco tiempo de haber fallecido su esposa, él estuviese contrayendo nuevamente matrimonio, decidieron darle su apoyo ya que su hija sin duda hubiese aprobado que Markus fuese feliz, ella no había querido que sufriera por siempre.

La ceremonia se había celebrado en una reunión muy íntima. Jessie y Bou, habían llegado de Australia para acompañarlos en aquel día tan importante. Melina, con su enorme abdomen que ya esperaba las últimas semanas para su parto estaba feliz de brazos de Aníbal. Ámbar muy complacida con Samuel, miraba con orgullo a su amiga quién estaba radiante de dicha y felicidad, después de la boda se fueron a una pequeña celebración para luego despedir a los novios en lo que sería un largo viaje nupcial para disfrutar de su luna de miel.

  Todo parecía tan tranquilo que pronto las dos parejas  habían olvidado que una latente amenaza se cernía sobre ellos, después de despedir a sus amigos quienes se marcharon nuevamente a Australia para continuar con sus vidas, cada uno retomó sus respectivas actividades sin imaginarse que la desgracia estaba por llamar a sus vidas, pues aquella temporada de paz, solo era el antecedente a una prueba enorme, la cual sin duda movería los cimientos de felicidad.

La paz que antecede a la tormenta...

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AMORES MIO, ESTAMOS YA EN LOS CAPÍTULOS FINALES.

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