Capítulo 21; Admitir debilidades.

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—Te di mi palabra de que vendría, ¿Puedo... pasar?

—Por supuesto —Ambar se hizo a un lado, para que el sacerdote entrara, cerró la puerta tras él, intentando controlar sus deseos de arrojarse y besarlo de nuevo, sintió como sus lábios hormigueaban, recordándole el deseo que él despertaba en ella. — aunque hayas dado tu palabra, lo dudé, realmente lo hice, y sé que quizás estuvo mal presionarte para obtener ese juramento, pero me alegra que estés aquí. Preparé algo delicioso, según yo —sonrió— Me gustaría que comieramos juntos.

—Lo siento, pero eso no es posible. Cenaré en casa de mis padres.

—Oh...bien...entonces tomemos asiento, por favor —Samuel asintió, nervioso, intentando batallar con la ansiedad que aquella situación le producía. Se sentaron en el mueble, uno junto al otro. —¿Quieres tomar algo?

—No, estoy bien. Yo... Ámbar, quiero que entiendas que lo de hoy no puede repetirse. —la miró directamente a los ojos, como hipnotizado por su mirada.

—¿Te refieres a que te acorrale en el confesionario ó al beso?— sonrió con picardía.

—A las dos situaciones—respondió de inmediato.

—Rayos, eso está difícil Samuel, yo...

—Padre Samuel— la corrigió y ella sonrió mirándolo a los ojos.

—Me ahorraré el "padre", al menos esta vez, en esta conversación.

—No deberías, jamás deberías olvidar que soy un hombre de Dios.

—No lo hago, de hecho, solo gracias a ello me mantengo junto a ti y no encima—sonrió— y lamento si soy demasiado franca para tu gusto, si sueno cínica o descarada, sin filtro e intransigente, pero... soy muy decidida, cuando sé lo que quiero voy a por ello, sin detenerme.

—No debería ser el caso, al menos no está vez. ¿Acaso no entiendes que estoy prohibido?.

—Yo solo entiendo lo que siento, y lo que tú cuerpo le dice al mío, puedes intentar engañarme con tus palabras, pero tu lenguaje corporal me grita otra cosa, créeme, si no fuese así ya hubiese desistido, pero sé que te gusto, no tengo dudas sobre eso.

—Yo no...

—No intentes mentirme de nuevo—suspiró frustrada.— me impresiona tu capacidad para negarte a lo que bastante evidente.

—Solo quiero que olvides esta absurda idea, no soy un hombre disponible para ti, ni para ninguna otra mujer. Tengo bastante claro cual es mi propósito en este mundo, soy consiente de mi llamado y... no mentiré más — hizo un gesto de dolor— seré sincero, despiertas algo en mí que nunca antes había sentido, es una... como una necesidad, nunca ni guna mujer me había hecho dudar de mi camino, y tú lo has hecho—ella sonrió satisfecha — pero que no puede ser y para poder evitarlo, para no ceder a mis instintos carnales, necesito que mantengas las distancias.

—No puedo—dijo rápidamente— yo no puedo sencillamente hacer como si no te hubiese conocido ó como si no existieras. Es obvio que no entiendes la intensidad de mi deseo, y lo que seguramente es aún peor para ti... creo que me estoy enamorando de ti— Samuel abrió mucho los ojos— me gustas, me gustas demasiado, es algo que nace en mis entrañas Samuel, yo te deseo.

—¡Por favor, ya basta!— exclamó poniéndose de pie—¿Por qué tiene que hacer las cosas más difícil para mí?

—¿No crees que es justo explorar esto que sentimos?— preguntó poniéndose de pie y encarandolo, él dió un paso atrás, pero Ámbar avanzó y le rodeó el cuello, pegando todo su cuerpo al de él, lo sintió estremecerse y contener la respiración, acercó su rostro al de él— Yo quiero descubrir todo lo que puedo sentir junto a tí —susurró contra su boca— quiero descubrirlo...—acortó la milimétrica distancia y unió sus labios a los de él. Samuel quería negarse, pero no sabía que rayos le ocurría con ella que invalidaba su fuerza de voluntad. Imitando lo sucedido aquella mañana, la tomó de la cintura y Ámbar gimió dentro de su boca, arreciando el beso, introduciendo su lengua en la ardiente boca del hombre quien batallaba por emular sus movimientos y seguirle el ritmo.

Ámbar alcanzaba un enorme nivel de excitación solo con aquel beso, saber que se trataba de un hombre inocente, puro, casto, le daba una sensación de poder ser ella quien dirigiera todo, quería ser su maestra, una buena maestra, quería mostrarle tanto placer que lamentara no haberla conocido antes...

Entre besos, lo fue empujando suavemente de regreso al sofá, el hombre absorto en aquella boca, y aquellas manos que se movían por su pecho hacia su espalda, caricias que lo estremecían hasta los cimientos... chocaron con el mueble y tras un suave empujón Samuel cayó sentado en él, con la respiración agitada y los labios hinchados, quiso levantarse, pero Ámbar se sentó a horcajadas sobre él, suspirando de satisfacción al sentir como su creciente virilidad se oprimía en su centro femenino. La duda brillo en los ojos del hombre al escucharla gemir, pero Ámbar no dió tiempo a nada, se abalanzó nuevamente contra la boca de él, quién se hacía cada vez más diestro en el arte de besar y seguir los movimientos de su boca, poco después la abandonó, para besar las mejillas, acarició el lóbulo de la masculina oreja con su naríz y luego lo metió a su boca, succionando y jugando con él, al tiempo que sus caderas comenzaban un lento vaivén, casi imperceptible, no quería asustarlo y que él saliera huyendo de nuevo, cuando beso su cuello, lo escucho gemir débilmente, mientras cerraba los ojos y echaba la cabeza atrás, recargándola en el sofá, separando los labios, en busca de oxígeno... la presión bajo Ámbar crecía, era obvio que el hombre estaba excitado por sus constantes movimientos que ahora, eran un poco más firmes y contantes, la misma Ámbar sintió el placer recorrerla, un placer que pronto comenzó a acumularse en su bajo vientre... Allí, el con los ojos cerrados, Ámbar seguía acrecentando sus movimientos mientras apoyaba las manos en el amplio pecho del hombre, dejaba escapar pequeños gemidos para expresar su deseo, quería arrancarle la ropa y hacerlo suyo, poseerlo y arrancar de él sus dudas, pero debía ser cautelosa... asustarlo no era la mejor opción.

—¡Oh!—mordió el interior de su labio, mientras sentía como se acercaba al orgasmo, tomó las manos de él y las llevó a sus caderas, Samuel abrió los ojos, enderezó la cabeza y la vió, sus miradas se encontrarán mientras la mujer se mordía el labio inferior y arremetía contra él. Samuel no pudo evitar pensar en lo hermosa que era, ella era la tentación personificada...

Ámbar guió las manos de él, ascendiendolas suavemente por su cuerpo y en un rápido movimiento las colocó sobre sus pechos oprimiendolos un poco.

—No, no...—tartamudeó Samuel nervioso.

—Shhhh, falta poco— dijo entre suaves gemidos acelerando sus movimientos— muy poco—gimió antes de volver a besarlo. Besarlo era su mejor arma porque él parecía no poder pensar cuando ella lo hacía. Poco tardó Ámbar en alcanzar el climax, mientras lo besaba, se frotaba contra él y sentía las grandes manos del hombre sobre sus pechos... Se estremeció gimiendo dentro de la boca del hombre y desplomandose sobre él, con el cuerpo tembloroso. Samuel respiraba agitadamente y en aquella posición, la abrazó, siguiendo un impulso acarició la femenina espalda como si la estuviese consolando, mientras la sentía temblar.

—Debo... debo irme...

—Todavia no, quédate un poco más.— le suplicó.

—No... no puedo, debo irme, por favor.— Ámbar se levantó, aún con las piernas debilitadas y temblorosas, sintió un poco de decepción quería que él se quedará, por un instante pensó que él lo haría.

—Esta bien, Samuel. Entiendo que por ahora ha Sido mucho para ti, aunque no miento, me encantaría que te quedaras— suspiró tendiendole una mano para ayudarlo a levantarse, en cuánto el hombre estuvo de pie, Ámbar sonrió — Así no puedes irte— le dijo sonriendo con picardía. Samuel, no entendía a qué se refería.

—¿Qué?

—No puedes irte así — repitió señalando la erección que se oprimía dolorosamente contra sus pantalones. — Déjame darte una mano con eso—susurró— yo sé cómo ayudarte.

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