Capítulo 67; ¿De qué es capaz?

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—Váyase señora, usted no tiene nada que hacer aquí, nadie le dio permiso de entrar así que salga ahora mismo.

—¿Esto se trata de dinero, verdad?— preguntó Ana manteniendo una postura recta elegante y severa— porque supongo que sí, se trata de dinero, dos mujeres jóvenes, muy guapas eso sí, buscando quienes les resuelvan la vida. ¿Cuánto quieren?— preguntó con burla— ¿Cuando desean para desaparecer de nuestras vidas?


  —Sé que para usted es difícil entenderlo pero yo amo a Samuel, no estoy por él por dinero porque le recuerdo que toda su vida la ha llevado de manera eclesiástica, es un hombre que ha prestado sus servicios a la iglesia llevando una vida modesta y exenta de lujos, Samuel no tiene dinero— le dijo con una sonrisa.

  —Pero es El heredero de los negocios de su padre y del capital que poseemos, es obvio que a largo plazo te funcionaría el plan, mi hijo es el único herede...— se detuvo de inmediato porque era obvio que Samuel ya no era el único heredero. Se giró hacia Melina, miró con rabia sus ojos azules y luego bajo la mirada a su vientre, Melina sintió como su corazón se agitaba y colocó ambas manos sobre su barriga en un gesto de protección— no, por lo que veo ya no es el único heredero, pues tú te has encargado de que la semilla de Aníbal germinará dentro de ti, seguramente no descansaste hasta que te hicieron un bastardo.

  —¡CON MI HIJO NO, SEÑORA!— dijo Melina furiosa—¡A mi hijo no le incluya en todo esto y no se atreva a llamarlo así de nuevo!

  —¿Y cómo quieres que lo llame?, ¿ es que acaso no te das cuenta que eso es lo que es?, un pequeño bastardo—Melina contuvo las ganas de abofetearla— concebido en pecado y oprobio, no como mi hijo— elevó eel mentón de manera orgullosa— un niño concebido y nacido dentro del santo y sagrado vínculo del matrimonio.

—Mire señora, creo que ya ha sido suficiente. Ha llegado aquí sin invitación, nos ha ofendido, se ha metido a mi casa, ofende a mi hijo, usted no es nadie para juzgarme ni a mí, ni a Ámbar y aunque le duela admitirlo, "Sus hombres" como usted les llama, estan mucho mejor lejos de usted y su constante juicio. Yo sí amo a Aníbal y él me ama con la misma fuerza y la misma intensidad que yo lo hago, porque aunque le duela admitirlo no estoy con Aníbal por dinero, sino por quién es por el hombre maravilloso y bueno que usted no supo aprovechar.

  —¡Cállate mujerzuela insolente!— le dijo con desprecio.

—Usted señora, se cree una mujer respetable, una mujer devota y seguramente hasta una Santa, pero está muy lejos de ser todo lo que usted cree, usted es una mujer mala que quiere arruinar la vida de su hijo y también la de Aníbal, es manipuladora, es hipócrita y falsa porque va por la vida señalando los pecados de los demás pero es incapaz de admitir los suyos, porque es igual de pecadora que el resto del mundo— la miró con genuino odio mientras sus ojos se empequeñecían de furia y sus labios presionados en un severo rictus— usted señora es alguien despreciable que no es capaz de otorgar felicidad a los seres que dice amar, pero tan estúpidamente egoísta que es incapaz de admitir que esos seres puedan encontrar felicidad en otro lado que no sea junto usted.

—¡HE DICHO QUE TE CALLES!— le gritó Ana furiosa mientras levantaba la mano y descargaba una fuerte bofetada en la mejilla de Melina, Ámbar dio los tres pasos que la separaban y de inmediato tomó con fuerza a la mujer del brazo, le había permitido golpearle a ella y no había reaccionado pero, no permitiría que golpeara Melina y mucho menos en su estado, así que la tomó con fuerza del brazo y tiró de ella para alejarla de su amiga.

—¡Suéltame infeliz, voy a darle su merecido a ésta mujer!

  —Señora ya, está embarazada. ¿Cómo se atreve a pegarle?, no voy a permitir que la maltrate, no voy a permitir que la toque, aléjese de ella— la soltó rápidamente y se interpuso entre la mujer y Melina. Melina elevó el rostro enrojecido por la fuerte bofetada miró a los ojos y le regaló una sonrisa.

  —Es la típica reacción de una mujer indignada y herida, abofetearme no cambiará las cosas señora. Samuel está feliz junto a Ámbar. Aníbal está feliz junto a mí,voy a darle un hijo, dos, tres, todos los que podamos recibir de parte de Dios y usted, puede ser que se niegue a firmar los documentos de divorcio pero no puedo obligarlo a amarla nuevamente, ni a respetarla, porque hasta eso ha perdido, Aníbal no la ama pero sobre todo, ni siquiera la respeta. ¡Samuel y Aníbal están mejor sin usted, mujer desquiciada!, ¡Ahora salga de mi departamento antes que llame a la policía y la acuse por venir a mi casa, entrar sin permiso y abofetearme en mi estado!, ¡Váyase y olvide como volver!

  —Marchese señora, no complique las cosa— le dijo Ámbar mirándoles seriamente, dispuesta a no permitir un nuevo avance de Ana. El rostro furioso de Ana se relajó, miró a Ámbar; sus preciosos ojos color miel, su ondulado y abundante cabello castaño, luego miró a Melina; sus intensos ojos azules, su rubia y larga cabellera. Ambas mujeres sintieron un escalofrío ante la sonrisa siniestra de la mujer.

  —Puede ser cierto que posean juventud y belleza pero, eso no lo es todo en la vida y me voy a encargar de que ustedes paguen por lo que han hecho.

  —¡No nos amenace, lárguese, lárguese ahora mismo!

  —Tú...—señaló a Ámbar— que ahora te revuelcas en el pecado con mi hijo y tú... —señaló a Melina— que has arrastrado a mi esposo hacia el adulterio, ambas deberían disfrutarlo mientras puedan porque si de algo pueden estar segura es de que no les durará, yo me encargaré de que todo vuelva a la normalidad, tú no vivirás con mi hijo eternamente y tú no disfrutarás a mi marido, eso pueden jurarlo— terminó Ana para luego girar y marcharse tan abruptamente como había llegado Melina dejó escapar un gemido y ámbar se giró hacia ella abrazándola.

—¡Está loca, esa mujer está loca!—dijo con voz angustiada— por un momento llegué a pensar que me daría un golpe en el estómago, viste el odio con que miraba mi barriga.

—No tengo dudas de que esa mujer no está bien de la cabeza Melina,  ven a sentarte en el sofá—la ayudó a recargarse en ella y caminar hasta sentarse en la suavidad del sofá—¿Te sientes bien?, ¿ quieres que llame a un médico para que venga ó quieres que te lleve al médico?

—No hace falta Ámbar, estoy sorprendida y un poco alterada por todo esto, pero estoy bien y mi bebé está bien que es lo único que me importa, aunque me preocupan  las palabras de esa mujer. ¿Qué crees que sea capaz de hacer?, ¿crees que puedas dañarnos... a ti o a mí?

— No lo sé, aunque no lo creería sí está mal de la cabeza pero, ¿ llegar a hacernos daño? sabe que sería algo que le costaría su libertad, su prestigio y reputación, es una mujer que le gusta transmitir a los demás apariencia de bondad y piedad, no creo que sea capaz de hacer algo en contra de nosotros, al menos no físicamente, aunque seguramente buscará la manera de arruinar nuestras vidas, tal como inició con nosotros conmigo al arrebatarme el techo donde vivía.

¡He Pecado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora